La inteligencia básica del ser humano está reprimida y distorsionada por cuestiones comerciales y políticas, somos seres que caminamos poblando calles en una exhibición de caracteres donde tal vez, de acuerdo a lo oscuro de cada mirada, la gente no necesita de un cartel para definirse, porque todos detectan luchas internas de cada uno para sobrevivir en la guerra de la vida que no termina nunca, por ello nuestros pasos son medidos y silenciosos como se camina en las iglesias.
En ese digno intento de vivir lo mejor que se puede, el hombre sabe que no es bueno quejarse y que cada uno tiene suficiente con lo suyo, así que le viene quedando prohibido rebelarse, pues cuando medita por sus desacuerdos con los protagonistas de los medios, del deporte o de su entorno mismo, ubica cero a favor y muchos tantos en contra desde siempre, porque el conformismo es parte esencial de la condición humana y el tiempo no lo modifica.
Los aficionados no tenemos quien nos defienda, somos la masa consumista de esperanzas, ésas que se llevan en el bolsillo y que suenan cuando caminamos, como los niños con sus canicas relucientes o igual como las espuelas de los charros finos de películas de blanco y negro, que no podían dar movimiento alguno sin hacer sonar el piso. Son nuestros tesoros ambulantes. Lo único.
Esto porque recién el gerente de Vaqueros, con cierta desesperación aceptó (un mes después) que los muchachos que se fueron a Mérida encabezados por el favorito Ricky Álvarez era "una orden de arriba" porque dice tienen dos equipos y buscan equilibrarse, que ellos trabajan y buscan reivindicarse pero que precisan del apoyo del pueblo para no sentirse tan solos en el viejo coso.
Los señores Arellano son los dueños y mueven las fichas al antojo, porque los peloteros no son más que objetos con un número, hombres atados a una nómina, no a un sentimiento y vivir en el béisbol es vivir en un edificio de cristal, donde todo se mira desde fuera y a nosotros, los olvidados por todos, dejamos de ir porque nos caracterizan el mismo comportamiento y las mismas derrotas. La gente hace mucho que dejó de ser ilusa y no grita de pánico, solamente se esconde.
Decía el viejo maestro a sus jóvenes alumnos que le mirábamos con la cortesía severa de los velorios: "El hombre que pierde la dignidad por no perder el trabajo, termina perdiendo el trabajo y la dignidad". Es normal que los dirigentes locales y el mánager de Vaqueros no protesten, ellos son empleados militantes, soldados que obedecen órdenes pero la reacción debería ser con renuncias por medidas injustas, igual ese sector del periodismo que depende de ellos, saben que levantar la voz puede costarles todo, por lo tanto solo la gente se muestra tal cual.
El abandono puede hacer caer en la cuenta de los señores del poder que precisan llevarse el show a otras tierras y tendrán la excusa con el problema que ellos mismos provocaron, mientras que uno circula porque queremos pero no podemos ser otros. De alguna manera somos como los míticos cosacos, cuyo valor más importante fue su siempre su libertad.
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