El asunto de la rivalidad entre los taxis tradicionales y Uber sigue dando de qué hablar. En medio de los malabares que los regidores del Cabildo de Torreón están haciendo para disfrazar de reglamentación el simple cobro que quieren aplicar a los conductores asociados de la empresa innovadora, surgen versiones de por qué al principio la autoridad municipal se puso tan brava con ellos. Nuestros subagentes disfrazados de choferes nos informan que detrás de la presión ejercida por las bases de taxis no sólo estuvieron los sindicatos que lealmente ofrecen servicios al PRI cuando se requiere acarrear gente a las elecciones -perdón, facilitar el voto de la militancia-, sino también algunos políticos y funcionarios de estas y otras épocas que cuentan con decenas de concesiones para ofrecer el servicio, mismas que terminan rentando para hacer su negocio.
Por lo que son los principales afectados con la competencia y por ello exigen que los llamados “taxis app” cobren tarifas dos veces más caras, cosa que los regidores no les han concedido, porque difícil que haya quienes les guste pagar el doble por cualquier cosa. Obviamente que estos personajes no son los que han dado la cara a la hora de reclamar la mano dura de la autoridad contra los chicos Uber, sino que mandan por delante a los dirigentes del gremio para que sean ellos los que lancen sus peroratas que ya incluso derivaron en altercados como el ocurrido la semana pasada en el que una usuaria de Uber fue bajada de una unidad de éstas y cuasi raptada por taxistas y el conductor agredido. A propósito de esto, llama la atención el exhorto que hizo el alcalde Miguel Riquelme a ambos bandos para que se respetara la ley, luego del incidente. Si bien debe ser bienvenido dicho llamado de una autoridad, resulta extraño que mientras a los muchachos de Uber el ayuntamiento les decomisó vehículos y les cobró multas de hasta 22 mil pesos, en el caso de los taxistas agresivos sólo quedó el apercibimiento, y no se diga nada de la ilegalidad de “onappafos” et al. Curiosas formas de aplicar la ley.
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El tema del drenaje pluvial de Torreón es como la participación de México en las Olimpiadas: cada vez que la delegación nacional fracasa en la principal justa deportiva mundial nos damos cuenta de que urge una política más intensa de promoción del deporte de alto rendimiento, como cada vez que llueve y se inundan las calles nos percatamos de que es necesario contar con un verdadero sistema de desagüe urbano. Y el asunto viene a colación luego del reconocimiento hecho por don Miguel de que es menester ya meterle billetes a este tipo de obras, en virtud de lo cual su administración comenzará invirtiendo en algunas calles, la primera con dos millones de pesillos. Hasta aquí todo perfecto. No obstante, han comenzado a surgir las voces de críticos y criticones quienes ven en este proyecto una posible sangría de recursos, toda vez que ya existe un proyecto elaborado por el Implan que encabeza el excrítico Eduardo Holguín y que en total costaría cuatro millones para atender 17 puntos de la ciudad que siempre se convierten en lagunas cuando llueve. Sí, se trata de un plan presentado hace algunos meses que, según don Eduardo, vendría a resolver en buena medida el problema. Nuestros subagentes vestidos de operadores de motobombas nos cuentan que la carpeta del proyecto fue entregada al director de Obras Públicas, Gerardo Berlanga, pero tal parece que éste la guardó en el último cajón de su escritorio, ese que seguramente tiene la leyenda: “asuntos pendientes”. Y es que resulta extraño que cuando se habla de la posibilidad de mejorar el drenaje pluvial de la Perla de La Laguna no se contemple la opción planteada por el Implan, que por lo visto resulta bastante económica. Ahora bien, es posible que dicho plan no sea viable, lo cual en todo caso merecería una justificación de don Gerardo, misma que hasta ahora no se ha dado. Todo indica que el proyecto de don Eduardo quedará, como parece ser de todos los que de su instituto salen, en bonitos objetos decorativos de las oficinas municipales.
