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Modernidad

ALEJANDRO TOVAR

Los viejos fans, insertos en esa rara pero auténtica zona intermedia entre la vida y la muerte, habiendo perdido su lozanía juvenil, viviendo sin apetencias sexuales, solo con recuerdos y frustraciones encima y escuchando de cerca que la banda de fantasmas que los acecharon ya solo son un grupo que deambula sin empleo, se creyeron para siempre salvados de tan letal imperio, porque Santos pasó hace tiempo del río de la muerte al paraíso de la élite deportiva.

Pero en el futbol como en cualquier proceso de vida, el único medio para hacer triunfar las ideas, es el poder, que no es solamente una escritura o una frase para revivir y luego, sepultar; sino una forma de vida donde los números señalan a los protagónicos y donde las historias se fundamentan no en ventanas que miran al pasado, sino en realidades de belleza cotidiana.

Desde hace algún desgraciado tiempo el infortunio se ha creado un personaje a la medida y ahora mismo, Santos Laguna junto con otros varios muy trascendentes e históricos han visto la otra cara de la luna, con tiempos de encono, sin esperanza ni colorido y condenados todos ellos a mirar el éxito ajeno desde lejos, con la obligación de que éstos y su gente verán liguilla por TV.

Y no es porque los laguneros seamos de una extraña secta, sino por yerros consecutivos que han llegado con repentino sobresalto pues aunque en el desfile de Oribe, Darwin, Marchesiín y otros, los dólares llegaron en camiones blindados no hubo el tino para encontrar otros que posean visión de crack por actitud y por presencia, solo tenemos jugadores de mirada adormecida.

En esta somnolencia irónica, con cierto derecho a la insolencia, lo que ha provocado desunión con la afición que antes era pretenciosa, coqueta y elegante, que miraba a todos los rivales de reojo y presumía logros, al cambio radical donde ahora mira impávido el reconocido esfuerzo de una plantilla honesta que no posee calidad para solventar ilusiones y destina a su gente a sufrir.

El realismo acumula ruinas y miserias personales y colectivas, donde muchas veces el miedo se convierte en máquina ideal para destruir almas y hoy, más que nunca, si no hay estímulos hay que inventarlos con una búsqueda de singular detective clásico, tipo Humprey Bogart o James Bond para rescatarnos de los espectros que forman ya un entorno de purgatorio desolador.

Son otros tiempos, ya no caben aquellos viejos fantasmas, hoy se tienen espacios para zombies, criaturas nada románticas y aún más complejas que los propios vampiros para rescatar con una gran campaña de reconciliación equipo-pueblo, con ideas claras y modernistas, ágiles y directas, que aseguren un plantel de calidad y un retorno de seguidores al regazo verdiblanco, con acciones que atraigan a la gente que se niega a reconocer su propia extinción como afición verdadera.

Arcadiotm@hotmail.com

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