(Primera parte)
En noviembre del 2016, escribí un artículo al cual titulé: "¡Aguas!, con los nombres que utilizan al registrar a vuestros hijos". En el mismo, mencionaba los nombres que están utilizando en las últimas dos décadas los padres al acudir al Registro Civil para registrar, valga la redundancia, a sus hijos, empleando nombres extranjeros que no van para nada con sus apellidos netamente de origen español y no solamente esto, sino también empleando no solamente un nombre, sino también dos y hasta tres de ellos.
Sé que todos tenemos el derecho de así hacerlo, y aunque no sé si haya alguna ley que así lo indique, consideramos que debe ser algo que no necesita una de ellas que así nos lo indique; sin embargo, mencionaba en ese mensaje que nuestro idioma, el español o el castellano, como querramos mencionarlo, es tan extenso que está considerado como uno de los más hermosos, y si de nombres propios para vuestros retoños se trata, contamos con una gran variedad de ellos que verdaderamente sería complicado para la pareja escoger entre tantos nombres que existen en nuestro hermoso idioma español.
Es cierto que por tradición todos los varones deseamos inmortalizar el nombre que nos impusieron, para bien o para mal, nuestros padres, y que generalmente ya viene de generaciones anteriores, por lo cual nos pudiéramos sentir muy orgullosos conocer que el nombre que portamos viene de tres, cuatro y hasta cinco generaciones atrás, por supuesto, cambiando el segundo apellido, mismo que corresponde al de nuestras madres. Mi nombre pudiera ser algo parecido, pues aunque no soy el junior, mis padres me registraron con el nombre del médico que me recibió aquella madrugada del 1° de mayo de 1942 y cuyo nombre era Lionel Levy Meyer, de origen alemán, lo que muy acertadamente hicieron mis padres fue castellanizar el nombre y registrarme con el nombre de Leonel; varias décadas hago lo mismo y registro a mi nombre con mí y también, varias décadas después, mi hijo hace lo mismo. Como conocí que el Dr. Lionel Levy Meyer no tuvo descendencia, yo me considero su hijo, mi hijo su nieto y mi nieto su bisnieto. Así de simple, así de sencillo.
Conocemos de casos que el segundo apellido "suena" más que el primero y hacen un nuevo apellido al unir ambos y agregar al final del de la madre y en algunos casos hasta desaparecerlo. Esto es muy común, aunque desconozco si sea legal, en personajes, sobre todo dentro de la política, pues los hijos de los mismos serían unos perfectos desconocidos si no se enlazan los apellidos de los políticos que hicieron historia.
Lamentablemente, en la mayoría de los casos, no como para que sus descendientes presuman de ello. Pudiera mencionar muchos ejemplos de ellos, pero para no herir susceptibilidades, me abstengo de hacerlo. También, vemos que las mujeres también están haciendo lo mismo: perpetuar su nombre a través de alguna de sus hijas y que también sucede, pasando a las siguientes generaciones.
Estoy consciente de que nuestros nombres provienen de otros idiomas, tal vez lo más frecuente que sean del inglés, francés, italiano y a lo mejor el portugués, aunque también existen muchos más de otros idiomas; sin embargo, todos ellos fueron castellanizados y tuvimos como consecuencia nombres que inspiraron a muchos compositores a dedicarles hermosas canciones y/o bien hermosas poemas y para muestra tenemos algunos ejemplos: Martha, Alejandra, Verónica, Ramona, Rosario, refiriéndonos en este caso al inmortal poema de nuestro vate coahuilense Manuel Acuña y qué decir de hermosos nombres para niños que no necesitamos para nada llevarlos del español, sobre todo al inglés. Pudiera extenderme con decenas de otros nombres para niños de ambos sexos, pero la liste sería interminable; de igual forma, podemos agregar nombres más autóctonos, como serían los que conocemos de decenas de los que llevaron nuestros ancestros y cuya lista también sería muy prolongada, pero para muestra tenemos: Cuauhtémoc, Cuitláhuac, Xóchitl, que me parecen bastante bien que los sigamos utilizando.
Por: Dr. Leonel Rodríguez R.