Los acontecimientos internacionales y la dinámica geopolítica pueden parecer contextos lejanos y de menor relevancia que los observados y vividos en los ámbitos nacional y regional. Pero esto sólo es una cuestión de percepción, porque lo que ocurre en el mundo, sobre todo en las grandes potencias y en sus relaciones entre ellas, tarde o temprano termina por afectar prácticamente al orbe entero, incluida la región en donde vivimos. Porque México no es un territorio aislado. Tampoco lo son sus estados. Si algo nos enseñó 2016 es que como Estado-nación somos más vulnerables de lo que pensábamos, esto sin soslayar los errores que como gobierno y sociedad pudimos haber cometido. Por eso es importante no perder de vista lo que pasa en el mundo, principalmente lo que sucede con aquellos países que por su poder económico, energético, político y militar ejercen una influencia mucho más allá de sus fronteras. A continuación, un repaso de algunos temas de la agenda internacional a los que hay que poner atención en este 2017, sin ánimo exhaustivo y desde la perspectiva estrictamente periodística.
La mayor atención está puesta en Estados Unidos, la superpotencia por antonomasia que el 20 de enero próximo tendrá un nuevo gobierno encabezado por el magnate republicano Donald Trump, quien a pesar de haber perdido el voto popular, ganó el colegio electoral que es definitivo. La llegada de Trump a la Casa Blanca ha sido vista, junto a otros acontecimientos, como el fin de una era iniciada hace 30 años, en donde la globalización neoliberal impulsada por Estados Unidos y Reino Unido terminó por imponerse como modelo dominante en el mundo tras el fracaso del bloque comunista liderado por la Unión Soviética. Trump ha planteado un regreso al proteccionismo económico y la revisión o cancelación de los tratados comerciales (incluyendo el TLCAN con México), es decir un repliegue abierto del neoliberalismo que ha sido visto como causa de la depauperación de la clase obrera industrial estadounidense. Además, el futuro presidente ha anunciado un endurecimiento de las políticas migratorias con medidas claramente xenófobas y anacrónicas, como la construcción de un muro a lo largo de toda la frontera.
Por otra parte, está la reorientación de la política exterior que siguió Barack Obama en sus ocho años de gobierno. China es visto y tratado por Trump como el gran enemigo comercial que hay que derrotar y Rusia como un aliado inusitado para establecer un nuevo orden mundial. En riesgo están los acuerdos con Cuba e Irán y la viabilidad de la Alianza Atlántica, eje militar de Occidente durante la segunda mitad del siglo XX y el arranque del XXI. Privilegiar a Rusia en las relaciones internacionales implicaría no sólo poner en peligro la unidad de la OTAN, sino también debilitar la natural cercanía entre Estados Unidos con la Unión Europea y con ello minar la fortaleza del llamado bloque occidental. Habrá que ver si Trump logra superar las trabas que Obama le ha puesto con las nuevas sanciones a Rusia y el obstáculo que representan los propios republicanos que ven con recelo al gigante euroasiático.
El regreso de Rusia a los primeros planos internacionales es hoy indiscutible. Su presidente, Vladimir Putin, es visto como el líder político y jefe de Estado más fuerte de este siglo, ya que hasta ahora ha conseguido todo lo que se ha propuesto, desde Georgia hasta Siria, pasando por Bielorrusia, Crimea, Ucrania y Moldavia. Incluso se le acusa de haber influido de alguna manera en el triunfo del "Sí" a la salida del Reino Unido de la Unión Europea y de forma más determinante en la victoria de Donald Trump. De confirmarse ambos hechos, Putin estaría por encima de cualquier mandatario estadounidense en cuanto a poder se refiere. La gran incógnita es si la Rusia de Putin podrá aliarse a los Estados Unidos de Trump sin dañar su cercanía con la China de Xi Jinping, con la que posee intereses y proyectos comunes como la consolidación del Puente Terrestre Euroasiático también conocido como Nueva Ruta de la Seda. Además, no está claro aún qué va a pasar con el despliegue de tropas que el gobierno de Obama y la OTAN llevan a cabo desde hace meses en varios países de Europa Oriental, al cual el gobierno de Putin ha respondido con un despliegue de armas con capacidad nuclear en Kaliningrado.
