Foto: Paramount Pictures
Al ver está cinta es natural sentirse ignorada, insultada, violada, y, lo más grave, incapaz de hacer nada al respecto.
¡Madre!, aunque con minúscula, es el nombre del más reciente film de Darren Aronofsky, conocido por títulos como Réquiem por un sueño (2000) y Cisne negro (2010).
A diferencia de un buen número de producciones, ¡mother!, (el título original va con minúscula) fue escrita en apenas cinco días, al menos eso fue lo dicho por el director en el Festival de Cine de Venecia. También compartió que la idea surgió de la necesidad de expresar la impotente sensación de vivir pasivamente en un mundo tan caótico.
La trama se desarrolla en una casa habitada por una amorosa pareja. Él (Javier Bardem) es un famoso escritor que atraviesa por un bloqueo mental. Mientras busca la inspiración para una nueva obra, Veronica (Jennifer Lawrence), su esposa, se encarga de la reconstrucción del hogar. El jovial matrimonio disfruta de la tranquilidad de su enorme residencia ubicada en mitad de la nada.
Una noche, una inesperada visita irrumpe en el lugar. Como no tiene a dónde ir, el extraño, invitado por el compasivo poeta, acepta pernoctar en la casa.
No se ofrecen pistas acerca del feroz alud que se aproxima para arrasar con todo y que es producto del beneplácito patológico de la protagonista.
METÁFORA
La película está inspirada en el Génesis bíblico. Aborda el sexto día de la creación. El papel de Bardem alude a la figura de Dios. Ella representa a la madre tierra (de ahí el nombre). Conforme avanza el largometraje, Verónica también encarna cuestiones como el amor incondicional, la pasividad y, en especial, la esperanza (virtud que mantiene viva durante el suplicio en su obstinada persecución de algo inalcanzable).
Michelle Pfeiffer y Ed Harris interpretan a los huéspedes del poeta y representan a Eva y Adán de forma respectiva. Los anfitriones, además, conocerán a un par de hermanos (quienes comparten lazos consanguíneos en la vida real) que, en esencia, no son sino Caín y Abel.
En un lapso de dos horas se desmantela crudamente el discurso religioso desde el sacrificio del hijo de Dios hasta la creación de conceptos como el 'pecado'; incluso se critica que una institución se apropie del monopolio de la misericordia y sea capaz de conceder el indulto al más soez de los hombres, a través del diezmo.
MÁS ALLÁ
La película, y esto es algo que Aronofsky no refuta, es una alegoría, un relato audiovisual con un sentido real y otro figurado en el que se retoma la creación divina y el poder otorgado al ser humano para dominar el mundo.
La casa representa a la Tierra y ésta, poco a poco, es invadida por los humanos (sobrepoblación), seres que no muestran el más mínimo respeto por ella: la ignoran, la maltratan, la ultrajan y algo más.
Él, Bardem, es un creador narciso, permisivo y benevolente. Necesita llevar a cabo su labor, necesita una musa. Le gusta ser adulado y se convierte en depositario de cierto fanatismo. Así nace una religión que, al principio, tiene como fin unir a la humanidad y acaba dividiéndola y confrontándola.
Una de las escenas más crudas se suscita cuando el hijo cae en manos de una multitud y ésta procede a consumirlo. El sentido alegórico de dichas imágenes alude a un ritual muy extendido: Tomad y comed todos de él...
Foto: Paramount Pictures
CRÍTICA
Su presentación en Venecia causó división de opiniones, aplausos y abucheos. Sin embargo, el director expresó que ese era el punto, no preparó un material que se digiera con facilidad, al contrario, causa malestar, aprensión, angustia e impotencia. Con ese objetivo en la mira tuvo por cómplice a un colaborador recurrente, el productor Scott Franklin.
Ceñirse a la visión de Aronofsky significó priorizar tres tipos de tomas a lo largo del metraje: la 'subjetiva', permite ver las cosas a través de los ojos de la protagonista creando la sensación de estar viviendo lo mismo que ella; 'sobre el hombro', utilizada para observar justo por detrás de la actriz y que en este caso permite moldear un desesperante efecto; el 'primer plano', toma cerrada en la faz de la intérprete, así se atiende a los matices expresivos de su tormentosa situación.
“No queríamos que el público se sintiera seguro, el personaje de Jennifer en la película, nunca se siente a salvo”, explicó el también guionista en una reunión con la prensa posterior a la proyección en el festival veneciano.
El creador de Pi: el orden del caos (1998), equiparó su película con un paseo en una montaña rusa, es decir, sólo debes subir a bordo si estás dispuesto a completar el recorrido.
ACTUACIONES
La heroína de la saga de Los juegos del hambre, Jennifer Lawrence, además de protagonizar la cinta es la actual pareja del cineasta neoyorquino. Según Aronofsky, tenerla a ella facilitó la ejecución del proyecto. La actriz ha reconocido que el de Verónica ha sido el papel más difícil de su carrera.
Antes de la filmación, Lawrence, Bardem y el equipo de rodaje estuvieron recluidos tres meses en un almacén en Brooklyn. Los primeros se dedicaron a preparar sus interpretaciones; Aronofsky y compañía hicieron los ajustes finales del guión. Dentro de la bodega no había ningún tipo de escenografía, se dividió el espacio, de acuerdo con el plano mental del director, con sólo un gis.
Durante los ensayos e incluso a la hora de la filmación, Jennifer Lawrence experimentó ataques de pánico.
Se ha definido a esta película como un thriller, un metraje de intriga y suspenso, aunque la historia se resiste a la clasificación dentro de un género especifico. Este era otro de los objetivos de Darren Aronofsky.
Hace unos meses, cuando se dieron a conocer sus avances, todo anunciaba la llegada a la cartelera de un título de terror y ya se avizoraba que se iba a presentar una propuesta arriesgada. Lo primero no está claro, sobre lo segundo no hay discusión.
No es un largometraje de terror, no es esa la característica dominante. Sin embargo, llega a ser tan perturbador que consigue instalar al espectador en los terrenos del horror. De ahí la confusión.
INESPERADO
El cineasta escribió con celeridad el manuscrito de su polémica ¡madre! Hacer más evidente la premura resulta sencillo, basta con señalar que elaborar el guión de Cisne negro le tomó una década. Su cinta es, en más de un aspecto, un destello febril, un reflejo de la frenética sociedad de nuestros días. La apremiante necesidad de mostrar la velocidad con la que se vive en estos tiempos, fue la misma que lo motivo a escribir con feroz celeridad.
Aronofsky ha revelado que entre las influencias de su más reciente producción se encuentra El ángel exterminador (1962), de Luis Buñuel. En dicho clásico, el cineasta surrealista relató la historia de un grupo de burgueses que se reúnen a cenar en una mansión y luego no pueden salir de ella. El neoyorquino recomendó a Jennifer ver la obra de Buñuel como parte de la preparación de su Verónica.
Otra fuerte presencia en la concepción del cineasta fue el pensamiento de Susan Griffin, autora de un texto feminista publicado en 1978 y titulado Woman and Nature. En ese documento, la ensayista aborda los roles del varón y de la mujer frente a la naturaleza; ofrece una perspectiva en la que el hombre se reduce al dominio de ella (la madre tierra) y la mujer parece ser una extensión del jardín de la vida.
Este filme, antes que un contenido para intrigar o aterrorizar al espectador, es una crítica de la sociedad actual. Logra, desde una perspectiva muy personal, refractar la luz cegadora de la realidad actual y exhibir al natural un mundo egoísta, insaciable y soez, capaz de permanecer inmutable ante al caos.
