Cortesía Vigías Malinalco
Tomar conciencia de nuestro patrimonio cultural es vital para forjar una identidad como sociedad. Las distintas zonas geográficas del país albergan un mosaico de tradiciones, gastronomías, lenguas, y manifestaciones culturales diversas. El programa Vigías del Patrimonio Cultural busca que la población haga suya la tarea de proteger el patrimonio nacional.
El etnólogo y antropólogo mexicano Guillermo Bonfil Batalla, en su obra Nuestro Patrimonio Cultural: Un labertinto de significados, establece que el patrimonio cultural de un pueblo supone el acervo de elementos culturales que una sociedad determinada considera suyos y de los que echa mano para enfrentar sus problemas.
Por su parte, la Declaración de México sobre Políticas Culturales indica que el patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, seguidas del alma popular y el conjunto de valores que dan un sentido a la vida. Es decir, las obras materiales y no materiales que expresen la creatividad de ese pueblo: la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte, los archivos y las bibliotecas.
Es decir, el patrimonio cultural se condensa en lo que cada pueblo tiene en común y le da identidad, le otorga un sentido de pertenencia, lo que cada sociedad posee, diseña y considera propio. Dentro del patrimonio cultural se encuentran dos ámbitos: el material, como monumentos, objetos y edificaciones; y el inmaterial, como las lenguas, técnicas, leyendas, tradiciones. El primero forma parte del entorno físico y el segundo aborda la forma de vida.
Para Alfredo Morales, catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila, la cultura “permea a lo largo de toda nuestra vida (…) Por ejemplo, en Torreón, por cultura culinaria, se acostumbra los domingos ir al menudo, y cuando andas buscando en otras ciudades saborear el menudo y te dan el menudo sin maíz, dices: ‘esto no es como en mi tierra’. Entonces extrañas tu tierra, esa extrañeza es un elemento de carácter subjetivo que te da un sentido de pertenencia”, indica el sociólogo.
Para él, cultura e identidad social son conceptos que, en un plano antropológico, se contemplan como dos elementos fusionados que difícilmente pueden separarse. El actor social siempre está buscando fuentes de arraigo en objetos y recuerdos. Es así como la apropiación del patrimonio brinda un sentido de identidad que puede ser participe en el combate a diversos problemas sociales.
EN BUSCA DE LOS VIGÍAS
Francisco Navarro Sada es originario de Torreón, Coahuila, pero emigró a Mexicali a la edad de 14 años, donde cursó la licenciatura en sociología en la Universidad Autónoma de Baja California. Como profesionista ha trabajado en proyectos que involucran a algunas etnias del país; en el estado de Sonora, por ejemplo, trabajó con yaquis y mayos.
En 2011 la Coordinación Nacional de Patrimonio Cultural y Turismo del Conaculta le propueso desarrollar un programa de desarrollo cultural municipal que quedara en el seno de las comunidades.
“Se estaba pensando en una serie de acciones y programas dirigidos a este ámbito, y me invitan a crear el programa (…) me hacen un planteamiento muy general y lo que me dicen es: ‘apelamos a tu experiencia en la promoción cultural para que nos hagas una propuesta’. Hice un planteamiento donde era fundamental realizar un proceso de capacitación para promotores especializados”, comenta Navarro Sada, en entrevista para Siglo Nuevo, con respecto al surgimiento del programa Vigías del Patrimonio Cultural México.
El proyecto propuesto por el sociólogo estaba inspirado en una iniciativa de Colombia, que en ese entonces estaba cumpliendo ya 13 años de existencia, un programa de voluntariado en el que los vigías pueden perseguir la remuneración económica para el desarrollo de sus proyectos.
Según el sitio web de Vigías del Patrimonio Cultural, el programa tiene el propósito de formar jóvenes en el reconocimiento y la valoración de la riqueza y la diversidad cultural de sus municipios mediante procesos en los que a partir de la identificación, investigación y apropiación social del patrimonio cultural, diseñen y pongan en marcha acciones de participación ciudadana para protegerlo, compartirlo y disfrutarlo, a la vez que fortalezcan la identidad y el tejido social.
