En alguna ocasión anterior comente en esta columna sobre el fracaso: "En todos lados, todo se enfoca en casos de éxito, todo gira en torno al éxito donde la realidad es que la mayoría de las empresas tarde o temprano fracasan", Leticia Gasca, director del Instituto del Trabajo.
Me refería en esa ocasión al Libro del Fracaso, publicación que se realizó en el año 2014 en alianza con FEMSA, el Gobierno de Guanajuato, Posible -programa que ofrece formación, conocimientos, herramientas y contactos para emprender negocios con éxito- y Promotora Social México - comunidad que apoya a los emprendedores de alto impacto, para vincularlos con aliados y fondos que puedan fortalecer su propuesta de negocio-.
Decía que la mayoría de las personas, si no todas, no queremos relacionarnos con el fracaso, pareciera que pensamos que si aparentamos que todo va bien y no hablamos de lo penoso, con ello el mundo se transforma en un mejor lugar para vivir. ¡Nada más erróneo! Sucede todo lo contrario, si aceptamos el fracaso y nuestros errores y los llamamos y hablamos de ellos por su nombre, entonces sí, el mundo se convierte en un mejor lugar para vivir.
Con el transcurso del tiempo, las personas se desprenden de sus sueños por el miedo a fracasar o, peor aún, por el pánico a los cambios que se requieren para lograr el éxito. La historia del fracaso se convierte en éxito desde el momento que se vence el temor de levantarse e intentar de nuevo, persistir y superar los obstáculos, y no temerles a los cambios. El fracaso en sí mismo existe sólo si dejamos que así suceda.
En Silicon Valley la gente habla con naturalidad y en muchos casos casi con orgullo, de sus fracasos. Un joven empresario del Silicon Valley, creador de software, había iniciado antes, cuatro empresas que terminaron en bancarrota, pero dice orgulloso, con la mayor naturalidad, que, en la quinta le está yendo muy bien. Algo muy común en esta región, es la admisión de haber fracasado. Aquí, cuando enumeras tus fracasos es casi como si estuvieras presentando tus diplomas universitarios. Entienden que con cada fracaso aprendes algo y eso te hace más sabio que antes.
La gente exitosa se vanagloria de sus fracasos. Lo confirmé la semana pasada cuando asistí a la Convención Minera en Guadalajara. Fuera de la Convención, durante los recesos, descansando y "haciendo adobes", me entreviste en Zapopan con Mario, un empresario de Colima que hoy vive en Guadalajara con Lety, su esposa. Me contó su historia, de mucho trabajo y esfuerzo, de éxitos venidos a fracaso por lo que él reconoce -sin que le dé pena-, que fueron producto de "decisiones mal tomadas". Con varios fracasos menores y dos serias bancarrotas en su afán emprendedor, nunca se ha rendido, ha vuelto a empezar de cero y hoy, él y su esposa son muy prósperos empresarios en Guadalajara, con negocios desarrollados internacionalmente.
Las sociedades innovadoras se caracterizan por su tolerancia social hacia el fracaso individual. Las grandes ideas y los grandes inventos han sido precedidas por grandes fracasos. Thomas Alva Edinson , según sus biógrafos dijo: "No fracasé 1,000 veces, la invención de mi bombilla eléctrica requirió 1,000 etapas". Los pioneros de la aviación hicieron 163 intentos fallidos antes de realizar su primer vuelo exitoso.
Prácticamente todos los éxitos son producto de historias de fracasos en todo, en la tecnología, el comercio, la política y el arte. En su muy famoso discurso del 29 de octubre de 1941, en su visita a la escuela Harrow, en donde él fue uno de los peores alumnos, Winston Churchill dijo a los estudiantes: "¡Nunca se den por vencidos! ¡Nunca, nunca, nunca! En nada, ni en cosas pequeñas ni grandes, nunca se den por vencidos, salvo ante sus convicciones del honor y el sentido común".
Lo que nos debe mover para emprender es el miedo a perder una oportunidad, más que el miedo al fracaso. Lo realmente vergonzoso no es fracasar, sino permanecer en la comodidad, observando a los que corren entusiasmados a perseguir una gran idea de negocio. Debemos cambiar la cultura del miedo al fracaso, debemos celebrar y reconocer a las personas que valientemente emprenden afrontando grandes retos, independientemente del resultado de sus proyectos.
Alcanzaremos la cultura emprendedora y de la innovación el día en que los emprendedores hagan alusión a sus fracasos con la misma naturalidad con que nos narren sus éxitos. Si has fracasado en tus intentos emprendedores, seguro algún día te encontrarás al éxito. ¡Que no te de pena fracasar!