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¿Bullying al presidente?

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE
Escribir es también una forma de protesta. Casi todos los escritores comparten el malestar con el mundo”.

— Ana María Matute

“Se escuchan más las voces que vienen de la propia sociedad civil que condenan, que critican, y que hacen bullying sobre el trabajo que hacen las instituciones del Estado mexicano”, reclamó Enrique Peña Nieto en el marco de un foro sobre seguridad organizado por María Elena Morera, presidenta de Causa en Común.

Dicho evento, que ocurre cada año, es del estilo que no gusta a Los Pinos pues el presidente y su equipo no van a escuchar complacencias ni vitores, lisonjas o aplausos huecos. Antes que un asunto personal, la realidad del país -especialmente en materia de seguridad- no amerita loas al Gobierno.

“La violencia que vivimos ya no es regional ni temporal, es endémica y de alcance nacional, no se ha logrado contenerla ni mucho menos revertirla”, dijo, entre otras cosas, Morera. Más allá de la molestia presidencial que ya ha sido ampliamente abordada por los columnistas, hablemos de los síntomas que comienzan a aquejar al primer mandatario.

Hace alrededor de veinte años, Miguel Alemán Velasco escribió una novela bastante amena e ingeniosa que lleva por título “Si el Águila Hablara”. Con la liviandad de quienes no padecen las tribulaciones y tormentos de la escritura ni observan ínfulas de literatos, Alemán disecciona a diez presidentes de México a través de los recuerdos de un personaje ficticio, Diego Luna Mendoza, el ingeniero Tierritas.

Tierritas, quien nunca pidió nada pero tuvo la suerte de encontrarse siempre en el lugar y la circunstancia adecuada, supo granjearse la amistad de varios presidentes. Por ello Tierritas, casi sin quererlo, logró conocer a profundidad las entrañas del sistema político mexicano y advertir los síntomas que aquejan a todos los mandatarios a lo largo del sexenio.

De hecho, el personaje central de la novela de Miguel Alemán explica los distintos síndromes presidenciales desde que asumen el poder hasta el séptimo año al que titula el del Tehuacán, pero sin gas…

Si nos ceñimos a lo que enuncia el ingeniero Tierritas, Enrique Peña Nieto está a punto de entrar al síndrome del sexto año, mejor conocido como Síndrome del Premio Nobel. “Si el pueblo de México no me supo comprender, el mundo sí sabrá apreciar mi obra”; “los mexicanos no supieron aprovechar mis conocimientos ni mi entusiasmo ni mi capacidad”.

Y es que todos los presidentes de México, sin excepción, comienzan a evaluar y ponderar cuál será su legado histórico y a atormentarse pensando qué piensan de ellos sus gobernados.

Lo curioso del asunto es que el presidente Peña Nieto dio visos de sentirse incomprendido desde muy temprana hora, es decir, que comenzó a experimentar los síntomas del sexto año mucho antes de tiempo. También a Peña, según la métrica del ingeniero Tierritas, lo acongojan las tribulaciones del quinto año, el de Iván el Terrible.

“Llega el quinto año y dice el refrán que no hay quinto malo, pero a veces no es malo, es malísimo. Es el año del síndrome de Iván el Terrible. No tiene confianza ni en su hijo. En este quinto año, los chismes proliferan: amigos, parientes, ahijados, bendecidos y afines ponen su granito de sal, los medios se dan vuelo. El país está administrado por los subsecretarios en acuerdos con el Presidente. Los secretarios no se la juegan y no le entran a las malas, sino sólo a las buenas. Saben que están en la antesala de la historia y dudan”.

En cuestión de días, semanas a lo sumo, el gran elector (Peña Nieto) habrá de indicarnos quién será el candidato del PRI a la presidencia de la República. Si bien ello hoy no garantiza que llegue a Los Pinos como ocurría antes, ciertas condiciones del ritual sucesorio sí se cumplirán a la perfección.

Entre ellas, que el momento de mayor poder del presidente es justo ahorita pues tiene la sartén por el mango y en él, solo en él, recaerá la decisión de elegir. Cuando lo haga y venga el destape, el poder comenzará a escapársele de las manos.

Si hoy el Presidente Peña Nieto se queja de bullying, muy pronto dicho bullying hacia su persona y gobierno se pondrá mucho peor. No es personal, así está diseñado el sistema. Romper para estabilizar, decía José López Portillo.

Si nos remontamos al sexto año del libro de Miguel Alemán, no sólo no habrá Premio Nobel ni cualquier otro reconocimiento para el actual presidente. Quizá Enrique Peña Nieto sí pasará a la historia, pero en el completo olvido.

Sólo el tiempo lo dirá…

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Escrito en: sin lugar a dudas

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