En un principio inició como un curso de 120 horas repartidas en siete semanas, con dos sesiones presenciales y dos períodos de trabajo de campo, cuyos resultados propiciaron la formalización del proyecto como un diplomado avalado por la SEP. Así arrancó Vigías del Patrimonio Cultural México, un programa que, como su nombre lo indica, busca custodiar y rescatar los tesoros materiales e inmateriales del país.
El diplomado, que consta de 150 horas distribuidas en nueve semanas, se fundamenta en la participación ciudadana para la apropiación social del patrimonio cultural local, es decir, aunque se trata de un programa institucional, diseñado y operado a nivel federal, es imprescindible la inclusión de los ciudadanos, además de que demanda la participación de los tres niveles de gobierno; involucra a los gobiernos estatal y municipal, y es precisamente este último el que a través de su dependencia de turismo o cultura, se encarga de la logística del diplomado.
“Es ahí cuando empieza la participación ciudadana: parte de la sociedad civil se suma, se forma como vigía y son estos jóvenes, y no tan jóvenes, quienes al convertirse en vigías van a invitar a distintos sectores de la población a sumarse a sus actividades y a apropiarse de su patrimonio”, describe Francisco Navarro.
LA TIERRA DE MALINAXOCHITL
Malinalco es un poblado de origen prehispánico ubicado a 70 kilómetros al sur de la ciudad de Toluca, en el Estado de México. Cuenta con alrededor de seis mil 500 habitantes y es conocido por el santuario mexica que se encuentra labrado en uno de sus cerros. Su riqueza patrimonial le facilitó recibir el título de Pueblo Mágico en 2010.
Según el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el origen de su nombre es precolombino y significa “lugar donde se adora a Malinaxochitl”, diosa mexica de la hechicería y demás artes oscuras, hermana del dios Huitzilopochtli.
Fue precisamente en Malinalco donde se formó la primera generación de Vigías del Patrimonio Cultural en 2011. Luis Mario Fonseca Barrón, de 37 años de edad, quien se desempeña como guía turístico, es uno de los seis vigías del pueblo y señala que para él esta tarea ha significado una gran responsabilidad y una gran satisfacción personal.
Uno de los proyectos en que se encuentran trabajando los vigías de Malinalco consiste en la difusión de leyendas del poblado mediante representaciones teatrales, una actividad que llevan a cabo en coordinación con la Casa de Cultura de la localidad y el Ex Convento Agustino, sitio que data de 1540. El objetivo es darle vida a las tradiciones orales del pueblo.
“Aquí en nuestro municipio las leyendas son de santos, en su mayoría, hay también muchos mitos relacionados con la vida prehispánica del pueblo (…) La mayor parte de las leyendas no son así como de terror y fantasmas, sino más bien hablan de los patronos de los diferentes barrios”, comparte Fonseca.
Como una cuestión permanente, el grupo realiza investigaciones acerca de la tradición indígenas de la localidad. También organizan visitas guiadas al sitio arqueológico mexica conocido como Cerros de los ídolos, dirigidas a los estudiantes del pueblo.
“Hay un basamento piramidal de carácter monolítico, está labrado en la montaña y así de este tipo de arquitectura de edificación, pues es el único que hay en nuestro continente. Por ese carácter de monolítico se le compara con otros templos en el mundo”.
Otro de los lugares enigmáticos es Techimalco (vocablo náhuatl que significa “escudo divino” o “escudo de piedra”), un paraje donde una escultura, al parecer de origen natural, asemeja el rostro de un guerrero indígena. Es el vigía, el ojo del centinela que custodia la zona, justo en el punto donde nace un manantial para brindar una sensación de equilibrio ecológico. Aquí los vigías del patrimonio realizan un recorrido para crear conciencia sobre la importancia del lugar.