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Tras varios días de silencio luego de que la muerte de recién nacidos en el Hospital General de Torreón, que acaba de cumplir un año de inaugurado, el secretario de Salud, Jorge Verástegui estuvo en la Perla de La Laguna para prácticamente reafirmar lo dicho un día antes a través de un comunicado: que no todos los fallecimientos fueron por el hongo de nombre impronunciable y que el nosocomio no está en crisis. O sea, en suma, que ya no se arme tanto escándalo. Pero el mal manejo de la situación y las condiciones en las que viene operando el centro médico desde hace meses envalentonaron a algunos empleados e, incluso, directivos, que cada vez con menos empacho sacan a relucir los trapos sucios de una obra que no es lo que se prometió hace seis años. Nuestros subagentes disfrazados de enfermeros comentan que contrario a lo dicho por don Jorge respecto a que el hospital no está enfrentando un desabastecimiento de medicamentos e insumos, de todos es sabido que el pan de cada día es la falta de los mismos. Como muestra dicen que en esta semana la situación es que el material no llega ni al 50 por ciento de cobertura y que es común que las remesas se retrasen debido a que no hay flujo de efectivo suficiente. A lo anterior hay que sumar el déficit de personal, sobre el cual las propias autoridades reconocieron en el arranque del nosocomio que había un faltante de por lo menos 100 trabajadores, de los cuales hasta ahora se han cubierto sólo 10. Si hay algo bueno de toda esta trágica historia que se ha venido relatando es que el gobernador Rubén Moreira ayer mismo se comprometió a aumentar los recursos para el Hospital General de Torreón, que es el que más gente atiende en todo el estado. Ojalá que no se quede sólo en promesa.
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Se ha hecho hábito en este país que ante los problemas que ya no se pueden ocultar, ni maquillar, ni mucho menos resolver, hay dos formas de responder: pidiendo perdón, o simplemente borrándolos de tajo. De la primera alternativa se puede citar como caso ejemplar el de la famosa “casa blanca” de la Primera Actriz de la Nación, que orilló a su marido, el preciso Enrique Peña Nieto, a tener que pedir perdón en dos ocasiones, eso sí, sin despeinarse el copete si quiera. Con este gesto, don Quique no sólo dio por zanjado el asunto (para él, por supuesto) sino que en la segunda ocasión que lo hizo le sirvió para lanzar el Sistema Nacional Anticorrupción que parece una versión recargada del famoso lema lopezportillesco “la solución somos todos” que concluyó en el triste “la corrupción somos todos”. De la segunda alternativa da cuenta la salida del Inegi, otrora organismo garante de la estadística en México, frente a los cuestionamientos que se le hicieron de la metodología con la que levantaba las encuestas que utilizaba el Coneval para medir la pobreza en México. Como no pudieron defender los puntos, para el instituto fue muy fácil desconocer sus resultados anteriores de tal manera que hoy, en pleno 2016, no es posible saber cuántos pobres viven en este lindo país de folletín. Y como no sabemos porque no somos capaces de contarlos, pues sólo falta que se decrete que en México no hay pobres y tan tan, asunto arreglado. Bueno, pues esta última solución parece haber asumido la delegación de la Secretaría de Economía en La Laguna, a cargo de David Luna, con la información relacionada con los precios de productos de primera necesidad. Resulta que, misteriosamente, a raíz de una publicación que hizo El Siglo de Torreón respecto a cómo los productos alimenticios habían aumentado en un año su precio mucho más que la inflación reportada para Torreón, la delegación tuvo a mal dejar de proporcionar los datos que desde hace años se manejaban de forma pública y que sirven como referencia para las familias para darse cuenta de a cómo nos toca, ahora sí, el abarrote en estos tiempos de carestía. Así que, de buenas a primeras, y al más puro estilo del Inegi, la Secretaría de Economía en La Laguna desapareció el problema. O sea, dio un “inegiazo”.
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Con la montaña de problemas que viene cargado el ayuntamiento de Gómez Palacio en el triste cierre de administración, al alcalde José Miguel Campillo ya se le ha hecho costumbre dejar que las cosas se resuelvan solas o por intervención de alguna deidad. El problema es que eso sólo ocurre en los cuentos de hadas o en las antiguas tragedias griegas en las que al final, cuando el héroe estaba atrapado sin salida, se hacía uso de ese genial artificio conocido como la Deus ex machina, que era la entrada abrupta de un Dios “volando” sobre el escenario para deshacer los entuertos del protagonista. Y es el caso del Centro de Rehabilitación Infantil Teletón, asunto que ha escalado ya a un nivel en el que a los directivos de tan noble institución han tenido que exhibir a través de desplegados el incumplimiento del compromiso de apoyar con recursos económicos para la manutención y mantenimiento del CRIT que atiende a niños con discapacidad que de otra forma no podrían ser asistidos porque en La Laguna no existe una institución pública para ello. Pero ni siquiera ante la exhibida don Pepe y sus funcionarios reaccionaron y optaron por creer que calladitos se ven más bonitos. Pero en este caso, no. Lo que dicen los maldicientes es que en el ayuntamiento gomezpalatino ya se hicieron a la cómoda idea de que problema no resuelto en dos años 11 meses no se va a resolver en un mes, y pues mejor dejarlo como herencia para la próxima administración. Total, como dicen por ahí, ¿qué tanto es tantito? Pero es que en este gobierno ya se hizo muchito y no hay deidad que se digne a echar una manita.