Sin ser un copia, parece que la historia da vueltas y siempre regresa. Aunque estamos en la segunda década del sigo XXI, por momentos uno recuerda los exuberantes años setenta en México. En pleno presidencialismo autoritario, gobernó José López Portillo para la posteridad, tanto así, que todavía no lo podemos olvidar. "Jolopo", como solían decirle, no sólo leyó tres libros, sino toda una biblioteca. Un buen día de su gobierno, nos cayó la maldición del petróleo. Durante su administración se descubrieron ricos yacimientos de petróleo. A partir de ese momento dijo el presidente, "los mexicanos que han sufrido carencias ancestrales, ahora tendrán que aprender a administrar la abundancia". ¡Y así nos fue! Casi de la noche a la mañana, nos comparamos con la riqueza de los árabes y demás miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo.
Con la guerra de Yom Kipur, los precios del crudo subieron de manera considerable hasta entonces. Una cosa llevó a la otra, y pronto el gobierno de México contrató deuda en el extranjero al por mayor. Más petróleo, más deuda. Todo en dólares hasta que cayeron los precios del crudo. Las tasas de interés subieron y la deuda se multiplicó. ¡Toda una catástrofe! La paridad peso dólar se fue por la nubes. Envalentonado, nuestro presidente insistió en defender el peso como perro. El resto fue un desastre. Para su último informe de gobierno, "Jolopo" todavía nos preparó sorpresas como la nacionalización de la banca. En su mejor pieza discursiva afirmó: "No vengo aquí a vender paraísos perdidos, ni a buscar indulgencias históricas… soy responsable de timón, pero no de la tormenta".
Quizá nos parece lejana esta historia, pero cada vez el gobierno de Enrique Peña Nieto refrenda el pasado. Le apostó todo a la Reforma Energética, pero los beneficios no llegaron. Al tiempo, Estados Unidos encontró la mejor ocasión para pactar con sus socios árabes, una baja significativa del barril. La dichosa reforma se devaluó antes de empezar y el petróleo quedó a precio de ganga. En esa tendencia, a México se le cayó el ingreso petrolero, pero contrató deuda como borracho. En esas condiciones, sube y sube el dólar. Ya casi está al nivel de Benito Juárez en nuestros billetes.
Para cada año de los tres de que lleva EPN, la deuda ha crecido a niveles preocupantes. Ante el aumento de la deuda nacional, el año pasado el funcionario del Fondo Monetario Internacional, Robert Rennhack, advirtió con elegancia que el aumento de los créditos, es un "desafío" para el gobierno mexicano. ¡Vaya desafío! Para la Secretaría de Hacienda el incremento de la deuda pública ha sido moderado y menor al de otras economías (Comunicado, 19 de enero de 2016). Dicho de otra manera: sigamos endeudándonos, que otros están peor.
Recientemente el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, advirtió en una entrevista al Financial Times, que los países emergentes deben estar preparados para "una crisis potencialmente severa y de consecuencias violentas". ¿No es hora de llamar a la prudencia? Mientras tanto sigue la fiesta.
El grueso del dinero que los contribuyentes mexicanos aporta en impuestos, 80 por ciento va para gasto corriente. Únicamente el 20 por ciento se destina a inversión. Con razón al gobierno nunca le alcanza. Con razón el notable deterioro de los servicios públicos y las instituciones mismas. Sin mucha atención de por medio -todavía seguimos preocupados por el destino de Kate del Castillo-, estamos transitando peligrosamente de una déficit controlable, a una problema mayúsculo en el mediano plazo. ¡Un bomba de tiempo! La historia ya la conocemos. En México un gobernante, sea presidente municipal, sea gobernador o presidente de la República, pueden contraer deuda hasta quebrar las finanzas públicas sin que exista ninguna responsabilidad de por medio. Un pequeño, pero desarrollado país como Islandia, metió a la cárcel al presidente que los endeudó en años recientes.
Por el contrario, acá ninguna sanción, ningún límite. Y si las cosas llegaran a complicarse, siempre queda el recurso de recurrir a la Procuraduría General de la República para que expida un generoso documento de exoneración. Digámoslo claramente. ¡Que viva México!
Nos vemos en Twitter,@uncuadros.