Luto. Alumnos y maestros del preescolar Francisco Villa y de la primaria Indígena Juárez despidieron a sus siete integrantes.
El pequeño pueblo de San Isidro, Chilchotla, despidió con música de mariachi los restos de los 14 vecinos que murieron la noche del lunes, en las vísperas de una celebración religiosa. Esa noche la casa del mayordomo, que también era utilizada como almacén de pirotecnia, se convirtió en infierno. Ayer miércoles, la comunidad sepultó a sus muertos. Las calles polvorientas, la iglesia, la escuela y los restos de la casa siniestrada vieron por última vez a los 11 niños y tres adultos que fueron alcanzados por la pirotecnia reservada para festejar al santo patrono el próximo 15 de mayo.
Bajo la mirada de un par de sobrevivientes, que aún muestran las quemaduras en su cara y cuerpo que les dejó de la onda expansiva, los féretros de las víctimas fueron colocados en la iglesia de la localidad; los cuerpos de siete de los once niños también fueron despedidos en su escuela.
Nos es común que la muerte visite las aulas y los patios escolares, pero ayer miércoles los cuerpos de siete niños descansaron en la explanada principal de la primaria Benito Juárez. Rodeados de alumnos uniformados, los seis cajones blancos y el séptimo gris fueron despedidos por compañeros, padres y docentes. En un peregrinar solemne, cientos de personas acompañaron a las víctimas en un recorrido por el pueblo que incluyó la casa donde encontraron la muerte. Pobladores de comunidades cercanas bajaron de los cerros para acompañar a sus vecinos en la histórica tragedia que enlutó a esta región poblana.
Mientras San Isidro despedía a sus muertos, 10 de las 30 personas que resultaron heridas aún permanecían en distintos hospitales de Puebla y Ciudad Serdán. Del total de los 30 lesionados en la explosión de San Isidro, 22 presentaban traumatismo craneoencefálico, quemaduras de tercer grado y fracturas en extremidades inferiores.
En clínicas
Según la Secretaría General de Gobierno:
⇒ De los 10 hospitalizados, 7 son menores de edad.
⇒ Cinco de ellos son atendidos en el Hospital del Niño Poblano y dos más en el de Ciudad Serdán. Tres adultos están en hospitales de Traumatología y Ortopedia, y del Sur.