El tiempo huye y nos lleva consigo, es un motor infinito cuya potencia arrastra a todos los seres humanos con y sin consentimiento. Es una ola de Tsunami. Suele representarse de diferentes rostros y nos ilumina la vida o termina arruinándola, porque los gratos momentos se hacen más pequeños y los difíciles, interminables. Es un duende juguetón que nunca llega a perder en nada.
El tiempo es como el dibujo y la fotografía, porque son de autores que llevan su libertad personal un paso adelante, o como los zurdos, que deben antes de realizar su movimiento, investigar y conocer el estilo de los diestros, pues de otra forma quedarían viendo al espejo por la parte de atrás, porque la vida no es tan compleja, pero los humanos, ésos sí que lo somos.
A propósito de Don Tiempo, hace 21 años llegó Alfredo Tena e ideó con Martin Ibarreche y su cuerpo técnico una notable pretemporada santista, siempre con el dueto del Dr. Jorge Galván y su inseparable escudero Ricardo Luna, que lo mismo ejercían de su profesión que en el rol de consejeros y guías de la muchachada verdiblanca que llegó al arranque con carrocería renovada.
La casaca local, idea y mérito de Salvador Necochea, se integró desde el arranque al pueblo y al tiempo de Tena, persistía el atuendo de las rayas verdes horizontales sobre el fondo blanco y ese equipo sabía a lo que jugaba. Cuando vemos las imágenes repetidas por la mente, nadie puede escapar del viaje a ese excitante pasado, con Jared estirando el cuello en el área como el tango de Gardel (Por una cabeza) cuando Jorge Rodríguez o Galindo metían pelotazos frente al arco, todos, millares, nos estirábamos con Borgetti como si nos fuera la vida; algunos, después de muertos.
En el fondo, Pedro Muñoz y Paco Gabriel eran como beduinos que defendían su pozo de agua en el desierto y Galindo se citaba con la pelota como una pareja de baile como Astaire y Ginger Rogers. Adomaitis parecía el corcel que cruzaba el bosque en medio de la niebla, Caballero pasaba de su apariencia de cura párroco a indomable felino todo terreno. Ese equipo y esa casaca nos tapó el vestido de luto que antes portábamos, por años, donde el sufrimiento dormía en casa.
Y hoy, varias estrellas más, la mercadotecnia se lleva en las espuelas a la tradición. Porque es un eslabón de la modernidad, donde el futbol muestra su cara comercial y en pos de la venta hace cambios a la camiseta clásica y sustituye las rayas gruesas por unas muy delgadas, tal vez para dar mayor espacio a los sponsors o tratando de impactar a los consumidores de novedades textiles.
En este arte de extrañar a los héroes, siempre se posee la facilidad para la ilusión en cada nuevo inicio, porque es de nuestros híbridos tan variados que somos y reaccionamos como niños, de ésos que saben sonreírle a la vida, de ésos que tienen los ojos subyugados y hondos, que están saturados de esperanza, que no se empañan nunca y que sólo se apagan por la noche, al dormir.
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