Te cubrirá con su sombra. Foto: Dario Ortiz
A Darío Ortiz Robledo le quedan justas las palabras. Es alguien que pinta, escribe, sueña, principalmente sueña. Le gusta reír y es un optimista irredento. Cree en un mundo mejor y es un amante de la paz porque la oportunidad de deponer las armas no hay que tomarla sino aprovecharla.
Cuando habla, su voz sale pausada, como si antes de salir a la superficie el sonido se detuviera en alguna parte del laberinto de las posibilidades, no vaya a ser que con su aparición eche a perder el lienzo del diálogo.
Nació en Ibagué, Colombia, un 12 de septiembre de 1968, y desde hace cerca de tres décadas hizo de la pintura, primero, su principal aliado a la hora de crear una conciencia propia y, luego, una bala cargada con el deseo de influir en la mente del público, uno que no es un gran, gran público, lo que interesa es que sea el correcto. Su obra viajera lo ha llevado a Italia, Austria, Eslovaquia, Colombia, Caracas, China, Estados Unidos, entre otros destinos.
El pasado 4 de marzo, el pintor colombiano radicado en México inauguró su “Fábula del pintor ciego” en el Museo de Arte del Estado de México. Esta exposición fue concebida, no desde una ironía simplista o el oxímoron divertido. No, el trasfondo es tan grande como la prosa de José Saramago. En su Ensayo sobre la ceguera el fallecido escritor portugués sentenció que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven. Tal idea es el hilo conductor de la narrativa visual dispuesta por Ortiz Robledo.
Saramago afirma que “la peor ceguera es la mental” y el pintor colombiano añade que si bien las personas reciben un bombardeo de millones de imágenes, no solo a través de la televisión e internet, no es mucho lo que se extrae.
"Estamos viendo, sí, pero no gran cosa", dice y comparte algunas preguntas recurrentes que lo abordan a la hora de meditar sobre su papel: ¿Tiene sentido preparar algo tan elaborado?, ¿invertir tanto tiempo en una obra que apenas si será vista?, ¿qué esperar cuando incluso ante los grandes cuadros expuestos en los museos el ojo del espectador se detiene apenas unos cuantos segundos?
Porque ni siquiera las piezas maestras se salvan de ese "no ver", de ese "mundo efímero que nos venden", dentro de esa invitación permanente a "consumir antes que pensar", hecho que entra en conflicto con el oficio de Darío toda vez que "el arte invita a pensar" y para completar el trámite es necesaria la pausa, observar, descubrir, reflexionar.
¿Qué opina de que museos como el Met liberen imágenes de su catálogo para que puedan ser utilizadas de forma libre?
Me parece bien, la verdad es que ya se habían demorado, esa es la realidad del día de hoy. Con cualquier teléfono, con un par de gafas, uno puede atrapar todo lo que sucede alrededor. Pretender que la imagen no se difunda es imposible, como estar luchando contra un océano.
Como artista lo que me interesa es que mis obras se publiquen y se difundan, claro, también que se respeten. La imagen es lo que importa, si la imagen sobrevive, sobrevive lo demás.
Hay creadores como Jan Svankmajer para quienes la sociedad tiene el ojo pervertido, ¿comparte esa idea?
Como artista no debo emitir los juicios, sino más bien las preguntas, no soy quien para decirle a la gente lo que debe o no hacer, lo que debe o no pensar, tampoco es mi papel juzgar. Sí puedo decir que descubro altibajos en la sociedad y, como en la acupuntura, pongo las agujitas en los sitios que identifico.
No emito juicios, pero sí pregunto, ¿por qué se pervirtió? Si el universo se confabulaba para que contempláramos la vida de otra manera, ¿por qué pasó esto? Seamos francos, hoy día, cuando la gente quiere ver un paisaje hermoso, no sale a la calle, no sale a buscar el cielo, lo busca en internet y lo pone como protector de pantalla. ¿A qué hora acabamos así?
Ahora, el arte de la pintura va a públicos tan reducidos que uno no puede pretender cambiar el mundo. Cuando mucho se aspira a tocar algunas conciencias.
¿Cómo influyó en su obra vivir en ciudades como Nueva York, Miami, Madrid, Florencia?
