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Marcela Pámanes

Un nuevo año está por delante, tendremos todos nuevas oportunidades, seguro haremos propósitos distintos o intentaremos cumplir los que están pendientes, la esperanza de mejores momentos nos acompaña. Me da la impresión de que a veces necesitamos fechas significativas para cerrar o concluir lo que no nos gusta de nuestra vida y para imaginarnos lo que sí queremos para nuestra existencia.

No podemos negar que nos acostumbramos a que las cosas pasen como si no hubiera remedio alguno, lo mismo cuando se trata de un dolor físico que de un dolor emocional, es similar a cuando hay algo que no está bien en casa, desde un foco que no enciende, la puerta que no cierra bien o la pared despostillada desde hace tanto que no notamos que está así hasta que alguien nos abre los ojos. Lo que no queremos también lo integramos a nuestras vidas, dejándolo pasar como sí fuera natural.

Habituarnos a la vida que no queremos es muy peligroso, porque creemos que está bien, muchas veces nos consolamos diciendo que estamos en la gloria en comparación con lo que les pasa a otras personas, o bien, expiamos culpas creyendo que es algo que nos merecemos por algo que hicimos o dejamos de hacer, esto ocurre las más de las veces a nivel inconsciente.

Casi para cerrar el año tuve oportunidad de asistir a un temazcal, esta medicina antigua que desintoxica y libera, la experiencia fue muy grata porque éramos cinco mujeres con toda la energía que eso significa buscando sentirnos mejor, el único hombre era el 'temazcalero'.

Son cuatro puertas las que se abren y se trabajan cuatro temas: sabiduría, salud, discernimiento y paciencia. Sabiduría de lo cotidiano, no la de las teorías y los libros, sabiduría que parte del autoconocimiento y la observación. Salud que comprende los tres planos de vida: lo físico, lo emocional y lo espiritual, nos recuerda que es una ilusión querer vivir bien hacia afuera cuando no hay un equilibrio hacia adentro. Discernimiento para poder decidir fundamentados en la valoración de las consecuencias de cada uno de nuestros actos, y paciencia que nos permite vernos en los demás, entender y respirar para que el enojo o las diferencias no nos hagan daño.

Al final cada una expresamos lo que nos dejó el compartir el calor de las abuelas, nombre que reciben las piedras que al calentarse con leña entran al pozo que hay en medio del Temazacal y al ser humedecidas con agua preparada con hierbas, liberan el vapor que penetra cada poro de la piel, me quedó claro que lo que debía decir era “consciencia”.

Darme cuenta que la vida es corta, que la vida es hoy y que es un sueño pensar que todo lo podemos dejar para luego, que preferir postergar esas decisiones que están gritándonos y queno queremos escuchar por comodidad o por miedo es un acto de cobardía.

Ser valientes es una obligación para con nosotros mismos, qué mejor que cerrar un ciclo, una vuelta al sol, que alcanzándonos a ver con todas nuestras debilidades pero también con todas las fortalezas que hemos acumulado.

No hemos vivido lo que nos ha tocado sólo por una cuestión de destino; lo bueno y lo malo nos lo hemos procurado, el principio del cambio y la transformación es reconocerlo, no para martirizarnos, más bien para hacernos cargo de ello. Cerrar ciclos es sano, nos deja sin pendientes, hacemos uso de nuestra libertad. Por eso terminar el año reconociendo el dolor y aspirando a la alegría nos da una perspectiva de vida distinta, si tienes deudas económicas o emocionales cúbrelas, si traes atorada una palabra suéltala, si quieres tirar algo no te detengas, si requieres de un consejo pídelo, si hay enojo libéralo.

Hagamos un compromiso con nosotros mismos: vivir bien.

Twitter: @mpamanes

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