El 22 de marzo de 1914 por la tarde, al aproximarse los contingentes vilortas a Gómez Palacio fueron recibidos con un fuerte cañoneó por parte del ejército federal de la División del Nasas que causó muchas bajas a las fuerzas constitucionalistas, quienes a pesar de esa situación de inmediato se lanzaron al ataque y para el anochecer ya se encontraban a las orillas de la población buscando sitios apropiados para su defensa. Emplazaron en la madrugada los cañones de grueso calibre en el cerro de San Ignacio, ocultos en un cerrado mezquital que se encontraba en ese sitio, artillería que era operada por las gentes de los coroneles Santibáñez y Servín, mientras las baterías mandadas por el general Ángeles se ubicaban a mediación del Vergel y la ciudad gomezpalatina, temprana la mañana ambos grupos empezaron a bombardear hacia el rumbo de Trincheras y los suburbios cercanos a ese lugar donde se encontraban atrincherados los enemigos, al igual que en el cerro de La Pila, la Casa Redonda y La Jabonera.
Por el poniente el general Maclovio Herrera se dirige a atacar Ciudad Lerdo y encadena su caballería por el rumbo del cerro de San Ignacio, cuando este ordena iniciar el combate, el general Villa advierte que los huertistas tratan de flanquear a Maclovio haciendo peligrar a la artillería, por lo que con su escolta da una violenta carga de caballería tan potente que obliga a los adversarios a dispersarse y huir en forma desordenada, mientras tanto, el general Herrera prosigue su marcha para tomar posiciones para la batalla nocturna que concluye con la toma de Lerdo cerca de las 21:00 horas del día 23 de marzo. Después de los triunfos constitucionalistas en Tlahualilo, Horizonte y Sacramento, bajo el mando del general Eugenio Aguirre Benavides a esas horas se comisiona a las fuerzas del coronel Toribio V. de los Santos para levantar las vías entre la estación Jameson y San Pedro y continuar de ser posible hasta estación Hipólito, apoyados por los contingentes del general Aguirre Benavides quien establece su defensa y se concentra a Gómez Palacio.
A temprana hora del día 24 el citado general Aguirre al mando de 4 mil hombres y su artillería se incorporan al grueso de la tropa de la División del Norte, al igual que las fuerzas del general Maclovio Herrera quien rinde parte de la toma de Lerdo, ambas fuerzas son pertrechadas e instruidas para coordinarse con las Brigadas Morelos y Villa que operarán en el ala derecha. En paralelo se moviliza la gente de los generales Calixto Contreras y Severino Ceniceros de Pedriceña hacia Avilés (hoy Ciudad Juárez, Dgo.) y el general J. Isabel Robles traslada sus tropas de Picardías a La Perla y se les encomienda levantar la vía entre Torreón y Parras, Coah., el general Mariano Arrieta con su gente se trasladará de Santiago Papasquiaro a Gómez Palacio.
Al día siguiente 25 de marzo, todos los preparativos indican que el asalto definitivo al cerro de La Pila se realizaría esa noche. Los contingentes salen de sus bases a las 15:00 horas en formación de batalla entre un duelo de cañonazos y fusilería de los combatientes, mientras tanto llegan nuevos refuerzos constitucionalistas: Tomás Urbina con 160 hombres y 200 elementos de la escolta de Severino Ceniceros. Luego a las nueve de la noche, 500 hombres de la Brigada Juárez del general Herrera, 1,000 hombres de la Brigada Villa del general José E. Rodríguez y 1,000 hombres de la Brigada Morelos del general Tomás Urbina, se mueven en línea de combate por el desértico llano para entrar a la lucha, iniciándola en una situación de franca desventaja ya que el terreno no les favorecía por estar descubierto y cuesta arriba, por lo que sus movimientos eran claramente advertidos por el enemigo que estaba perfectamente posicionado.
Se avecinaba la tremenda conflagración de dos enormes fuerzas guerreras, La División del Nazas del ejército federal tenía más de 7 mil soldados, 19 cañones, 11 ametralladoras, 24 fusiles ametralladoras y con las fuerzas irregulares de los generales Benjamín Argumedo y Juan Andrew Almazán, rurales y gendarmería, hacían un total de cerca de 14 mil hombres todos bajo el mando del general José Refugio Velasco uno de los jefes más acreditados del bando huertista, quien tenía la orden de exterminar a las fuerzas revolucionarias y terminar con ese peligroso grupo opositor que deseaba controlar la región, punto vital de las comunicaciones ferroviarias entre el norte y centro del país, además de su poderío productivo y económico.
Previamente había fortificado las poblaciones de la comarca lagunera de Durango, con énfasis especial en Gómez Palacio y Lerdo como puntos de apoyo, con trincheras naturales en los llamados tajos y fortines en los cerros de La Cruz, de La Pila y la sierra de Lerdo, dejando a Torreón como centro de operaciones, pero los acontecimientos militares cambiaron sus planes estableciendo su cuartel general en Gómez Palacio. El cerro de La Pila, pequeña elevación de casi un kilómetro de extensión y 30 grados de inclinación, estaba sólidamente fortificado y pertrechado, contaba con varios centenares de soldados federales, tenía 4 cañones, 8 ametralladoras y era sostenido por las baterías del fuerte de Santa Rosa y emplazamientos en Gómez Palacio. Desde allí atacaban con intensidad a las fuerzas opositoras que por las desfavorables condiciones del terreno, tenían que cubrir una llanura muy extensa y trepar por las laderas sufriendo bajas muy considerables.
