El 28 de febrero de Carlos Montemayor
Uno de los más grandes escritores mexicanos del siglo XX, siglo que nos dio abundantes y de gran estatura como Ramón López Velarde, Agustín Yáñez, Juan Rulfo, Juan José Arreola, José Agustín, Fernando del Paso y una lista que sería larga, murió un día cercano a éste, el 28 de febrero de 2010. El es -nunca será fue- Carlos Montemayor.
En mi biografía, Carlos Montemayor aparece reluciendo por dos hechos, el más importante, ser autor de la trilogía Las armas del alba, Las mujeres del alba y La fuga. En segundo lugar, porque trajo a Torreón la noticia de que yo (perdonen la primera persona necesariamente narcisista) había sido aceptado como miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.
De los tres libros admirables de Carlos Montemayor, tan admirables como los de su poesía, el resto de su narrativa, sus ensayos, sus otras novelas y aun su libreto de ópera y su diccionario de voces nahuas del español de México, el que más he disfrutado y disfruto es Las armas del alba porque es un libro en el que se mezclan la poesía, el dolor por la pérdida de ocho jóvenes idealistas y la develación -revelación- de un Estado cruel.
No seré subjetivo lanzando pincelazos de lo que es su novela Las armas del alba -nótese lo bello del título- y por ello mejor transcribo líneas de la presentación: “Las armas del alba es la primera investigación sistemática, minuciosa y a fondo de los acontecimientos históricos del inicio de la guerrilla mexicana y su primera expresión literaria plena.”
Me permitiré llamar la atención sobre las últimas palabras: “expresión literaria plena”. Sí, es que la novela es, en su forma, plenamente literaria, y en su contenido, el dolido relato de lo que ocurrió la madrugada del 23 de septiembre de 1965 en Ciudad Madera, población de la sierra de Chihuahua. Sólo un gran novelista como lo es Carlos Montemayor pudo decirlo como necesitaba ser dicho para nuestra historia de pueblo mexicano.
Como se puede imaginar por el título, Las mujeres del alba, también es una novela, literatura, palabras escritas para el goce estético y la reflexión acerca de la gesta popular histórica del 23 de septiembre de 1965. El tema “hace protagonistas de la historia a las mujeres que al lado de sus padres, hijos, esposos, hermanos y amigos lucharon por cambiar su país, pero lo hicieron de un modo muy distinto[…]”
El tercer volumen de esa absorbente trilogía de Carlos Montemayor, “es una novela de acción, en el buen sentido del término, donde Montemayor prefigura a partir de la experiencia del encierro penitenciario ‘el gran escape’, la fuga de un guerrillero […]” Dicho guerrillero es de los que participaron en el ataque al cuartel militar de Ciudad Madera, sierra de Chihuahua.
Esa es la obra literaria por la que admiro profundamente a Carlos Montemayor. Pero si esa admiración no es suficiente para er valiosa por sí, diré que Montemayor recibió premios nacionales e internacionales por su obra de diversos géneros literarios. Escribió ocho libros de poesía, cinco de narrativa breve, siete novelas, cinco volúmenes de ensayo y un libreto de ópera.
Por si eso fuera poco, grabó tres álbumes como cantante. Su libreto de ópera es referencia de su amor al bel canto. Dominó varias lenguas extranjeras contemporáneas y clásicas, así como el náhuatl y el maya. Por cierto, publicó un Diccionario del náhuatl en el español de México. Con todo eso resulta natural que fuera miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua.
Si yo fuera Moliere les diría: despeguen su culo de los nobles soportes de sus asentaderas y salgan a buscar los libros y los discos de Carlos Montemayor, donde seguramente encontrarán su rostro con una cabellera de hilos peinados hacia el lado izquierdo, el lado del corazón y de la revolución.