Foto: Focus Features
El topo se puede ver como una película de espías (con sus agentes internacionales, sus conspiraciones, los secretos y los asesinatos) y como la historia de una investigación. Ni atrapar ni castigar, la misión de Smiley es sacar a relucir la identidad del traidor.
Comentarios recurrentes después de observar Tinker Taylor Soldier Spy de Tomas Alfredson: “Tuve que ver la película cuatro veces para entender la cinta, es lenta y me sentí confundido al final”, “No logré comprender el filme, es muy enrevesado”, “Son mejores las Misión Imposible de Tom Cruise y las de Bourne de Matt Damon”. Esta coproducción Reino Unido, Francia, Alemania, estrenada en 2011, no es un gusto adquirido sino una especie de filtro y como tal separa las masas ligeras de las que son un poco más densas.
Simplificar una historia que reúne a dos enemigos entrañables, el indefectible Georges Smiley y el intimidante Karla, sería como leer los resúmenes escolares de La Ilíada y de 1984 o como escuchar una composición de Mozart ejecutada solamente por el increíble órgano melódico de Juan Torres.
Quizá el principal mérito del director (hay quien lo ve como una insufrible decisión) sea haber logrado un relato en el que prácticamente todas las secuencias, incluso aquellas que en un primer momento parecen de relleno, aportan algo o indispensable o importante para disfrutar a cabalidad del largometraje.
Esta adaptación de la novela homónima de John Le Carré obtuvo nominaciones al Óscar por actor principal, guión adaptado y banda sonora. Consiguió el premio BAFTA a mejor película británica.
Los galardones, sin embargo, no dicen mucho sobre la sustancia del filme, un preparado sólido que se aleja de la aspereza del telón de acero para acercarse a la suavidad del mármol de Carrara.
PUNTO FUERTE
El primer punto fuerte es el elenco. La producción reunió a un par de generales para hacer de Control (John Hurt), jefe del MI6, la agencia de inteligencia exterior del Reino Unido también conocida como El Circo, y George Smiley (Gary Oldman), su mano derecha. En la segunda línea hay una extensa lista de oficiales competentes, cuando no brillantes, en la que sobresale otra dupla, la de Bill Haydon (Colin Firth) y Jim Prideaux (Mark Strong).
Resulta curioso reparar en ello, pero la historia se construye a partir de elementos que van de par en par. A los binomios anteriores se suma el de Percy Alleline (Toby Jones) y Roy Bland (Ciarán Hinds). Y otro: Svetlana Jódchenkova hace de Irina y Kathy Burke encarna a Connie Sachs. Sus papeles, en apariencia menores, aportan elementos decisivos para desenredar el hilo de Ariadna y salir del laberinto de espejos de Le Carré.
Para terminar, dos actores que poco después de esta producción se volvieron casi omnipresentes: Benedict Cumberbatch y Tom Hardy. El primero en el rol de Peter Guillam, un eficiente burócrata, y el segundo como Ricky Tarr, un acusado de deserción que fue entrenado por Smiley para olfatear secretos.
No es el propósito de estas líneas desglosar el aporte de cada personaje al relato principal. Sirva lo anterior como una clave administrar mejor la tensión creciente contenida en el filme así como las traiciones, los engaños, las revelaciones, las muertes, y los pasos que van acercando a Smiley hacia esa verdad a la que Control no pudo ver despojada de sus velos.
A los duelos de actuación que se registran en poco más de dos horas sólo les faltan pistolas y cañonazos para ser más atractivos que los de cualquier película con justicieros a caballo o con milicias en pugna por el control de un puerto de alto valor estratégico.
Otro punto fuerte de la película es la música, a cargo del español Alberto Iglesias. Consigue transportar al sentido auditivo, en las partes en las que no hay diálogo, el aura de misterio que rezuma el filme.
Un momento que gusta, y mucho, son tres minutos del filme en los que una canción se apodera de la obra. La banda comienza a tocar, el cantante primero explica algunas cosas y luego se pone a balar, pero de buena manera. Ese será el discurso principal. En la parte visual, el pasado es desplazado por el presente. Los sonidos secundarios insinúan las transformaciones que han ocurrido, las decisiones tomadas, los destinos atados. Es singularmente placentero poner atención a ellos: una burócrata llama por su nombre a un compañero de oficina; unos pájaros gorjean alrededor de una celda campirana; el rifle que es amartillado; el instante en que la bala da en el blanco; la lluvia baña a un hombre desconsolado; una puerta se abre.

Foto: Focus Features
HOMBRE VIEJO
La actuación de Gary Oldman genera opiniones encontradas, Hay quienes agradecen que olvidara la tendencia a sobreactuar y se mantuviera en actitud contenida. Otros ven en esa calma una inacción que le baja puntos a la cinta entera. Más allá de apreciaciones personales, siempre quedará el recurso de la comparación. En ese sentido, varios comentarios coinciden en que falta transmitir, por ejemplo, el aire de inteligencia peligrosa que sí imprimió al personaje el señor Alec Guinness en la adaptación televisiva de finales de los setenta.
No obstante, hay al menos tres momentos en los que Oldman cuaja el tipo de Smiley con el adjetivo de notable.
El primero es cuando, a solicitud de Control,da su opinión sobre el informe de Brujería, una operación de Percy Alleline y Roy Bland para extraer información de la cúpula soviética a través de una nueva fuente.
En el segundo, Smiley le cuenta a Guillam la historia de su único encuentro con Karla y cómo, al intentar convencerlo de cambiar de bando, acabó por entregarle información delicada, personal.
En el último, ya con la investigación avanzada y una certeza mayúscula en el bolsillo, George dobla a Toby Esterhease (David Denick) y le obliga a entregarle el dato que necesita para cerrar el caso.
INVESTIGAR
El topo se puede ver como una película de espías (con sus conspiraciones, secretos y asesinatos) y como la historia de una investigación. Ni atrapar ni castigar, la misión de Smiley es sacar a relucir la identidad del traidor.
Es así como da inicio una atípica cacería en la que George recurre a documentos oficiales, al testimonio de excompañeros del trabajo, a las piezas de información en poder de Tarr, Connie Sachs y Toby, entre otros.
El proceso mental de Smiley es representado como un patio de maniobras de ferrocarril, vías que se separan y se conectan hasta dejar solamente un tendido que apunta en una sola dirección. Mientras el patio se va despejando, en la cabeza de Smiley se van asociando conceptos, frases, correspondencias. Por esta vía llegamos a otra opinión frecuente sobre El espía que sabía demasiado (otro de los nombres que se le dieron en el mercado hispanohablante), según la cual, la cinta no fue mejor recibida porque exige al espectador no parpadear y prestar atención.
ARGUMENTO
Control cita a Jim Prideaux, hombre de su confianza, para confiarle una misión ultrasecreta. Jimbo viaja a Hungría a entrevistarse con un militar que quiere desertar y que, a cambio de la protección británica, ofrece entregar el nombre en clave de un doble agente.
La reunión sale mal. A Prideaux le disparan por la espalda y en la prensa internacional se difunde que balearon a un espía inglés. Control acaba perdiendo el trabajo y se lleva a Smiley con él. Al frente del Circo quedan, gracias a Brujería, Percy y Roy; en la segunda fila están Bill Haydon y Toby.
Antes de morir, Control mueve sus influencias y consigue que se forme un equipo especial al mando de Smiley para investigar el origen de las filtraciones en el MI6.
Nada más empezar, George descubre que incluso él fue una de las posibles respuestas a la pregunta que acabó con su exjefe. Piezas de ajedrez dispuestas sobre un tablero tienen encima las fotografías de los sospechosos. Uno de ellos es el topo sembrado por Karla.
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