SUICIDIO
Cuando a los comunes llega la derrota, no saben si en un futuro adherirse al ejército de Lucifer y ofrecerle su alma, porque no tiene otra cosa para dar, como no sea su sonrisa decadente y no tan sólo pedirle ganar, sino hablar en representación de todas las víctimas, pues las calles están oscurecidas por algo más que la noche y sólo queda libre el empleo de vendedor de nostalgias.
Sin embargo, esa gente que sigue a los Yankees y gusta del cine, está en un dilema y no sabe si rezar por Joe Girardi o Harvey Weinstein porque alguno de los dos, seguro se da un tiro en la sien, porque las pasiones de los hombres pueden acabar con su vida y perder ante el fenomenal Verlander no es una deshonra pero la gente siempre logra que la imaginación haga el resto.
Con la somnolencia que trae el fracaso, los médicos siempre recomiendan abrir alguna ventana que mire al pasado, porque actualmente en deportes, de cualquier tipo, solo hay caídas como si fueran parte de una literatura del boom latinoamericano, ese que tiene frases breves y claras como puñetazos y hasta hacernos creer que los tristes somos miembros de una extraña tribu.
Por eso tal vez uno quisiera convertirse de cuando en cuando en un simple objeto pero de esos que captan emociones, viajan y escuchan, que miran profundamente, que palpitan como el miedo del portero ante un penalti, porque también el arte de mirar ha cambiado, hasta eso y tomar el sitio de una moderna cámara fotográfica sería interesante, por los mundos que va descubriendo.
Porque la derrota y la vida mediocre terminan por hastiar, por más que se pida resignación para sobrevivir con lo que se tiene y no con lo que se quiere, tal vez porque la belleza y racionalidad pudieran contagiarse y todo porque hoy en día, vivimos en un universo distinto para bien o para mal, donde se imponen los instintos y doblegan sentimientos, donde el ego es atracción principal.
Convertidos en una cámara pues, tener la opción de escoger entre seguir por días a Weinstein, conocer su mundo exterior, el de toda su fama y poder como igual su mundo interior e íntimo. ¿O sería mejor como instrumento mini en la gorra de Verlander para descifrar todos los trucos que esconde en su brazo, cual ilusionista moderno que crea en cada disparo un personaje a la medida?
Así como sin belleza en la vida cotidiana y en los procesos mismos y en los resultados del trabajo no hay una justicia social, igual en el deporte, porque la ilusión siempre se anda topando con tiempos de encono, sin esperanza ninguna, así que ahora obliga mirar tv con desgano pues hasta en la ópera los villanos (Nerón y Popea) se salen con la suya. Todos, todos, menos nosotros.
Toda esta obstinada realidad vuelve actuales y rescata del ridículo a los viejos utopistas, esos que siempre vaticinan que nuestra cultura y futuro siempre esconde fracasos, por ello mejor cambiarnos por una cámara, con mirada ultra, de esas que construyen objetos bellos y útiles, participan en creaciones emotivas y son una fuente segura de felicidad.
Alejandro Tovar
Arcadiotm@hotmail.com