Es un proceso, el artista que soy, a mis 48 años, es un artista maduro. Mis intereses vitales son distintos a los que tenía cuando viví en esos lugares.
En Florencia, por ejemplo, eran mis años de formación artística. Mi objetivo era encontrar un lenguaje, un estilo propio.
En Miami, la primera vez, y en Nueva York, era un artista que buscaba la proyección internacional, los contratos con importantes galerías.
Al leer mi obra en su conjunto, se ve el paso por Florencia, por España, se ven personajes del metro de Nueva York, cosas así.
Ahora, mi pintura está influenciada por la pintura tradicional occidental, de madre europea, no es fácil ver lo latinoamericano en mi obra, pero ahí está. Por ejemplo, en mis obras, de un tiempo acá, ahí está México, el grano gestador de América Latina.
Esta etapa mexicana ha sido para mí una experiencia fundamental en la medida en que me siento más enraizando, me estoy reconociendo por un camino de doble vía, lo que soy y lo que no soy.
Por ejemplo, me toca ver todo este tema del muro, blancos clamando por su espacio contra las tribus latinas, y me siento en el epicentro de los acontecimientos.
Reconozco que mi pintura todavía no se puede leer como mexicana, pero en el futuro así será. Lo que estoy viviendo hoy, todavía hace falta masticarlo.
¿Ha renunciado a su infancia a la hora de crear?
No, la cuota de irresponsabilidad del niño es necesaria para contravenir la norma y crear un nuevo camino. Cuando uno se va por el camino transitado, el destino es más seguro. Pero, el artista debe ir más allá de la zona de confort, tiene uno que violentar su seguridad y su comodidad para encontrarse.
Hace unos días tuiteó, a propósito del proceso de paz en Colombia, "cada mentira paga su precio", ¿qué sentía al momento de escribir esa frase?
La situación colombiana es un poco inimaginable, es un país que lleva más de 50 años en una guerra. Los partidos políticos comenzaron una violencia partidista en la que los grandes líderes torpedean diariamente el proceso de paz.
Tenemos con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), parte de esa guerra con más de medio siglo de duración, una oportunidad para la paz, no ha habido antes una oportunidad del mismo calibre y a media Colombia no le interesa, así de sencillo.
Procesos como el de la paz no se pueden parar, estamos hablando de una situación de guerra que producía miles de muertes por año, pero también de un país que estaba cómodo con la situación, porque hay quienes sienten que su ciudad está muy bien aunque en otra parte de su nación se estén matando.
Se trata de hacer la paz. Soy partidario de un acuerdo negociado. Pero hay un elemento de discordia, un asunto de egoísmo. Si la guerrilla va a entregar las armas, no significa que en Colombia haya paz, se sienten las fuerzas en ebullición permanente.
¿Qué hay en lo más alto de aquello a lo que puede aspirar un ser humano?
Espero que no suene a discurso cristiano: el hombre a lo que debe aspirar es al amor. Si no actúa con amor, todo se complica. Hay que educar en aceptar la diferencia, en aceptar que hay alguien que siente y piensa distinto y que comparte con nosotros el pan, el trabajo, el espacio. Se requiere una conciencia del amor, lo contrario del egoísmo.
¿De dónde nace su gusto por la historia?
La respuesta tiene mucho que ver con la familia de la que provengo, una familia de intelectuales, me inculcaron el gusto por la lectura, sin ir más lejos, mi padre, historiador y escritor.
Uno no sabe a qué hora termina apasionado por esos temas. A mí me gusta la lectura y la investigación, más si se trata de temas sobre los que no hay quien deje unas notas de papel.
No me considero un historiador, pero me gusta. Asumir la pintura con una visión un poco histórica me hace ser contestatario, porque uno tiene en cuenta que las vanguardias pasan, que los hombres son efímeros y sus sueños también.
¿Sus influencias a la hora de tomar un pincel?
Pienso que hay un punto digamos crítico, irónico, que le da un aspecto anacrónico a mi pintura, tiene que ver con la posmodernidad, sin los teóricos del siglo XX mi trabajo no tendría mucho sentido.
En mis cuadros se dan infinidad de diálogos, nombres como Velázquez, Caravaggio, Rivera, estilos como el barroco, el renacimiento, también Goya aporta algo, hay elementos de composición de Picasso, en fin. Este diálogo lo permite el rompimiento del discurso que traía la posmodernidad y ser contemporáneamente anacrónico.
