Primera parte
Desde 1910, los habitantes de la Comarca Lagunera vivían en un estado permanente de tensión y zozobra a consecuencia de la Revolución Mexicana, la cual fue iniciada el 20 de noviembre de ese año cuando un pequeño grupo de maderistas opositores al gobierno de Porfirio Díaz encabezado por los caudillos Jesús Agustín Castro Rivera y Orestes Pereyra Cornejo se levantaron en armas en Gómez Palacio, siguiendo las prédicas del litigante Dionisio Reyes y del profesor Manuel N. Oviedo, ardientes promotores de las proclamas de don Francisco I. Madero contenidas en el Plan de San Luis.
A pesar de que esa acción enfrentaba a unos cuantos idealistas mal armados contra un ejército numeroso bien pertrechado y preparado, las terribles condiciones de vida que sufría el pueblo en su totalidad, la desesperación ante la miseria y la falta de libertades y derechos motivaron a los habitantes de las tierras norteñas a rebelarse contra el mal gobierno prendiendo la llama de la insurgencia e iniciando su lucha en las zonas rurales, poblados y rancherías, donde se les unieron grupos de simpatizantes campesinos, jornaleros y desposeídos, todos compañeros del mismo infortunio, haciendo acopio de recursos de guerra para continuar la batalla.
A la vuelta de seis meses, incrementado ese grupo de humildes combatientes, el 15 de mayo de 1911 fue tomada por primera vez en la historia la plaza de Torreón, colaborando con su esfuerzo y con su sangre, en un movimiento justiciero y necesario para derrocar al dictador, quien fue obligado a renunciar a la presidencia de la nación y enviado hacia el exilio, posteriormente en diciembre de ese año don Francisco I. Madero llegó a la Presidencia de la República y debió enfrentarse de inmediato a una intensa problemática social, que combinada con sus errores políticos y decisiones equivocadas le causaron graves diferencias con los líderes del movimiento revolucionario, Pascual Orozco en el norte y Emiliano Zapata en el sur, lo que debilitó su mandato y propició que los traidores incrustados en su gobierno lo asesinaran y usurparan el poder encabezados por el chacal Victoriano Huerta, hecho conocido como la Decena Trágica.
Con el asesinato de los señores Madero y Pino Suárez el 22 de febrero de 1913 se enardecieron los ánimos de los maderistas de los estados norteños, quienes de inmediato se aprestaron a tomar las armas, como sucedió al conocerse la convocatoria del gobernador de Coahuila Venustiano Carranza Garza quien desconoció al gobierno espurio del chacal Huerta, proclamando el Plan de Guadalupe y quedando el propio Carranza como Primer Jefe al frente del ejército constitucionalista, reiniciándose la lucha inevitablemente en una nueva etapa. La hoguera de la revolución se convirtió en un fuego formidable que por varios años fustigó a nuestra nación, por una parte con su caudal de sufrimientos, penurias, miseria, hambre y muerte, y por la otra con los anhelos de justicia, democracia, paz, esperanzas de redención y de una vida mejor. En la búsqueda de ese ideal Gómez Palacio sería protagonista de primera línea, ya que se vería involucrado en una prolongada serie de combates, de singular crueldad y consecuencias.
Las fuerzas revolucionarias de Chihuahua y Durango se reunieron el 29 de septiembre de 1913 en la hacienda de La Loma, Dgo., unificando sus contingentes bajo un solo mando integraron un formidable ejército popular con capacidad suficiente para enfrentarse a las fuerzas federales, naciendo así la poderosa División del Norte dirigida por el general Francisco Villa, de inmediato entraron en acción y en tres días de sangrientos combates conquistaron Lerdo, Gómez Palacio y poblaciones aledañas, lo que obligó al enemigo a replegarse en Torreón, y mediante una tremenda ofensiva provocaron que las fuerzas defensoras del general Munguía evacuaran la plaza la madrugada del día 1/o de octubre, consumándose la primera toma villista de esa ciudad.
