Foto: Archivo Siglo Nuevo
Las arterias del cuerpo humano son vasos sanguíneos con una pared muscular resistente y tienen la importante tarea de soportar la presión de la sangre. En caso de que por algún motivo la arteria presente debilidad, esta dejará de ser capaz de resistir la presión sanguínea, cediendo de forma muy lenta y permitiendo la generación de una dilatación: el aneurisma.
Un aneurisma cerebral supone una dilatación establecida en un vaso sanguíneo ocasionada por una degeneración o debilitamiento de la pared vascular. Se presenta como una protuberancia en forma de globo y surge en una o más arterias cerebrales. Esta condición tiene una pared mucho más débil que una arteria saludable y debido a esto corre un serio riesgo de rotura, lo que puede llegar a causar hemorragias cerebrales graves.
CAUSAS Y ESTADÍSTICAS
Los factores de riesgo que pueden propiciar la aparición de este problema son: tabaquismo, hipertensión, anormalidad congénita en la pared de la arteria, historial familiar de aneurismas cerebrales, edad superior a los 40 años, uso de drogas (especialmente cocaína), exceso de alcohol, tumores cerebrales, trauma craneoencefálico, etcétera.
Algunos puntos interesantes de las estadísticas de la Fundación para la Cobertura del Aneurisma Cerebrlan (Fucac) son los siguientes: una de cada 50 personas posee un aneurisma cerebral no roto sin saberlo; la tasa anual de ruptura es de ocho a 10 por cada 100 mil habitantes, aproximadamente; el aneurisma roto es mortal en un 40 por ciento de los casos y de los pacientes que sobreviven alrededor del 66 por ciento presenta algún déficit neurológico permanente; las mujeres son más propensas a presentar este padecimiento en una proporción de tres a dos y su aparición es más común en personas mayores de 50 años.
Por su parte, el portal web mdsaude.com indica que el 15 por ciento de los pacientes que presentan una rotura de aneurisma fallece antes de llegar al hospital y el 50 por ciento mueren incluso después de ser atendidos. También se indica que cuando el paciente sobrevive a esta hemorragia cerebral, un 50 por ciento queda con secuelas.
SÍNTOMAS
Lamentablemente la mayoría de los aneurismas cerebrales son pequeños y asintomáticos, lo que quiere decir que no presentan señales o síntomas. La mayoría de ellos son localizados de forma accidental durante exámenes de imagen (como tomografías o resonancias magnéticas del cráneo), las cuales suelen ser solicitadas por otros motivos.
Sin embargo, de acuerdo con su localización y tamaño, el aneurisma puede tener la capacidad de comprimir algunas áreas cerebrales de importancia propiciando la aparición de síntomas como: dolores de cabeza, visión borrosa, alteraciones de pupila, hormigueo, incluso el adormecimiento o parálisis de un hemisferio del rostro.
ROTURA Y HEMORRAGIA
La rotura de un aneurisma es una situación sumamente peligrosa para el paciente, ya que puede ocasionar secuelas permanentes o incluso propiciar la muerte de quien lo presenta. Dicha rotura provoca un AVE hemorrágico, que es una emergencia médica de gravedad y con una gran tasa de mortalidad.
En el momento que un aneurisma estalla, generalmente provoca algo que se conoce como hemorragia subaracnoidea, que es causada por el sangrado hacia el espacio subaracnoideo, hábitat de las meninges (membranas de tejido conectivo que cubren todo el sistema nervioso central) donde transita el líquido cefalorraquídeo. Este es el tipo de hemorragia es la típica de aneurismas rotos.
Después de que se rompe un aneurisma y la sangre llega al espacio subaracnoideo, el paciente experimenta síntomas súbitos. Debe buscarse inmediatamente la atención médica si se presenta alguno de los síntomas como: dolor de cabeza intenso, perdida de la conciencia, crisis convulsiva, rigidez en el área de la nuca, vómitos abundantes, visión turbia o doble, dolor súbito arriba o atrás del ojo (con dificultad para ver), dificultad para caminar o fuerte mareo repentino, debilitamiento o adormecimiento de un lado del cuerpo.
El riesgo de rotura depende del tamaño del aneurisma. Los aneurismas de bajo riesgo son aquellos que miden de cinco a siete milímetro. En contraste, los de mayor riesgo con aquellos que miden más de dos y medio centímetros. Entre más grande sea un aneurisma es más débil su pared, por lo que mayor es la posibilidad de que siga su crecimiento hasta romperse.
Según la Fuac, las primeras 24 horas dentro del colapso de un aneurisma cerebral son vitales, ya que en este lapso la mitad de los pacientes fallece si no son sometidos a un tratamiento de emergencia.
TRATAMIENTO
De igual forma, el tratamiento del aneurisma depende mucho del tamaño del mismo. Los aneurismas más pequeños apenas y pueden ser observados. Estos aneurismas de bajo riesgo pueden monitorearse con exámenes de resonancia magnética o tomografía computarizada cada seis meses por tres años seguidos. En caso de que el aneurisma presente estabilidad, los exámenes pueden espaciarse por períodos de dos o cinco años.
En la situación de los casos riesgosos (con amplio riesgo de rotura o en caso de que se hayan roto), existe un tratamiento quirúrgico a fin de frenar el flujo sanguíneo hacía la zona del aneurisma, pero preservando el tránsito sanguíneo hacia la arteria. En el caso de los aneurismas rotos, la cirugía es indispensable.
El sitio web medlineplus.gov indica que existen dos métodos comunes para reparar un aneurisma. El primero se trata de un clipaje mediante una craneotomía abierta, donde se abre el cuero cabelludo, el cráneo y la cubierta cerebral para colocar una pinza en la base del aneurisma, y así evitar que se rompa.
La segunda es la reparación endovascular. Se hace una incisión en la ingle con un catéter hasta una arteria y después hasta el vaso sanguíneo del cerebro donde está localizado el aneurisma. Luego se inyecta un medio de contraste a través del catéter. Esto le permite al cirujano ver las arterias y el aneurisma en un monitor de la sala de operación. Se colocan alambres delgados de metal dentro del aneurisma. Después se enrollan en una pelota de malla. Por dicha razón, el procedimiento es también conocido como espiral. Finalmente, los coágulos de sangre que se forman alrededor de este espiral impiden que el aneurisma se rompa y sangre.
PREVENCIÓN
Pese a que muchos de los aneurismas no presentan síntomas, los exámenes más usados para diagnosticar y dar seguimiento a este fenómeno son la angiorresonancia magnética nuclear y la angiotomografía computarizada del cráneo.
Para prevenir este padecimiento se recomienda dejar el tabaco, reducir el consumo de alcohol, abstenerse al consumo de drogas sintéticas, hacer ejercicio (pero evitando el esfuerzo físico excesivo) y llevar una alimentación saludable. Así como visitar al médico para realizarse revisiones periódicas, especialmente si algún familiar ha padecido una patología parecida.
Twitter: @BeatsoulRdz