“La leyenda comenta que este personaje es el guardián que resguarda el equilibrio en el valle. Casualmente, la mancha urbana no ha logrado que se habite ese fragmento de tierra. Es un lugar donde se siguen conservando los antiguos tecorrales, formaciones de piedra que servían para detener la erosión de la tierra; donde se sigue teniendo un sistema de riego a través de apantles o de acequias (…) es un rinconcito en el pueblo donde tienen lugar varias manifestaciones culturales, sobre todo en torno a la agricultura”.
Dentro del patrimonio intangible, se encuentra el proceso de elaboración del barro. El taller “Agua, fuego y barro” tiene el objetivo de compartir a los jóvenes la rehabilitación del empleo del adobe, la teja y el ladrillo, tal como lo hacían los antiguos tejeros o tejaleros. Se trata de un mosaico de técnicas artesanales entre las que está, por ejemplo, el amasado del barro con los pies y el azadón.
“Aquí hay varios bancos de barro, material con el que se puede hacer el adobe. Muchas de las casas de antaño eran construidas con este material. Nosotros lo que estamos buscando es que se revitalice el uso de estos materiales en las viviendas y que se aprenda la técnica, que es de esos oficios antiguos”.
Por último, también se trabaja en la recuperación de la tradición del pulque, bebida que es elaborada a base de la planta de maguey. A través del recorrido cultural “Los pasos del tlachiquero”, los vigías de Malinalco tratan de recuperar la tradición.
“Aquí se acostumbraba a que pasaba un personaje que se llama tlachiquero, así se les conoce a los que producían el pulque y salían a venderlo. Básicamente lo que hacemos en nuestro recorrido es que uno de nosotros se caracteriza como un tlachiquero, con su traje de manta, sus huaraches, jalando su burro, trayendo el pulque, y va contando las viejas historias de las pulquerías que existían en el municipio, anécdotas, algunas leyendas... en realidad lo que se va haciendo es aportar información sobre las casonas más viejas en el municipio”, concluyó.
SANGRE PURÉPECHA
Edificado a la orilla de un lago michoacano, y sobre un antiguo cimiento prehispánico, se asienta el poblado de Pátzcuaro, cabecera del municipio que ostenta el mismo nombre de raíz purépecha que significa “lugar de rocas” o “lugar de templos”. Con una población aproximada de 55 mil 300 habitantes, este pueblo es mundialmente conocido por sus tradicionales festividades del Día de Muertos, donde avalanchas de flores embellecen los camposantos y un séquito de veladoras guía el sinuoso camino de las animas desde el “más allá”.
Para la celebración del pasado 2015, los vigías del patrimonio cultural de Pátzcuaro organizaron una exhibición de altares de muertos de las diferentes comunidades de la zona; se trata de pueblos asentados a la orilla del lago que quedan a cinco o diez minutos una de la otra. Poblaciones vecinas, pero muy distantes en cuanto a bienes y materiales culturales, según comenta Víctor Ignacio Ayala, profesional audiovisual de 28 años de edad, quien funge como vocero del grupo de vigías de esta localidad.
“Principalmente estuvimos trabajando lo que fueron altares de muertos en el museo que se encuentra aquí en Pátzcuaro y que está resguardado por el INAH. Nos dio la oportunidad de invitar a artesanos de otros pueblos para que hicieran una exposición de sus altares y los turistas que vinieran pudieran ver las variantes correspondientes a cada comunidad”.
También organizaron un torneo de uarhukua, o juego de pelota purépecha, la noche del 31 de octubre, en el que participaron entre ocho y nueve equipos de diferentes comunidades.
“Es un juego muy importante para nosotros porque cumple la función de ofrendarle a los dioses. La característica de este juego es muy interesante, se juega con un palo de madera y se juega con una pelota, la hacemos nosotros de madera o muchas veces de tela pero la pelota va encendida, la empapamos de gasolina, le prendemos fuego y por las noches se enciende. El juego se efectúa con un bastón de madera y no está permitido tocar la pelota con el cuerpo”.
