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El crepúsculo de un cronopio

Opinión - Miscelánea

El crepúsculo de un cronopio

El crepúsculo de un cronopio

ADELA CELORIO

Ese horizonte rojizo y cautivador es el de los amores y desamores que formaron mi educación sentimental y el traje de novia y el prodigio de la vida que se cumplió plenamente en mí con el nacimiento de mis hijos.

La edad sólo tiene importancia si eres un queso o un vino.

Anabel Hiraski

Pensé que nunca me iba a pasar, que a mí jamás me ocurrirían ciertas cosas, y entonces, una por una, comenzaron a pasarme todas. La perfidia con que la muerte me convirtió en una madre despojada, la juventud que se escapó entre los días y la soledad en que me abandonó la viudez son apenas algunas de las cosas que no estaban en mis planes y sin embargo ocurrieron. Los años pasaron tan veloces que yo, desbrujulada, equivocando siempre el camino, sin llegar a parte alguna, ni cuenta me di. Todo mundo sabe dónde se encuentra y hacia dónde se dirige, yo nunca se nada, vivo perdida en el momento. “Tú no tienes lateralidad”, me decía una prima hace ya muchos años (el tiempo demostró que tenía razón). Aun cuando trato de pasarme de lista y voy en sentido contrario de lo que mi cuerpo me pide, de todos modos me equivoco. Tomo el ascensor que no debo, y hasta cuando voy al baño de un restaurante, acabo encerrada, entre cubetas y trapeadores, en el clóset de limpieza. Como puede usted ver, pacientísimo lector, lo mío es llegar a donde no pensaba ir. Para los cronopios como yo, los cuatro puntos cardinales ni siquiera existen. Tampoco es que me queje. Debido a este trastorno menor me he sumergido en mares distantes; he pisado calles misteriosas y amenazantes en ciudades desconocidas; he podido comer cerezas en los trenes y sentirme aletargada con el vino aéreo en los aviones. He experimentado el agobio en las dunas del desierto y he perdido el rumbo entre los árboles de algún bosque. Por las brechas, carreteras y demás caminos de la vida he aprendido a respetar ideologías, sexo y religión. Con frecuencia se me va el avión o quedo varada en alguna estación de tren, pero más tarde o más temprano hallo el camino de regreso. Gracias a la sinuosa y larga travesía de mis años, descubrí finalmente que soy la única que me comprende: ahora me escucho con más interés, me tomo más en serio y vivo sin ataduras ni prejuicios, soy más libre que nunca para seguir perdiéndome en los vericuetos de la existencia. El único miedo que no cede, es que algo malo le ocurra a la gente que amo. Ya no busco como antes pero tengo siempre una sonrisa y mi afecto para quienes me encuentran. Ante el apremio del tiempo, hablo ahora y confío en seguir hablando hasta que no tenga más que decir. Tal vez sea la tarde del domingo, la persistencia de la lluvia y la proximidad de lo que llamamos Día del Adulto Mayor (una manera de disfrazar la palabra 'viejo') lo que me pone nostálgica y me mueve a buscar mi tiempo perdido, a convocar la casa de mi infancia, o la fantasía de escapar en un barco escondida en un barril. La luz ilumina, crepuscularmente, la primera vez que vi el mar, el descubrimiento de la lectura, el estallido de estrellas que provocó el primer beso que me dio un adolescente en la oscuridad del cine, la mañana de un domingo de provincia, la escuela con su hora de recreo y a mis compañeros, risas, juegos, pequeñas heridas.

Ese horizonte rojizo y cautivador es el de los amores y desamores que formaron mi educación sentimental y el traje de novia y el prodigio de la vida que se cumplió plenamente en mí con el nacimiento de mis hijos. Yo, que nunca he sabido a dónde voy, llegué hasta aquí y ahora mismo estoy pensando en irme a quién sabe dónde. Me enamoro como una adolescente y no renuncio a pasear en bicicleta con mis nietos. Dicen que en todo viejo hay un joven preguntándose ¿qué paso? Tampoco es que esté pensando en quedarme en la vida para siempre, pero me ofende la insistente llamada de una famosa funeraria para ofrecerme la promoción de ¡un terreno en el cementerio con funeral incluido! Los mando al carajo porque, pues sí, todos vamos a morir algún día, pero los otros no.

Correo-e: adelace2@prodigy.net.mx

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