¿Cómo favorecer la construcción de una personalidad sana en los niños?
He escuchado en innumerables ocasiones a padres expresarse de ciertas conductas de sus hijos pequeños como si fueran heredadas de sus antecesores: "es terca como su madre" o "no le gustan los gatos como a su abuela". Adjudican comportamientos a la herencia familiar. Y en parte tienen razón: Aunque ciertamente sólo se hereda estructura genética y rasgos temperamentales, las pautas de comportamiento también son determinadas en primera instancia por el ambiente familiar. Es decir, los patrones de conducta si están determinados "por los valores y expectativas de los miembros de una cultura, transmitidos de una generación a otra" (Secretaria de Educación Publica, SEP, 2004, p.33). Estos dos elementos, disposición genética y contexto social - familiar dan lugar a la construcción de la personalidad entendida como el "(c)onjunto de características biológicas, psicológicas y sociales que determinan la forma de ser, pensar y actuar de un individuo"(Diccionario de Términos de Psicología, Academia Gauss, 2017).
Aunque "en la adolescencia se define la personalidad, se construye la independencia y se fortalece la autoafirmación" (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, 2016) desde la primera infancia "el niño necesita un tiempo y un espacio donde "ejercitar" ese "yo" que está aprendiendo a ser, afirmándose él mismo"… (l)a identidad debe construirse y se hace desde uno mismo, pero con y gracias a los demás". (SEP, 2004, p.38).
Entonces, si la personalidad se conforma por las características físicas y pautas de desarrollo individuales y las experiencias del niño en un ambiente social determinado, ¿qué pueden hacer como padres y parte del entorno inmediato de interacción del niño para promover la construcción de una personalidad sana? La UNICEF señala que "el amor y la estimulación intelectual durante la primera infancia permiten a los niños y niñas desarrollar la seguridad y la autoestima necesarias. Para ello, su entorno y las condiciones de vida de sus familias y, en especial de sus madres, son fundamentales". Este entorno familiar debe proveer al niño no sólo de condiciones seguras y estables, sino también tiene la tarea de equilibrar sus necesidades, deseos y responsabilidades mediante el establecimiento de límites acordes a la sociedad en la que se desenvuelven. Un ejemplo muy mencionado por adultos de hoy es aquella mirada que las madres usaban cuando ellos eran infantes para controlar su conducta o impulso sin la necesidad de pronunciar una sola palabra. Claramente, como niños de esa época estaban condicionados a obedecer esa señal a no ser que quisieran experimentar la consecuencia que acarreaba ignorarla. No es que las madres tuvieran poderes especiales o que los niños de esos tiempos fueran menos reactivos o más obedientes, simplemente los límites establecidos en el entorno cercano, y principalmente en la familia nuclear, eran más firmes y sobrepasarlos ameritaba en muchos casos castigos inmediatos sin dar lugar a un alegato o lucha de poderes.
Tal vez, fomentar una obediencia absoluta sin lugar a cuestionamientos como en el ejemplo anterior no sea la forma más adecuada de propiciar una personalidad equilibrada hoy en día. Por ejemplo, si nos referimos al entorno laboral de una sociedad en la que el joven adulto debe competir no solamente por obtener un trabajo, sino por sobresalir para poder ostentar un ingreso digno (como asalariado o emprendedor), la obediencia, el excesivo respeto por la autoridad y el temor a la sanción no parecen actitudes adecuadas; como tampoco lo es la falta de respeto a las jerarquías o la falta de constancia y esfuerzo, fomentados durante la infancia mediante la satisfacción inmediata de sus deseos sin ningún mérito y el nulo o poco establecimiento de responsabilidades y limites en sus acciones.
Entonces, la tarea de los padres en el ejemplo citado probablemente radicaría en propiciar en su hijo la autoconstrucción de una personalidad fundamentada en la armonía entre el respeto de reglas sociales y el desarrollo y reconocimiento de habilidades y exigencia de sus derechos mediante la argumentación, información, conocimiento y medios éticos a su alcance, que le permitieran al joven adulto acceder o crear un trabajo digno, estable y satisfactorio.
Sin duda, esta tarea formativa es sumamente compleja. Definitivamente, proveer a un niño de un ambiente estimulante para la conformación de una personalidad equilibrada implica tanto la demostración de conceptos abstractos como el amor y los valores, como elementos concretos y coherentes como la educación mediante el ejemplo. Sería imposible desglosar en esta ocasión las consideraciones para ser padres competentes, por lo que en las columnas subsecuentes enlistaré y explicaré diez puntos imprescindibles propuestos por diversos autores para coadyuvar en la cimentación de una personalidad sana durante la primera infancia.
Sé que la columna fue de su interés. Espera la próxima semana los diez puntos que fomentarán en tus hijos la construcción de su personalidad.
Por: M.E. Daniela Bermúdez Flores