Sin embargo, luchaban con una determinación y arrojo sorprendentes tratando de alcanzar las alturas, ofreciéndose escenas de gran heroísmo y sacrificio por parte de todos los contendientes. En esos momentos la violencia era de tal magnitud que solamente se escuchaba un terrible y creciente bramido causado por el fragor de los cañonazos y el tronar mortífero de las metrallas, al parejo de las explosiones de las bombas de dinamita y el interminable fragor de las fusilerías, que sólo podía compararse con un torrente furioso de grandes proporciones que estalla contra las rocas destrozando todo a su paso. Esa noche, las tinieblas desaparecieron ante el pavoroso espectáculo de los continuos fogonazos de miles de armas de los combatientes que se destrozaban mutuamente en un ritual de muerte. Los huertistas tuvieron que ceder dos fortines del rumbo poniente a costa de cientos de vidas, lo que hacía peligrar seriamente la seguridad de los tres fortines restantes y la propia defensa del cerro de La Pila. Esta contienda bélica, trágica a la vez que formidable y gloriosa, fue la más grande de las acciones guerreras de la Revolución Mexicana según el juicio de los más connotados historiadores.
El día 26 de marzo, los soldados de la federación totalmente conscientes de la gravedad de los acontecimientos suscitados en la madrugada, al punto de las 9 de la mañana emprenden un intenso contraataque sobre las fortificaciones perdidas las que recuperan a pesar de las graves pérdidas que sufren nuevamente. El jefe de las tropas villistas creyendo que sus fuerzas todavía estaban en poder del lado poniente del cerro, ordena el avance de las gentes de la Brigada Contreras que se enfrascan en una fuerte acción de guerra y finalmente tienen que retirarse sin haber conseguido su objetivo. A pesar de la recuperación de sus fortines los federales se ven obligados a abandonarlos debido a la gran superioridad numérica de sus enemigos. Con su retiro termina la grandiosa epopeya del cerro de La Pila que ha quedado grabada para siempre en los anales de la historia y de la cual como siempre en todas las contiendas que se realizaron en La Laguna desde 1910, Gómez Palacio ha sido testigo y protagonista principal.
El resto de la mañana transcurre sin novedades pero a las 16:00 horas se registra movimiento del lado federal, pues hacen avanzar su caballería hasta una distancia cercana a los mil metros, siempre bajo la vigilancia de los villistas que no atacan para ver la pretensión de esas fuerzas y de pronto se observa con sorpresa que la caballería regresa al centro de la ciudad, y que no se notan movimientos en el cerro de La Pila ya que los disparos han cesado totalmente, lo que causa gran extrañeza en el bando revolucionario provocando que se tomen medidas extraordinarias.
El general Francisco Villa en junta de su alto mando, ordena el ataque decisivo para esta noche a fin de asegurar todas las posiciones enemigas y tomar la ciudad, lo que se notifica a todas sus fuerzas y se inicia el avance encabezado por la Brigada Ortega con el Centauro, su estado mayor y su escolta al frente dirigiéndose hacia La Casa Redonda, en ese sitio las tropas hacen dos descargas cerradas sin recibir respuesta. Se ordena una exploración dentro de la población encontrando que los federales han evacuado la plaza sin siquiera recoger a sus muertos y heridos. Yacen por todos lados cadáveres y animales sin vida, que junto a los cientos de soldados caídos en el cerro de La Pila representan un grave peligro de contagio, por lo que son incinerados para evitar el grave peligro de una epidemia.
Las tropas de la federación al perder su cuartel general en Gómez Palacio, reconcentran sus fuerzas en Torreón sufriendo un enorme tropiezo en sus planes defensivos y un tremendo golpe en la moral de sus hombres al quedar embotellados en esa plaza, totalmente aislados y en grave peligro de sucumbir ante sus adversarios. Los jefes villistas proceden a comunicar el parte de guerra a la superioridad, informando de la trascendental victoria de las fuerzas constitucionalistas obtenida en las tierras duranguenses, que habían sufrido tremendamente las desgracias de los combates con sangre, lagrimas y penurias, ello afectó a todas las poblaciones aledañas como: Lerdo, Gómez Palacio, Mapimí, Bermejillo, Tlahualilo, Horizonte, Sacramento., mismas que recibieron cuantiosos daños que se resintieron por mucho tiempo.
Los enfrentamientos proseguirían en La Laguna coahuilense para finiquitar la contienda emprendida con toda determinación y firmeza por los valerosos contingentes de la División del Norte, combatientes en su mayoría de los estados de Chihuahua y Durango, quienes contagiados del ascendiente imperioso que irradiaba la imponente figura de su jefe el general Francisco Villa, hombre modesto, sencillo, enérgico y dueño de una autoridad incuestionable. La fuerza de su carácter era el compendio de una vida llena de cruentas experiencias y de las múltiples pruebas que le presentó el destino, a las cuales se enfrentó hasta el último momento de su existencia, gestas heroicas de magnitud excepcional que siempre debemos recordar como símbolo de la grandeza del pueblo mexicano y su oposición permanente a la injusticia, a la falta de libertades y derechos.
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