Comentaba don Fernando Marcos a todo aquel periodista novato y experimentado que se acercaba a su mesa, siempre nutrida de amigos que le escuchaban en silencio, de que el futbol es un deporte que ha tenido con el tiempo una desenvoltura en un mundo de ideas y culturas que dominan el ambiente todo, donde las firmas comerciales han puesto trampas a la visión natural de los bellos uniformes, que ahora se ven limitados por la profusión de los anunciantes en todas partes. Logotipos que limitan colores.
Ahora mismo, los jugadores convertidos en arbolitos de navidad se movilizan con intensidad, todos, como Santos y Querétaro, donde una tiene que aplaudir el tesonero esfuerzo, que muestra su honestidad pero desaprobar el pobre nivel de calidad del partido. Una cosa es la entrega y otra la onza de talento que saca agua de las rocas. Esa apareció solo cuando Osvaldo metió un pase de oro a Tabares y que el moreno supo concluir. El resto fue un gran forcejeo como si todos estuviesen resignados a encontrar la supervivencia y nada más. Es claro, el futbol es una máquina de hacer dinero pero no trabaja al mismo nivel que los hombres en la cancha.
Este futbol mexicano parece ser un esclavo del dinero que ha optado por vivir en el sometimiento, se le mira agotado y ese abatimiento surge cuando vedado el acceso a lo sublime no le queda más remedio que luchar por la subsistencia; es decir, cuando se movió para integrar su riqueza, omitió el cuidado del deporte prefirió los caminos que acceden a la plata grande, comercializó hasta las pestañas de la amante y ahora mismo enfrenta condicionantes que le marcan sello en su liga, que parece una niña indefensa.
Un equipo, cualquier equipo, que tome racha e hilvane triunfos, lo cual se ve poco porque la irregularidad es manifiesta, puede acceder a los puestos de élite. Santos mismo, si controla sus tiempos, si se da la pausa adecuada y consigue punch de ataque, puede colarse más arriba de lo supuesto, el asunto es que Furch inquieta a todos arriba, compañeros y rivales pero ha perdido la contundencia y en el afán de encontrarla, también olvidó el estilo y la finura, está en una etapa donde precisa de un consejero de emergencia.
Este es un futbol rico, donde hay extranjeros (200) por todas partes, algunos saben vender muy bien su imagen y se plantan por doquiera, en los planteles, en las oficinas, en los medios y todos son adorados por gente que les gusta su forma de hablar o de conducirse como si se tratase de santos laicos, cuando sólo de un escaso porcentaje se recibe la rentabilidad apetecida; Santos mismo tiene tres a los que ni siquiera lleva al banco de suplentes, no será por su enorme capacidad resolutiva.
Decía el mismo señor Marcos que el jugador foráneo tiene la obligación de ser útil y rentable; si no, ¿para qué traerlo?
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