El cierre del año en curso, obliga a hacer un balance de resultados en nuestra vida pública, tanto a nivel mundial, como en el plano nacional y local. En el plano internacional, el gran rezago de los últimos años sigue presente en las enormes dificultades que enfrenta la generación de un nuevo orden mundial garante de la paz y la justicia, que venga a substituir el viejo esquema bipolar de la guerra fría.
El gobierno de Donald Trump en los Estados Unidos, muestra signos de agotamiento aún antes de cumplir su primer año de vida, y exhibe una paradoja en virtud de la cual, al tiempo que el nuevo inquilino de la Casa Blanca impulsa una política aislacionista empezando con México que es vecino y su principal socio comercial, despliega una agresiva tendencia belicosa que lo mismo mantiene al mundo al borde de un conflicto nuclear en el caso de Corea del Norte, o genera una crisis diplomática de alcance mundial a partir del reconocimiento de la Ciudad de Jerusalén como capital del Estado de Israel.
Por su parte, Rusia y China, como pretendidos contrapesos de los Estados Unidos a Nivel Global, se conforman con profundizar la crítica en contra del Gobierno de Norteamérica, al que acusan de ser imperialista como hicieron los viejos gobiernos comunistas en otros tiempos. Sin embargo, ni el gobierno de Moscú y menos el de Pekín, ofrecen una propuesta concreta, que establezca, aunque fuera en esbozo, cuál es su propia versión de lo que se espera del presunto nuevo orden mundial del que tanto se habla, pero del que sabemos tan poco.
El tema del terrorismo internacional a partir del Estado Islámico, así como los conflictos regionales de todo tipo que ocasionan los separatismos en un mundo integrado por regiones cuyas fronteras no terminan por ser definidas, ocasionan problemas que tienen repercusiones de alcance mundial como el de la migración forzosa por razones políticas y económicas, que mantienen en movimiento el círculo vicioso de la pobreza extrema y la desigualdad. En tal escenario, no se avizoran soluciones que correspondan en proporción a la complejidad y magnitud de la problemática.
En nuestro medio local tenemos nuestros propios rezagos. El proceso para el relevo del Gobierno de Coahuila derivó en una Elección de Estado, cuyo resultado pretende consumar la impunidad de los gobiernos recientes que bajo el signo del Moreirato, generaron una quiebra económica, institucional y social, que resulta irresoluble en el marco de continuidad que representa Miguel Riquelme. De poco o nada sirven los llamados a la reconciliación que hace el régimen impuesto, si no existen recursos para la inversión pública, dinero en los fondos de pensiones, ni medicinas en los hospitales del sistema de salud.
Las luces que se mantienen encendidas en el caso de algunos gobiernos municipales y la mayoría en el Congreso, que obtuvo la oposición a despecho del fraude electoral, ofrecen la esperanza de un proceso de regeneración que debemos emprender de inmediato. Mención especial merece el caso de Torreón, que sobre la base del conocimiento que ofrece a sus ciudadanos la experiencia propia de haber padecido a las dos últimas administraciones municipales desastrosas, dio la espalda al continuismo y se apresta a estrenar un gobierno que necesita de todo el apoyo de los ciudadanos que lo eligieron.
Del nuevo Gobierno Municipal de Torreón, mucho se espera. El conocimiento de nuestra realidad que pueda ofrecer el ejercicio de la transparencia y la rendición de cuentas desde el primer día, serán la herramienta que nos hará avanzar en la regeneración de nuestra vida pública, en la rehabilitación de nuestra infraestructura urbana y en la recomposición del tejido social. Obstáculos habrá de sobra y el primero de ellos estará significado en el agresivo apetito del sistema priista que a no dudarlo, para recuperar Torreón recurrirá a todos los medios incluso criminales, en los comicios del año entrante.