Expone que el juego tiene dos variantes: cuando se juega de día se le está ofrendando a Nana Kútsi (la luna), y cuando se juega de noche se le está ofrendando a Tata Jurhiata (el sol), los dos deidades más importantes para la cultura tarasca (purépecha) que pobló el estado de Michoacán, principalmente.
De igual manera, se trabajó el día 20 de noviembre en una exposición de fotografías antiguas en una colonia donde el general Lázaro Cárdenas colocó un monumento a la Revolución.
“Fue muy grato ver que la gente vivió, recordó las memoras del ferrocarril porque aquí en Pátzcuaro el ferrocarril ya murió, ya no existe el ferrocarril de transportistas, solamente el de carga. Esas fotografías que mostramos eran antiguas y la mera verdad creo que la satisfacción de ver a la gente recordar, inclusive derramar las lágrimas, no tiene precio, no hay paga para eso”, comenta conmovido.
El archivo, de aproximadamente 250 fotografías del período de 1910 a 1950, llegó a manos de Ayala gracias a un señor que hace ocho años le confió la responsabilidad de resguardar tan importante patrimonio.
“El señor falleció hace cuatro años, él fue rescatando todas esas fotografías a través de esos tiempos. Desafortunadamente en su casa a nadie le interesó ese patrimonio que tenía, vio el interés que yo tenía y me obsequió ese gran legado. Son fotografías digitales, tengo algunos negativos originales, pero la mayoría son digitales. Es un legado único que tenemos nosotros los vigías y que tengo a disposición del grupo y de todo el municipio”.
Este grupo de Vigías del Patrimonio Cultural Pátzcuaro, integrado por 16 jóvenes, custodia un lugar que se conforma de comunidades indígenas, donde las danzas y pastorelas tradicionales de fin de año se hacen presentes.
Otra de las festividades es la verbena patronal dedicada a la Señora de la Salud, la más venerada en la región, que tiene lugar cada 8 de diciembre. En esta celebración sobresalen unas figuras gigantes de cartoncillo llamadas mojigangas.
“Es una imagen que fue creada por don Vasco de Quiroga a principios de 1540. Está realizada con una técnica muy importante que se llama ‘la técnica de la pasta de caña’, una manifestación originaria de la cultura purépecha. La manifestación que aquí le llamamos la mojiganga, son unos gigantes de estilo morro, pintados y que van acompañados por acordes musicales de cuerdas y guitarras”.
De los 16 integrantes del grupo de vigías, solo uno habla el dialecto purépecha. Sin embargo, aún no se ha trabajado plenamente en un proyecto o en dispositivos enfocados en el rescate de esta lengua indígena, pese a que ya solo el 20 por ciento de la población de Pátzcuaro la habla.
“Inclusive hace año y medio tuvimos un proyecto que bajamos ante el municipio de Pátzcuaro que se llamó 'Juguemos a pintar nuestro patrimonio', un proyecto que llevamos a cabo con cinco escuelas primarias. El compañero que habla purépecha nos acompañó a impartir el taller y trataba de compartirl algunos términos del patrimonio en purépecha”.
Para Ayala, las estadísticas con respecto a la desaparición de la lengua purépecha son frías pero verdaderas, por lo que señala que la problemática deberá estar en el plan anual de los vigías patzcuarenses en este 2016, diseñando una acción para retribuir o salvaguardar la lengua purépecha.
El grupo se ha visto en la necesidad de mandar proyectos a estructuras gubernamentales, principalmente en las convocatorias locales como lo son Cultura Para la Armonía de Michoacán o Pueblos Mágicos.
“De tres que hemos solicitados nos han aceptado uno, que fue por un monto de 30 mil pesos. Estamos en espera de una nueva resolución, en estos primero meses de 2016 vienen nuevas convocatorias y nosotros hemos decidido participar de esa forma. A veces sí necesitamos un poco de presupuesto para hacer las exposiciones, esta exposición que tuvimos el 20 de noviembre la pagamos con presupuesto nuestro”.
TESTIGO DE LA INDEPENDENCIA
Fundada en 1540 por el misionero agustino fray Pedro de Olmos, Yuriria es otra de las ciudades que se ha sumado al programa de Vigías del Patrimonio Cultural.