El peso específico de la Unión Europea en el mundo ha decaído. Y no sólo por su incapacidad de adoptar una política exterior autónoma y coherente o su imposibilidad de hacer frente a la creciente amenaza rusa, sino también por situaciones internas como el aumento de expresiones políticas nacionalistas y hasta xenófobas; la inestabilidad económica de algunos de sus integrantes, como Grecia, y el enorme desafío que representa el arribo de cientos de miles de refugiados, principalmente sirios, que han huido de los conflictos en Medio Oriente y el Norte de África. En 2017 habrá elecciones en Francia y las posibilidades del triunfo de una derecha antieuropeísta y filorrusa son cada vez mayores. Si Marine Le Pen llegara al Palacio del Elíseo es muy probable que pronto estemos hablando de un "Frexit" como ahora del "Brexit", y la Unión Europea quedaría sólo bajo la tutela de la Alemania de Angela Merkel y en camino a su desaparición. La única alternativa en el horizonte para la Francia afín a la Unión Europea es el centroderechista Fracois Fillon, quien pugna por una profunda reforma de la Unión, aunque ya ha dado muestras también de tener una posición más amigable con Putin.
Junto con Rusia y Estados Unidos, China es parte de la gran tríada protagonista de la geopolítica mundial. Ante el viraje hacia el proteccionismo contrario a la globalización neoliberal anunciado por Trump, el coloso asiático ha levantado la mano para convertirse en el nuevo paladín del comercio internacional, lo que no deja de llamar la atención tratándose de una república unipartidista ajena a la tradición democrática liberal que se ha mostrado como la defensora natural del libre mercado. El coqueteo de Trump con el régimen de Taiwán, no reconocido por Beijing, y el control que reclama China sobre el Mar del Sur serán un foco de tensión permanente que no debe perderse de vista. El año que comienza será trascendental para ver si las reformas aplicadas en 2015 y 2016 por la potencia de Oriente y sus alianzas estratégicas, sobre todo en Eurasia, le permiten continuar su ascenso hacia el primer puesto en la lista de las principales economías del orbe, y qué primeros pasos darán los Estados Unidos de Trump frente a ello.
Por último está el Medio Oriente, región fundamental para la paz mundial que desde el siglo XX ha sido un foco de conflicto constante no sólo por asuntos religiosos o intereses de las potencias regionales, sino sobre todo por el constante intervencionismo de Occidente y la proliferación de grupos extremistas. Siria es hoy la primera gran incógnita a resolver en 2017. ¿Podrá fructificar el acuerdo Rusia-Turquía-Irán-Al Asad sin la participación de Estados Unidos para pacificar al país tras seis años de cruenta guerra? ¿Se traducirá el acuerdo en un eje contra el terrorismo del Estado Islámico, Al Qaeda y sus ramas? ¿Podrá Rusia consolidar su presencia en la región y el acercamiento con el gobierno de Erdogan? ¿Retomará Trump la política de protección a Israel o el Estado judío volteará la mirada a Rusia? También es importante seguir de cerca los combates contra el Estado Islámico en Irak, sobre todo el curso que tome la Batalla de Mosul que tiene como objetivo arrebatar al grupo extremista su principal bastión y consumar así su debacle. Por otra parte, el futuro del histórico acuerdo nuclear de Occidente con Irán está en riesgo con el arribo de Trump. Y el terrible atentado perpetrado por un presunto "lobo solitario" inspirado en las agresivas bandas islamistas en un exclusivo club nocturno de Estambul la madrugada del primer día del año, pone el primer punto de la ruta que pudiera seguir el terrorismo en 2017.
Twitter: @Artgonzaga
E-mail: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx