Centro de reciclaje. Foto: Plataforma urbana
El desafío que implica la disposición de plásticos desperdicios, fuera de un limitado reciclaje, no ha conseguido más respuestas que los cada vez menos populares basureros, los rellenos sanitarios, o recurrir a un viejo conocido de la humanidad: el fuego.
En junio pasado, la organización ecologista Greenpeace lanzó la campaña “Menos plástico, más Mediterráneo”. El objetivo de este acto fue denunciar e informar sobre la situación en la que se encuentra ese mar según los datos de un informe sobre la abundancia de esos polímeros en la masa de agua.
El problema no es menor. No hay una medición precisa sobre cuantos de esos artículos de lejana degradación acaban en mares y océanos. Se habla de que es entre el 15 y el 40 por ciento del plástico producido en el mundo.
Además de los esfuerzos civiles para el cuidado del planeta, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha lanzado una campaña global dirigida a eliminar en 2022 las fuentes de basura que se echa a los océanos.
El PNUMA estima que en 2013 al menos 6.4 millones de toneladas de desechos se depositaron en agua salada. En 2017 se prevé que serán más de 8 millones de toneladas.
En la próxima década, según el pronóstico del programa de la ONU, habrá un kilo de plástico por cada tres kilogramos de pescado en las masas líquidas que separan los continentes.
Los daños de esta contaminación, exponen en Naciones Unidas, son resentidos por 600 especies marinas, incluidos 200 mil mamíferos al año.
Los datos de Greenpeace son más cuantiosos; más de 1 mil 300 especies, como cetáceos, peces, aves o tiburones afectados por esos contaminantes del ambiente marino.
Elvira Jiménez, responsable de la campaña Océanos del grupo ambientalista, en declaraciones a portales de corte ecológico, expone que la gente admite el exceso de polímeros, todo está sobreenvasado, pero no hay una idea clara sobre el alcance de la disposición inadecuada de los residuos. Señala que “sobreenvasar” (poner plástico dentro de plástico) directamente debería estar prohibido ya que no hay ninguna necesidad, ni motivo higiénico que lo justifique.
La organización reforzó su mensaje incluyendo el contenido del efecto de ensuciar en los hábitos alimenticios de la humanidad. Puede que no les importe que las tortugas estén llenas de plásticos, razona, pero si se lo van a acabar comiendo sí que les importa. Equipara la situación con una sopa de cosas no aptas para consumo humano.
A propósito de la experiencia mediterránea expone que cerca del 45 por ciento del plástico utilizado en 2013 en el Viejo Continente se destinó a la producción de envases. Criticó que la industria plástica fabrica todo tipo de productos nuevos, pero sin considerar los preceptos de la economía circular.
El círculo en cuestión establece que desde el diseño de una pieza ya se debe haber pensado en cómo reutilizarla o reciclarla.
En Greenpeace señalan que no existen controles de ese tipo; los tetra bricks, expone Jiménez, llevan muchísimos años en el mercado y aún no se ha encontrado una forma efectiva de reciclarlos.
La recuperación de polímeros arrojados a contenedores, cestos y depósitos permite reducir los desperdicios sólidos y reaprovechar los materiales. El mundo lleva desarrollando técnicas con este fin desde los setenta del siglo pasado.
Un método, el mecánico, consiste en transformar botellas, empaques y demás en gránulos que pueden ser moldeados para fabricar productos nuevos. Este procedimiento destaca por su bajo costo y calidad de la materia prima que se obtiene.
El proceso químico implica desmontar el plástico para convertirlo en un material aprovechable dentro de la industria petroquímica.
El reciclaje energético implica quemar los residuos, así liberan un calor superior al del carbón y cercano al emitido por los combustibles que se transforma en energía.
Foto: Greenpeace
TECNOLOGÍA ANTIGUA
El término “plástico” proviene del griego y significa “que puede ser moldeado por fuego”.
El desafío que implica la disposición de bolsas, vasos, tapas y demás artículos desechables, fuera de un limitado reciclaje, no ha conseguido más respuestas que los cada vez menos populares basureros, los rellenos sanitarios, o recurrir a un viejo conocido de la humanidad: el fuego.
Datos del año pasado tienen a Francia en el primer lugar con más de 120 incineradoras, le sigue Alemania con cerca de una centena. El podio se completa con Italia, que supera las cuatro decenas. Enseguida vienen Suecia, Reino Unido y Suiza con 33, 32 y 30 de forma respectiva. Al fondo viene España con una docena.