Establecida en el sur del estado de Guanajuato, este municipio debe su nombre al vocablo purépecha yuriapúndaro que significa “lago de sangre”, en referencia al pigmento rojo en el agua de un lago cráter natural situado ahí. La localidad también se afinca en los márgenes de una laguna artificial creada por los colonizadores españoles, la obra hidráulica más importante durante la Colonia en América Latina. La laguna, que es alimentada por el río Lerma, lleva más de 500 años proveyendo de agua potable a la comunidad y albergando actividades productivas como la pesca.
Entre el patrimonio tangible de la región destaca el ex convento agustino de San Pablo, construido en 1550. Durante 1813, Agustín de Inturbide (quien en ese entonces combatía a los insurgentes) tomó el ex convento como cuartel.
“Hay varias leyendas alrededor de sus estancia en este lugar. Una es que uno de los padres incendió la parroquia para que Iturbide dejara el lugar, se perdió todo el altar, solo quedó una parte del retablo y es lo que se exhibe en el museo. Otra de las historias es sobre una pared del convento que tiene muchos orificios, de la cual dicen que sirvió de paredón para fusilamientos”, cuenta Cristina Durán González (25 años de edad), licenciada en turismo y vocera de los vigías de Yuriria.
Señala que en el piso del ex convento se pueden observar marcas de herradura debido a que, según dice, los militares entraban al recinto a caballo. Asimismo, existe un mapa que da constancia de cómo Iturbide estudió el pueblo para poder atacar al fuerte de Zuluaga, que estaba ubicado en la laguna artificial.
El grupo de vigías guanajuatense ha tratado de involucrar a los habitantes de Yuriria para que se interesen por las actividades que realizan en pro del municipio.
“Es una recopilación de fotografía social antigua, se está invitando a toda la comunidad a que participe con sus fotografías y con alguna de las historias de estas fotos. Es un proyecto que ya tenemos tiempo trabajando para que pueda quedarse como un archivo histórico fotográfico de la ciudad”, comenta respecto a uno de sus planes.
Otra de las actividades de los vigías de Yuriria, se establece en clases gratuitas sobre la danza de los paloteros, que originalmente fue parte de un ritual purépecha y ahora está anclada al catolicismo en la veneración de la Virgen de Guadalupe.
Con tan solo cuatro integrantes, el grupo graduado en 2014, constituye el más pequeño del estado de Guanajuato, por lo que se ha auxiliado con grupos de comunidades vecinas como lo son los vigías de Salvatierra para generar nuevos proyectos.
“La verdad es una experiencia muy agradable; estar reconociendo la historia y la cultura del lugar de donde eres, dejar de ver las cosas de manera cotidiana e irles buscando otro sentido y ver a la ciudadanía interesarse en el municipio la verdad deja mucha satisfacción”, compartió.
TRAS LAS RAÍCES DE TORREÓN
Entre 2007 y 2012, la ciudad de Torreón estuvo sumergida en una guerra entre cárteles antagónicos del narcotráfico. Una de las zonas más afectadas fue el poniente de la ciudad, donde la morfología arquitectónica y geográfica del lugar propiciaba la presencia de estos tipos de grupos delictivos.
La ola de violencia alejó a muchos colonos de sus espacios recreativos, esto motivó a los vigías del patrimonio cultural de Torreón a tomar como primer proyecto el rescate de la Casa del Cerro, pero no únicmaente como museo, sino como ícono identitario de la zona.
Construida en 1898, la Casa del Cerro fue originalmente el hogar de la familia del ingeniero alemán-estadounidense Federico Wulff, quien diseñó la primera zona urbana de la ciudad en lo que ahora es el Centro Histórico de Torreón. Desde entonces, el inmueble ha custodiado la ciudad sobre el relieve perteneciente a la Sierra de las Noas, significando así uno de los patrimonios tangibles más antiguos y simbólicos de la región.
