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MARCELA PÁMANES

Nuestros ojos lloran por tragedias, nuestro corazón sufre por la incertidumbre, nuestro aliento se corta ante lo inexplicable, nuestra esperanza se diluye ante la insensibilidad de otros seres humanos.

Pero también nuestros ojos se abren maravillados por los espectaculares colores del cielo lagunero, nuestros oídos nos ofrecen alimento al escuchar a la Camerata de Coahuila, el espíritu se exacerba al asistir a la prédica de Enrique Ponce de León en Casa Iñigo.

Esto es la vida. Claroscuros, dualidades, eros y tanatos, es el ir y venir de la ola, es el día y la noche, nuestra aspiración más íntima sería que el sol brillara sin molestarnos, que la lluvia cayera en tiempo y cantidad que nos conviniera, que siempre encontráramos el estacionamiento frente a donde vamos, que las calificaciones de nuestros hijos fueran de 10, que comiéramos a saciar sin engordar, que el trabajo se hiciera solo, que todos nos aceptaran, que nadie nos criticara, que nunca tuviéramos una deuda que pagar ni económica ni emocional, que la vida fuera perfecta, con un concepto de perfección cuestionable.

Pero luego algo nos vuelve a la realidad, encontramos que también podemos ser felices cuando resolvemos un problema, cuando alguien recupera la salud, cuando pagamos la hipoteca de la casa, cuando después de batallar los hijos se gradúan, cuando logramos sobreponernos de una adicción, cuando conseguimos trabajo luego de no tenerlo por mucho tiempo, en la imperfección también está la felicidad.

Esto me lleva a preguntarme ¿qué es la perfección? Más allá de la definición literal que dice que es poseer todas las cualidades, está una frase que señala: “La perfección mata, la sabiduría comete un error cada día”, o lo que dijo Antoine de Saint Exupéry: “La perfección no se alcanza cuando no hay nada más que añadir, sino cuando no hay nada más que quitar”. Sin embargo, también es preciso reconocer la subjetividad de la perfección, un rostro perfecto es el que se supone guarda un equilibrio de medidas milimétricas entre los ojos, los pómulos, el ancho de la nariz y otras particularidades, si se reúnen esas características seguro estamos ante una cara que nos da la impresión de equilibrio, pero ese equilibrio puede parecernos o no bello, de ahí que la perfección pase a ser una opinión.

Escucho a otros y me he escuchado a mí misma decir que algunas personas somos perfeccionistas, porque no nos gusta ver un cuadro mal colgado, una cama cuyo largo de la colcha es irregular, o que hemos peinado una y otra vez a nuestros hijos para que el partido de su cabello esté impecable o que la casa brille de limpio. ¿Se dan cuenta que la perfección guarda un enorme parecido con el control?

Planeamos, organizamos, ejecutamos todo con base a un plan bien establecido donde el margen de error pretende ser minimizado porque tenemos miedo de que la vida nos levante cual viento de otoño y perdamos el piso. No nos gustan las sorpresas, las visitas inesperadas, las reuniones no pactadas, porque no nos dio tiempo a prepararnos y remediar nuestra angustia cuando extenuados vemos que todo está como queremos.

La vida es improvisación, la naturaleza improvisa, los seres vivos también, porque se hace necesario hacerlo para poder seguir viviendo, de ahí que el perfeccionismo nos lleva al lado oscuro, a la muerte derivada de una insatisfacción constante porque alcanzar la perfección es haber concluido el objetivo de la existencia.

Pobres de nosotros que tenemos que recurrir al control para poder sobrevivir, porque finalmente lo que queda demostrado es que hemos echado a andar un mecanismo de defensa ante algo que nos resulta sumamente amenazador.

En los altos setenta había una modelo que era considerada la supermodelo del momento, la mujer más bella, Lauren Hutton, ella tenía un diastema en los incisivos centrales, es decir, tenía un espacio lo suficientemente grande como para que se le notara, sus ojos parecían tener un leve estrabismo que pudo ser ocasionado por un ojo gandul. Lo que a ella la hacía ser diferente era su imperfección, su seducción partía de eso.

Amemos la vida como es, no como un guion de película, una fotografía con Photoshop, un artículo de revista de decoración, amemos la vida como es no como pretendemos que sea, la consciencia de la imperfección de la perfección es amar la vida.

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