Suecia instaló una red de 20 mil kilómetros de tuberías de calefacción urbana. Entre un 20 y un 25 por ciento de ese calor para los domicilios se produce gracias a la combustión de residuos; en Holanda y Suiza sólo el 1 por ciento de la basura acaba enterrada, más de la mitad es quemada.
Se supone que las plantas de combustión modernas ya no representan un riesgo mayúsculo de contaminación del aire, pero hay voces que señalan la falta de fundamento de ese optimismo.
Las incineradoras, advierten científicos como Paul Connett, doctor en Química, no eliminan el problema porque no es posible deshacerse de los desechos ni con el fuego.
Por cada tres toneladas de desperdicios que se introducen en una planta se obtiene una tonelada de minucias a tratar.
Connett ha seguido de cerca el proceso de incineración en los países europeos. Comparte a quien quiere escucharlo que los daneses, por ejemplo, mandan el residuo a Noruega, donde se dispone de una isla en la que es enterrado. Los alemanes meten la ceniza en bolsas de nylon y las introduce en minas de sal inactivas para rellenar las diagonales. Los holandeses la echan debajo del pavimento de sus caminos.
Aunque la quema de basura fuera segura, afirma Connett, nunca sería sensata. Uno de sus argumentos llega a los bolsillos. Califica de inconcebible que se inviertan cientos de millones de euros en el desarrollo de equipos diseñados para destruir materiales en un planeta con recursos no renovables.
Echar a las llamas un producto, expone, implica volver a hacerlo. La incineración, produce cenizas con mercurio, plomo, cadmio, cromo y arsénico, entre otros contenidos con tóxicas propiedades.
Organizaciones como Zero Waste Europe pugnan porque se adopten medidas para cortar la generación de basura de raíz, como no permitir que salgan al mercado artículos no aptos para reciclaje o para hacer composta.
Planta incineradora de desperdicios. Foto: AVG Cologne
PROCESOS Y CANTIDADES
Empresas dedicadas a reaprovechar bolsas, vasos y demás, explican que los plásticos se separan de acuerdo al tipo de resina que contienen. Después se trituran y se eliminan impurezas, como las etiquetas de papel. Luego viene la fundición y su división en bolas que se utilizan para fabricar otras cosas.
Darle tantas vidas como sea posible a los polímeros es indispensable para reducir el estimado de 12.7 millones de toneladas que cada año van a dar a las masas de agua. Eso equivale a descargar en algún mar u océano un camión lleno de ese material sintético por minuto.
La presencia de los productos plásticos en la vida cotidiana es abundante. Un consumidor promedio usa de manera cotidiana cosas como la botella de sus bebidas, trastos para comer, las envolturas de alimentos, las bolsas de las tiendas de conveniencia. Además, están sus usos en actividades productivas, como la construcción, las comunicaciones, el transporte, el almacenamiento.
La producción de plástico ha mantenido una tendencia a la alza desde 1950. Ese año se fabricaron 1.7 millones de toneladas. En los siguientes 26 años hubo un incremento promedio anual de 13.6 por ciento.
A partir de 1976, el crecimiento fue más moderado. En 2012, la producción alcanzó un máximo histórico: 289 millones de toneladas.
China es el máximo productor mundial, con 24 por ciento del total. Japón y el resto de Asia contribuyen con el 21 por ciento. Europa y América del Norte, con un 20% cada una, representan el 40% del total.
En México, la industria de los polímeros cerró el 2015 con un valor de 33 mil millones de dólares, mientras que sus ventas facturaron alrededor de 24 mil 300 millones de dólares, según datos de la Asociación Nacional de Industrias del Plástico.
La tecnología no ha avanzado en la atención al problema de la acumulación de basura en el planeta. A decir de Paul Connett, las mejores herramientas para combatir el desafío del plástico, su llegada al mar y su combustión, ya están integradas en las personas: son las manos puestas a separar residuos orgánicos de inorgánicos para facilitar la separación de materiales. Después de eso, es indispensable la recolección diferenciada y luego, el reciclaje.
México tiene, en el Estado de México, una planta recicladora, PetStar, con capacidad para procesar 65 mil toneladas de plásticos al año, cerca de 3 mil 100 millones de botellas. Se estima que a esas instalaciones llegan materiales reunidos por más de 24 mil acopiadores y recolectores de todo el país.

