Cuando llegué a vivir a Canadá en 1973 conocí la música de Buffy Sainte-Marie, una cantante y compositora indígena nacida en Canadá y establecida en Estados Unidos. Su canción "Welcome, Welcome Emigrante" hablaba del orgullo que ella sentía por sus antepasados "que construyeron este país y vinieron de muy lejos a una tierra que no conocían, de la misma manera que lo haces tú, mi amigo. Así que bienvenido, bienvenido emigrante, a mi país, bienvenido a casa. Bienvenido, bienvenido emigrante, al país que amo".
Para mí, un extranjero recién llegado a un Canadá frío, con una cultura e idiomas diferentes, la canción me producía una indescriptible sensación de tranquilidad. Una canadiense, cuyos antepasados habían llegado a Norteamérica antes que los primeros ingleses y franceses, me daba a mí, un mexicano errante, una bienvenida afectuosa que me llenaba el corazón.
Hoy vivo en la Ciudad de México, mi ciudad natal, pero durante años fui un migrante en Estados Unidos, el Reino Unido y Canadá. Aprendí a trabajar con las manos, a hablar otros idiomas y a entender otras culturas. Estudié filosofía y lingüística. Me enamoré y desenamoré. Al final regresé a México con una carga de experiencias que me han ayudado en lo personal y lo profesional.
Hoy, como entonces, estoy convencido de que las migraciones son un elemento muy importante en la construcción de la prosperidad de un país. No en balde Canadá se enorgullece de que los inmigrantes representan el 20.6 por ciento de su población total (2011, statcan.gc.ca). Estados Unidos tiene en su Estatua de la Libertad la inscripción "Dadme vuestros cansados, vuestros pobres, vuestras masas amontonadas que aspiran a respirar en libertad." como una forma de dar la bienvenida a los inmigrantes. Quizá por eso el 13.1 por ciento de su población nació en el extranjero (2013, pewhispanic.org).
Me parece muy triste que un nuevo presidente estadounidense, hijo de madre escocesa y nieto de abuelos paternos alemanes, casado con una eslovena que además trabajó en el país antes de tener papeles, le haya dado la espalda a esa tradición de inmigrantes tan esencial en la historia de los Estados Unidos y que es en buena medida responsable de la prosperidad del país.
Los inmigrantes aportan mucho a cualquier nación. Traen conocimientos e ideas, formas diferentes de ver la vida, ganas enormes de trabajar y prosperar. Según Ricardo Hausmann de la Universidad Harvard, una de las razones de la pobreza actual de Latinoamérica y México es precisamente la política de puertas cerradas a la migración. En México sólo 0.9 por ciento de la población nació en el extranjero. Nos quejamos del trato a los mexicanos en Estados Unidos, pero cualquiera que haya inmigrado a México sabe lo absurdo e injusto que es nuestro trato a los inmigrantes.
La discriminación contra los extranjeros es natural. En México la expresamos con desprecio o rechazo a todos los grupos de extranjeros que han llegado a nuestro país. Las aportaciones de las comunidades de inmigrantes, sin embargo han sido enormes. Ahí están los españoles, estadounidenses, libaneses, judíos, chilenos, argentinos, cubanos, guatemaltecos y tantos que han venido, muchas veces sin recursos, y han construido prosperidad.
¿Qué puedo decir yo, hijo de refugiado español y madre mexicana, errante durante años en otras tierras? Que Trump se equivoca al rechazar su propia experiencia familiar y cerrar las puertas a la migración, pero que más se equivoca el gobierno de México al mantener una política migratoria mucho más cerrada que la de Trump.
QUE NEGOCIE
No sé de qué hayan hablado Peña Nieto y Trump. Sólo puedo esperar lo peor de Trump. Pero si Peña Nieto va a negociar, hay que dejarle espacio. No se puede negociar si todo el mundo está escuchando las grabaciones.
Twitter: @SergioSarmiento