Solo los peces muertos nadan con la corriente, nadar en contra es más difícil, pero es lo que me llama.
¿Alguna influencia musical, literaria, o de otras disciplinas?
Muchos colegas se inspiran en piezas musicales. A mí me encanta la música, pero jamás he trabajado en un condicionamiento ligado a ese arte. No pienso en hacer la pintura de una sinfonía de Mozart o de Dvorak, tampoco pienso en ser la parte pictórica de Shakira.
Si acaso, mi trabajo tiene más relación con el cine, pero es una inconsciente, quizá alguna escena de alguna película, o algún elemento de una toma se coló en alguna de mis obras.
Y como ya he mencionado, la historia, la filosofía... lo importante es que si a eso le sumas el provenir de uno de los países más violentos de la Tierra, tienes un cóctel suficiente para construir lo que quieras.
Los elementos religiosos en tu obra, ¿están ahí para provocar?
Sí, si piensas en eso es posible dar con un tono crítico. El grueso del arte contemporáneo se basa en la crítica pero su construcción está tan lejos del público que no sirve de mucho.
A mí me interesa la iconografía religiosa porque es de las cosas que llevan siglos y siglos establecidas en el inconsciente colectivo. Comencé a hacer figuración de esa iconografía para aprovechar que está enraizada, eso facilita un diálogo complejo. La alteración de esa imagen establecida produce malestar, inquieta. Lo entendí cuando hacía arte abstracto, lo entendí en Umberto Eco y en otros.
Al principio, tocaba esos temas para descubrirlos no para criticarlos, si me enfoco en lo católico no es porque no pueda pensar en los religiosos musulmanes sino porque a los católicos es a los que tuvimos cerca, lo que nos duele. No hay ninguna intención de entablar una discusión con la religión misma. Mi obra es laica.
Ya se cumplió un año de la censura de tu obra After en el Museo de la Acuarela, ¿qué nos puede comentar de la prohibición de su cuadro?
Ellos me dicen que lo que quieren promover de la acuarela está en otra orilla diferente, me rechazan la obra cuando ya había anunciado que se iba a presentar en ese espacio. Había un elemento temporal que no tenía nada que ver con mi trabajo; la venida del Papa.
Los ánimos estuvieron caldeados en ambos extremos, a favor y en contra. Al final decidí aplazar algunas exposiciones, guardar silencio. No me interesa la polémica, me interesa el arte.
¿Qué piensas cuando alguien te presenta como un pintor hiperrealista? ¿Prefieres que se refieran a tu obra como figurativismo narrativo?
Cuando la gente ve un trabajo como el mío tiene esa palabra en la mente, hiperrealismo. Sin embargo no tiene nada que ver con mi trabajo. Con esa etiqueta si un día pinto a una persona con un dedo de más o volando, la única conclusión posible es que cometí un error.
El hiperrealismo fue un movimiento que se desarrolló en Estados Unidos en la década de los setenta, en contradicción al pop, Si me comparas con sus exponentes me pones a competir con quienes hacen fotografías a mano.
Me parece más apropiado que el acercamiento a mi trabajo se quede en algo más simple y más claro. Mi pintura es figurativa, yo hago figuritas.
Las otras definiciones me parecen demasiado estrechas. Uso figuras porque me sirven para expresar lo que quiero, y son algo que el ser humano puede leer más fácilmente. También las prefiero porque así puedo disparar al inconsciente del espectador con más facilidad
Otro elemento que me distingue es la narrativa. Teóricos en Nueva York hablaron de que en la pintura, con el hiperrealismo, se había dejado de narrar. Los hiperrealistas presumieron que no decían nada, que sus obras no incluían opiniones de ningún tipo. Una cara es una cara y nada más.
En los noventa, surgió una figuración que volvió a decir cosas, es decir, como había sido siempre. Los creadores que hacemos esta pintura figurativa sentimos que nos enlaza con la cultura del mensaje y de la tesis misma del artista.
Sin embargo, a pesar de la resistencia que pueda uno poner, uno acaba encasillado en algún género, es inevitable, el que encasilla es el observador.
Correo-e: bernantez@hotmail.com