Vaya polvareda que levantó la visita de Donald Trump a México, misma que se fraguó un día antes y que duró apenas tres horas.
Fue por demás sorpresiva y polémica, muchos no llegamos a creer que un personaje que había declarado tantas sandeces en contra de México y los mexicanos, podría pisar la casa presidencial y ser recibido por Enrique Peña Nieto.
Bien dicen que lo cortés no quita lo valiente, ¿pero era realmente necesario tenderle la alfombra roja a un hostigador de los inmigrantes y quien ha hecho mofa de nuestro país en tan repetidas ocasiones?
El ganador indudable de esta jugada política fue el candidato republicano, Donald Trump, quien vino hasta la capital azteca para reiterar -quitado de la pena-- sus ya conocidas posturas:
Construir un muro en la frontera que deberá ser pagado por México, ajustar el Tratado de Libre Comercio, penalizar a las empresas yanquis que inviertan en México así como expulsar de manera inmediata a los inmigrantes ilegales.
Trump no ofreció ninguna disculpa ni tampoco atemperó su postura sobre migración que algunos pensaron la moderaría durante este viaje y luego en su mensaje que ayer dictó en Phoenix, Arizona.
Con su visita a Los Pinos, Trump lanza el mensaje a los votantes norteamericanos que es capaz de mantener una relación diplomática con México a pesar de su rígida postura, pero además afianza las simpatías de los radicales republicanos que apoyan al magnate neoyorquino.
No estamos seguros si esta faena le proveerá de algunos puntos en las encuestas de popularidad, pero cuando menos lo puso de nueva cuenta en el centro de la noticia, la mayoría de los medios norteamericanos dieron amplísima difusión al periplo del aspirante presidencial.
Duele decirlo, pero el perdedor de la faena es Enrique Peña Nieto y el pueblo de México. Difícil saber qué dijo Peña a Trump en privado, sin embargo, en su discurso a los medios no fue contundente ni expresó el verdadero sentir de los mexicanos.
"Señor Trump, usted será bienvenido a este país cuando ofrezca una disculpa pública por sus agresiones verbales contra los mexicanos, y aquí frente a mi pueblo, le expreso mi firme oposición a su descabellada idea de construir un muro en la frontera. Si mantiene sus posturas homofóbicas esperamos que nunca llegue a la Casa Blanca, y de conseguirlo cuente desde ahora con el abierto repudio y enemistad de los mexicanos".
¿Habría sido difícil hablar con tal claridad y expresarle cara a cara y de una vez por todas la posición de nuestro país?
Temprano el miércoles fue el expresidente Vicente Fox quien censuró el viaje de Trump ante la televisión norteamericana, dijo entre otras cosas que el republicano no era bienvenido porque "no podemos confiar en una persona que haya satanizado a los mexicanos".
Lástima que Fox habló ante la CNN cuando pudo antes llamarle directamente a Peña Nieto y expresarle su rechazo a la presencia del candidato presidencial.
Seguramente la tormenta pasará en los próximos días, Estados Unidos volverá a su encarnizada campaña electoral mientras que los mexicanos regresaremos a nuestros habituales debates.
No obstante perdimos la oportunidad dorada de poner en su lugar al petulante de Trump, quien está cada vez más lejos de llegar a la Casa Blanca, sin embargo, sus desplantes han servido para revivir viejos sentimientos en contra de nuestra raza y país en pleno tercer milenio y cuando se habían superado innumerables discrepancias entre ambas naciones.
Lástima, pues, porque difícilmente habrá otro momento como éste para defender la dignidad de los mexicanos.
APUNTE FINAL
"Cuando adviertes que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada". Lo anterior no fue expresado por un intelectual o un periodista mexicano, tampoco por un político opositor. Lo escribió en 1950 la escritora norteamericana de origen ruso Ayn Rand, en referencia a lo que sucedía en Estados Unidos y en el mundo. Cualquier semejanza con la vida nacional será mera coincidencia.