El complejo fue reinaugurado como museo en 1994 después de casi medio siglo de abandono, desde ese momento no ha interrumpido sus actividades pese a que en 2010 hizo las veces de cuartel militar.
“Cuando yo nací ya estaba”, comenta Carlos de Santiago, jubilado de 63 años y vecino de la colonia La Unión, “estaba abandonada, duró mucho tiempo sola, no había árboles, una casa, así, nomás. Solo he ido una vez porque me interesaba conocer lo que había adentro. Decían que fue de la Revolución, que fue cuartel. En aquel tiempo decían que era una casa de un señor muy rico y que la recuperó”.
Fue en 2015 cuando el programa Vigías del Patrimonio Cultural llegó a tierras laguneras y tras cuatro meses de formación, pudo graduarse un grupo de vigías en noviembre pasado.
Los vigías comenzaron a diseñar un dispositivo con la intención de acercar a la población de un kilómetro a la redonda a la Casa del Cerro. Los períodos entre las clases presenciales sirvieron para realizar trabajos de investigación de campo en colonias como La Fe y Morelos, donde se realizaron encuestas a alumnos de primaria y secundaria.
“No pretendemos resolver todos los problemas, pero esperamos que lo que hacemos pueda ir ayudando un poco en ese sentido. La mayoría de los niños no tienen ni la menor idea de dónde está la Casa del Cerro, algunos sí la reconocían por fuera, pero los otros nada. La diferencia entre los niños de primaria y los de secundaria es que con los primeros hay apertura hacia el acercamiento, mientras que con los jóvenes es algo más como ‘me vale’, para ellos la Casa del Cerro es ajena a su realidad, es un problema mucho más profundo”, declaró Paola Blacio, vocera de los vigías torreonenses.
Además, los miembros del grupo realizaron entrevistas a personas de la tercera edad, vecinos de la zona. El fin de esta actividad era auxiliar en el diseño del dispositivo Las charlas de café, el cual consiste en convocar a vecinos mayores de 50 años para que compartan anécdotas sobre el inmueble, usando de guía un archivo de audio. La primera sesión se realizó el 13 de noviembre de 2015.
“La idea era que los adultos mayores pudiesen tener un espacio para compartir sus historias alrededor de la Casa del Cerro. El cómo un punto iba haciendo un hilo conector y todos tenían una experiencia en común. La verdad no pensé que nos fuera a ir tan bien, porque los señores nos preguntaban cuándo sería la próxima sesión”, destacó Blacio.
Los vigías pretenden corregir el proceso de documentación, ya que varios invitados se intimidaban con las cámaras fotográficas, y auxiliar en la accesibilidad al museo para las próximas sesiones que tendrán lugar en este año.
Los próximos proyectos de los vigías de Torreón se concentraran principalmente en el patrimonio arquitectónico perdido de la ciudad y en las tradicionales danzas de la región.
EL FUTURO DEL PROGRAMA
La desaparición del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (Conaculta), sucedida oficialmente el 17 de diciembre de 2015 para abrir paso a la creación de la nueva Secretaría de Cultura, proyecto propuesto por el Gobierno Federal, da lugar a dudas y especulaciones sobre el destino de varios programas culturales, siendo Vigías del Patrimonio Cultural uno de ellos.
Navarro Sada indicó que probablemente habrá ajustes y esto puede implicar que el programa pudiese asignarse a otra área. Aunque afirma que hay voluntad por parte de las autoridades para darle continuidad al programa y expandirlo a otros estados de la república donde no hay presencia.
Por lo pronto se tiene contemplado impartir el diplomado durante 2016 en localidades como: Real del Monte, Hidalgo; Chalma, Estado de México; Saltillo, Coahuila; Chignahuapan, Puebla, entre otros.
La iniciativa para que programas como Vigías del Patrimonio Cultural se sigan fortaleciéndo y programando, es vital para que la ciudadanía conozca y colabore en el cuidado y conservación de su patrimonio cultural. Sin duda alguna, es un proyecto único en el país que a través de estos cuatro años ha dado frutos interesantes.
Twitter: @BeatsoulRdz