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BANDA MUNICIPAL DE MÚSICA DE TORREÓN

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

La música, además de representar cultura, relaja, tranquiliza, emociona, vigoriza el cerebro y cura: si cierra los ojos y se deja llevar por la armonía instrumental, desaparecen males, penas y preocupaciones… estas virtudes las transmiten a lo largo del año los conciertos populares de la centenaria Banda Municipal de Música de la ciudad de Torreón y son gratuitos, un generoso y ya tradicional regalo de las autoridades para los melómanos y aficionados atrapados por un arte que nació con el ser humano.

Hay un atractivo adicional en estas audiciones de señalado corte popular: el público no sólo aplaude, baila y sigue con los pies desde sus asientos el ritmo contagioso, sino también los desinhibidos ejecutantes quienes mueven la cabeza, los hombros y la cintura al compás de las melodías que ellos mismos interpretan. Son alegres, sin duda alguna.

Lo hacen entre pausa y pausa mientras sus instrumentos esperan el turno que les marca el pentagrama; hay algunos -destacadamente una agraciada flautista que se mece acompasadamente mientras toca la flauta transversal- que sonríen e intercambian miradas de complacencia para entrarle con más ganas a lo que sigue sin perder en ningún momento la concentración, actitudes que los acercan a su fiel público y que contrastan con la solemnidad y frialdad que distingue a los músicos de las grandes salas de concierto, de frac, moño, chaleco y semblante adusto.

La banda municipal -compuesta por 35 elementos que van de los 20 a los 40 años de edad promedio, todos ellos maestros de las artes musicales -aquí no hay estudiantes, aclaró enfático el carismático director Juan Barrios- ofreció un concierto más el domingo 14 de octubre en el Museo del Ferrocarril. Las trompetas y los trombones, las tubas y los clarinetes, las flautas y los saxofones, las percusiones y los timbales abrieron la audición con la obertura "Poeta y Campesino" siguiendo con disciplina académica la batuta del director que igualmente se entusiasma y participa con vigoroso movimiento de brazos, el fino bastoncillo en la mano derecha y los labios marcando el sonido de la melodía.

Alrededor de ocho minutos duró la interpretación y los concurrentes estallaron en aplausos que el maestro Barrios agradeció con una leve reverencia y una sonrisa de satisfacción, los músicos de pie respondiendo en la misma forma al homenaje espontáneo.

Los solistas, el valor agregado de las bandas y sinfónicas bien nacidas, los presume la municipal de Torreón y cautivan a los afortunados oyentes: dos trompetistas que salen del grupo y se colocan en los extremos en deliciosa correspondencia melódica; un clarinetista que eleva la categoría estilística de la orquesta, un saxofonista que recuerda a los grandes del jazz, un trombonista que le da relumbre al danzón y un percusionista de retumbante habilidad en el manejo de los platillos y tambores.

Marchas y danzones -la 220 y Teléfono de Larga Distancia- cubren la siguiente etapa de la aventura musical y un popurrí de tradiciones mexicanas: Allá en el Rancho Grande, La Barca de Oro, La Rielera, -abre los cauces del disfrute popular, libre, soberano y sincero y ya no hay muro que los contenga.

La banda se caracteriza por su aparente nomadismo y sus afanes de llevar su música a todos lados: no tiene un lugar fijo para sus presentaciones y lo mismo actúa en los escenarios al aire libre que en las salas propias para conciertos. Va de la calzada Colón al parque de Los Fundadores, a las explanadas del Museo Arocena y la Plaza Mayor, a la plaza Cuatro Caminos y al Museo del Ferrocarril. También ha pasado por el teatro Isauro Martínez y el auditorio de la Facultad de Comercio y Administración y despojada de formalismo, convive con el público en la avenida Morelos y al pie del monumento de don Miguel Hidalgo al poniente del bulevar Independencia.

Regala durante el año diez conciertos y 30 presentaciones y acude a 60 actos cívicos, entre los principales los desfiles de aniversario de la Independencia, los del 20 de noviembre y de su propia conmemoración de los 100 años de su nacimiento.

Rivaliza sin menoscabo de su calidad artística con las bandas de la Secretaría de Marina y Armada de México y otros destacados conjuntos que llegan de la capital de la República, luciendo los músicos laguneros en estos eventos el traje formal de gala. No se inmutan ante los reflectores y las nutridas audiencias que suelen concurrir a los selectos recitales. Del mismo modo es infaltable en las celebraciones navideñas.

Su repertorio es variado en materia de música popular: hay polkas, valses, cumbias, sambas y mambos; marchas, danzones y selectas como "Poeta y Campesino", una obra de gran fuerza y dinamismo del compositor croata Franz von Suppé,

Termina el concierto y Barrios agradece la presencia y los aplausos, pero lo retienen los gritos de ¡otra, otra! y no se niega, pues sabe de antemano que le van a pedir repeticiones, "aunque no estoy convencido todavía", simula a manera de reproche y provoca un nuevo aplauso y exclamaciones de ¡bravo, bravo!.

Todos se sientan -público y ejecutantes- y enseguida el aire se llena con las canciones musicalizadas -las más movidas y exitosas- del inolvidable Juan Gabriel: "No tengo dinero", "Siempre en mi mente", "Te voy a Olvidar" y el "Noa Noa" que bailan, junto con la audiencia, los jóvenes clarinetistas. Con las emociones compartidas concluye una actuación más de las que se avecinan, como la del 25 de octubre a las 19.30 horas en el auditorio de la FCA.

Salgo contento del recinto que ocupa la monumental locomotora de vapor y regreso a Gómez Palacio en un autobús de Transportes Moctezuma de La Laguna, pero me espera un regalo más para aligerar el alma: aborda el vehículo un modesto grupo callejero integrado por un joven con cachucha beisbolera y una guitarra de seis cuerdas, un niño con tambor y baquetas y una niña, seguramente su hermana, con una cromática pandereta.

A dúo la mujercita y el adulto cantan "Me robaste el corazón" y me remontan a mis años de noviazgo. Con una moneda colaboro con los intérpretes quienes se apoyan de espaldas en los asientos para no perder el equilibrio ante la indiferencia de los pasajeros, pero no se frustran y esperan con paciencia el siguiente camión.

Me propongo aprovechar estas manifestaciones musicales más seguido, aprovechando que son gratis.

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