Coprofracking urbano
Demasiadas calles tienen escurrimientos, arroyos y charcos de aguas negras que afloran desde registros domésticos o brotan de los ductos intestinos, rotos abajo del pavimento.
La época navideña es poco propicia para hablar de cosas desagradables como la coprocontaminación urbana que ofende la vista, el olfato, la salud, la conciencia cívica y el orgullo por la ciudad. No es menor el agravio si se pretende que la urbe que habitamos procura ser moderna e intenta ser atractiva para propios y extraños.
La ciudad vive, se expande y se edifica sobre un subsuelo que nos pasa desapercibido. Tiene sus entrañas subterráneas que descuidadas provocan a los habitantes males como los acarreados por la contaminación de la superficie y del aire. Sin darnos cuenta o sin pensar demasiado en ella sufrimos una no poco preocupante contaminación subterránea por coprofracking.
Se le erigió a la ciudad una presidencia municipal de arquitectura contemporánea a cuyos pies se extiende una plaza para multitudinarios actos cívicos, espectáculos de masas, paseos nocturnos y diurnas asoleadas. En el nuevo año el edificio alojará como habitante principal a otro presidente. De allí la publicación de este texto titulado “Coprofraking urbano”.
Muchas administraciones municipales han pasado y la ciudad sigue padeciendo un nauseabundo, infeccioso y contaminante drenaje. Los habitantes de Torreón que viven en, o se desplazan por espacios urbanos que circundan su centro histórico, y también los periféricos, padecen las deficiencias de ese servicio. Es éste, pues, un reclamo para la nueva administración municipal.
Demasiadas calles tienen escurrimientos, arroyos y charcos de aguas negras que afloran desde registros domésticos o brotan de los ductos intestinos, rotos abajo del pavimento. Los aniegos sobre la superficie contaminan el suelo y el aire. El viento eleva hasta nuestra nariz, nuestra boca, nuestra piel y nuestros pulmones porquerías que llegan a secarse.
Pero hacia el subsuelo, el rajado drenaje es como el fracking que inyecta líquidos a las hondas entrañas de la tierra para succionar petróleo y gas. El fisurado y fracturado drenaje de Torreón inyecta heces fecales al subsuelo y quizás hasta el subsuelo profundo, donde yacen o se deslizan los mantos acuíferos que han se surtir no pocos pozos de agua de consumo humano.
Es grande y prolongado el descuido en que las administraciones municipales de Torreón han mantenido y mantienen el drenaje urbano. Las solicitudes de reparación se les reiteran a los responsables, se insiste y aun las solicitudes se convierten en quejas por la demora. Pero el servicio no llega aunque puntualmente llegue el recibo de cobro.
Quizá piensan las actuales autoridades municipales, y así lo han de haber pensado las pasadas, que como no se suministra suficiente agua a los hogares y al resto de usuarios, el aforo de las aguas negras en calles y banquetas no es para alarmarse y que al fin el viento y el sol disipan las vertientes y charcos para alojarlos en la humanidad de los ciudadanos.
O tal vez piensan como los aztecas prehispánicos que, como en la mitología náhuatl, Coatlicue, madre tierra, todo lo da y todo lo arrebata, así no sólo los drenajes rajados pueden seguir infestando su ambiente, su rostro y su cuerpo que son el suelo, sino también sus entrañas, incluida el agua que se extrae para el consumo humano.
Creo que la nueva administración torreonense heredó una tarea grave que debe cumplirse en bien de la ciudad y de los ciudadanos. No podrá ser disculpa decir que ha sido larga la cadena de incumplimiento eslabonada por muchas autoridades pasadas. Son abundantes las muestras de drenaje contaminante.
Merecemos una ciudad moderna cuya modernidad incluya reparar los desperfectos del drenaje que en la superficie de la tierra ofenden a la salud, al olfato, a la vista, a la conciencia cívica y al orgullo por nuestro hábitat; y que en el subsuelo, como nauseabundo coprofraking, contaminan sus entrañas.