A fines de octubre parte de las tropas de la recién formada División retornaron a tierras chihuahuenses para tratar de recuperar la entidad, dejando la región lagunera al custodio de las fuerzas del aguerrido general de Cuencamé Calixto Contreras, mismas que pudieron sostenerse en Torreón hasta el día 9 de diciembre de 1913, que tuvieron que abandonar la plaza ante la presión de las fuerzas del general huertista Refugio Velasco, compuestas de 10 mil soldados federales dotados de una abrumadora superioridad de armamentos y recursos materiales. Entre tanto el "Centauro del Norte" combatía en Chihuahua, Tierra Blanca y Ciudad Juárez y se hacía cargo de la gubernatura del estado, permaneció en ella hasta el día 8 de enero de 1914 cuando cedió el cargo al general Manuel Chao Rovira para preparar la batalla de Ojinaga, último reducto en ese estado de las fuerzas federales a quienes derrotó dos días después.
El general Villa se dedicó enseguida a reforzar su ejército, incorporando miles de nuevos elementos perfectamente pertrechados con armas de mayor calidad y precisión, utilizando modernos equipos sanitarios en trenes hospitales debidamente equipados al mando de médicos y enfermeros especializados que se desplazaban a la retaguardia de los combatientes. Uno de los aspectos más importantes fue el del ramo de artillería que quedó en las manos de un gran estratega militar, el general Felipe de Jesús Ángeles Ramírez quien tomó las medidas necesarias para incrementar la capacidad de fuego y la movilidad de sus cañones. También un aspecto vital era la red de aprovisionamiento de víveres y forrajes, a fin de asegurar la alimentación de tropas, civiles y cabalgaduras.
Por su parte el general Velasco había emplazado sus posiciones por el oeste: desde la Loma, Dgo., hasta Lerdo, por el norte en: Mapimí, Bermejillo y Tlahualilo, al oriente: Sacramento (hoy Gregorio García), mientras que el frente de combate estaba en Gómez Palacio, que como siempre fue el escenario principal de las contiendas regionales. Ubicando su cuartel general, el centro de concentración de materiales de guerra, recursos y provisiones en la ciudad de Torreón, que se encontraba convertida en una sólida fortaleza.
Terminada su ardua etapa de preparativos bélicos, el general Villa movilizó a la División del Norte rumbo a la comarca lagunera, saliendo de Chihuahua el día 16 de marzo de 1914, en un impresionante convoy militar que transportaba a las tropas revolucionarias, con un contingente mayor a los diez mil soldados pertenecientes a más de 10 brigadas, 28 cañones y 300 artilleros, el cuerpo de enfermería y la escolta "Dorados de Villa", encargada de la custodia del general y de entrar a la batalla en momentos determinantes y decisivos que su jefe les ordenaba.
Dos días después el 18 de marzo de 1914, arribaron esas fuerzas a la estación del ferrocarril de Yermo, Dgo., en ese lugar acamparon y recibieron las instrucciones necesarias y el plan de ataque que consistía en enfrentar a las fuerzas federales en las fortificaciones que habían levantado, hasta acabar con su resistencia o para obligarlos a concentrarse en Torreón, donde se esperaba librar la batalla decisiva para vencer a los huertistas que se presagiaba terrible y brutal, misma que inevitablemente tendrían que soportar los laguneros.
El 19 de marzo entre fuertes lluvias y un frío intenso, salieron las fuerzas atacantes en líneas desplegadas para empezar el combate contra los puestos de vanguardia enemigos, haciendo contacto el día siguiente en las cercanías del Peronal y de Tlahualilo, atacándolos con todo vigor y continuando su avance hasta Bermejillo y Sacramento donde encontraron gran resistencia, finalmente cayó Bermejillo huyendo sus defensores rumbo a Gómez Palacio. Después de una lucha cruenta y tenaz son forzados los federales a abandonar Horizonte, Sacramento y Porvenir, con la pérdida de varios trenes que contenían importantes cantidades de provisiones, refugiándose en Torreón.
Desde Bermejillo los generales Villa y Ángeles por vía telefónica le piden al general Velasco la rendición de la plaza para evitar mayores derramamientos de sangre, considerando un deber militar hacer esa petición, la cual no es aceptada por lo que desde luego se giraron las órdenes para continuar avanzando hacia Gómez Palacio, donde el enemigo ha destruido las vías férreas hasta estación Noé sita a unos 20 kilómetros al norte. El día 22 de marzo las tropas villistas arriban a las cercanías de la población siendo recibidos por un nutrido fuego de la artillería ubicada en el cerro de La Pila que les causan numerosas bajas.
Es así que el cerro de La Pila estaba convertido en un formidable escollo para las fuerzas revolucionarias, obstaculizando el avance para nuevamente tomar Torreón y con ello tener el control militar de la estratégica comarca lagunera.
(Continuará)
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