Para que el relato de la historia sea dramático, todos los héroes necesitan de tiranos. Y está claro que los hombres todos, por humanos y falibles, encuentran en su momento la senda que nadie quiere pisar, ésa donde la adversidad se disfraza de desgracia y toma tonos despreciables, esos fracasos que son como una fotografía a la que asomas y surge el pasado y se despiertan los muertos y la memoria olvidada se hace presente y las palabras ya no son eco, sino conversación.
El extraño señor Osorio, hombre solitario y taciturno, se asemeja a los personajes zurdos, sin serlo, ésos que interpretan que deben descifrar el mundo de los diestros y al tratar de hacerlo con los mexicanos, el técnico cae en la cuenta de que él mismo interpreta la vida al revés, con sus rotaciones y palabras, como si todo mundo lo observase al otro lado del espejo.
El periodismo en México, ya lo descubrió Osorio, suele ser de rachas y modas, no precisamente de quienes sostienen un nivel de calidad por vocación a la profesión y en este tiempo, como sostiene Alvin Toffler predomina una era de información, que es como una lluvia que ilumina el mundo por cantidad, como fuegos artificiales que copan el cielo. Todos coincidimos en que si el hombre del pasado era ignorante porque carecía de noticias, el actual corre el riesgo de serlo porque le sobran. Sobran las noticias pero falta análisis, fondo, significado.
Cada cual ha golpeado al colombiano como ha querido, como si fuera una piñata a modo y eso lo han hecho todos los medios y aunque con sus ideas extrañas ha contribuido y los resultados no le han ofrecido solvencia, hay pedradas que casi se salen del televisor y nos pegan en la cabeza a los televidentes que seguimos esperando luces de talento en el despliegue, no el mismo canto de rondalla pero está visto que no hay valores, sólo lamentos que corren en todas direcciones.
Ahora mismo, sumergidos en un baño de realismo, los fans quisiéramos tener una alternativa periodística que nos ofreciera una sustancia de calidad, una entrega de análisis que pudiera inquietar y tal vez hasta doler pero que fuera punta de lanza para mejorar, no solamente los afanes golpeadores, revanchistas, como si sus espacios sólo fuesen concebidos para atacar.
Uno tiene que finalizar pensando que el escenario que nos pinta el periodismo todo es ficticio, como una fórmula de revender sus ideas al necio consumista que se planta en la sala de casa para espantar la angustia, pues las ilusiones no dan para el propósito que sirven y al fin, uno logra entender que los medios te ven como cliente, aunque te brinden sólo un precipicio para asomarse.
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