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EL MONTE EVEREST, MI PRÓXIMA META

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

En el parque platican dos ancianos sentados en un banco: -¿Pedro shabes una cosa? Dice uno y el otro responde: -Dime Manolo Y Pedro exclama: -¡Yo mañana follo! A lo que Manolo responde: -¡Y yo fatatas!

El sábado a las cuatro veinte de la tarde salté de la vieja poltrona donde están marcados los contornos de mi cuerpo fofo, de un puntapié desplacé de su base al enajenante televisor Panasonic y salí a caminar a la calle, dispuesto a cubrir los primeros 500 metros de los tres mil que me fijé como meta para comenzar a ascender en la vida longeva y alcanzar -figuradamente desde luego- la cumbre nevada del monte Everest con sus 8 mil 848.3 metros de altura sobre el nivel del mar en el continente asiático, lo cual lo hace el más alto de la Tierra.

Mis primeras prácticas de escalamiento serán, mientras tanto, en el Cerro de la Pila de Gómez Palacio, Durango donde no hay borrascas, vientos gélidos y avalanchas de nieve que sepultan en vida -como lo hace el sedentarismo-, radiación solar incluida. Del mismo modo una intención, pero así será mi pensamiento en los años por venir: positivo. Si acaso y porque así lo requiero, intentaré caminar sobre una línea recta para no perder el equilibrio y caer al duro suelo en las kilométricas filas de la clínica 46 del Seguro Social a las 7 de la mañana.

Estos ejercicios soñados, pero nada descabellados, pues son realizables si los viejos ponemos todo el empeño posible en practicarlos -el ascenso al Everest lo descarto por el momento- comenzaron a tomar forma en mi mente, con la lectura de las primeras 18 de las 221 páginas que componen la segunda edición especial del libro "Tercera Edad. Edad Maravillosa" escrito por el regiomontano y lagunero desde hace 27 años, Juan Manuel González Cerda, un acucioso investigador de los tejes y manejes de la gerontología y con la autoridad suficiente para exhortar a los ancianos a no resbalar por el tobogán del abandono y la marginación que ellos mismos se imponen, creyendo equivocadamente que ya nada útil tienen que hacer en este mundo.

Con dos años de especialización profesional en el lejano Japón donde se familiarizó con los usos y costumbres, filosofía, tradiciones y cultura del imperio del Sol Naciente, el profesor universitario y columnista de El Siglo de Torreón con un premio estatal de periodismo, precisa que "el envejecimiento no consiste en tornarse frágil y morir" e insiste en los capítulos iniciales de la obra corregida y aumentada, en la necesidad de realizar a diario y con regularidad ejercicio y más ejercicio "porque esta práctica mejora la concentración mental, la fuerza muscular, la salud del corazón, los huesos, la respiración y eleva el instinto sexual" (?)

"Los viejos debemos desterrar conceptos y paradigmas de la antigüedad que consideran que ya es tarde para reanudar la gran aventura de la vida y nos condenan al ostracismo, doblegados por la falta de entusiasmo, la desesperanza y la insatisfacción que empujan al cuerpo hacia una rápida decadencia y mata el deseo de seguir viviendo", advierte el especialista y subraya enseguida que "el descuido físico y mental acelera el envejecimiento".

Una de las principales sugerencias avaladas por la experiencia personal de González Cerda, la transcribo a continuación por el valor humanista que la impulsa: "Dormir de siete a ocho horas, desayunar a diario, no comer entre comidas, vigilar el peso corporal y regular la actividad física con deportes, caminatas, jardinería y dos copitas de tinto lambrusco en las comidas (lo de la uva lo añado yo) Y va lo mejor "con desayunar a diario y dormir lo suficiente, agregamos once años más a nuestras vidas".

E insiste por si quedaran dudas: "El ejercicio físico practicado con regularidad, puede revertir diez de los efectos atípicos de la edad biológica, incluyendo la presión sanguínea, el exceso de grasa, el nivel de azúcar y la reducción de la masa muscular. Aceleran la chochez la depresión, la falta de una rutina, la irritabilidad y las críticas severas hacia sí mismo".

Paquita ¿dónde hacemos el amor hoy? En el suelo. ¿En el suelo? ¿Por qué? Para sentir algo duro.

"Tercera edad. Edad maravillosa", es un cofre de conocimientos, estudios, reflexiones, proverbios, propuestas y sabias enseñanzas del pensamiento universal alrededor de la vejez, expresadas desde los tiempos de Confucio a los de la madre Teresa de Calcuta, incluyendo Hipócrates, Dalai Lama, Nietzsche y Lao Tzu.

Como una aportación cultural, científica, filosófica e ilustrativa que le da un valor agregado al trabajo literario, el maestro de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Universidad Ibero-americana Torreón, Universidad del Valle de México unidad Torreón y Universidad Autónoma de La Laguna, abre cada uno de los 55 capítulos con las reflexiones de destacados motivadores, escritores, geriatras, científicos, científicos, filósofos, sociólogos, actores y directores de cine, poetas, dramaturgos, oradores y políticos romanos; humoristas, sexólogos, neurólogos y psiquiatras.

Por ejemplo, de don Miguel de Unamuno: "Jamás un hombre es demasiado viejo para recomenzar su vida y no hemos de buscar que lo que fue le impida ser lo que es o lo que será". O de Henri Frederic Amiel: "Saber cómo envejecer es la obra maestra de la sabiduría, y uno de los capítulos más difíciles en el arte sublime de vivir". Confucio, por su parte, filosofa: "¿Me preguntas por qué compro arroz y flores? Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir"

Un hombre se casa con una de 30 y le pregunta ¿Cómo me vez al lado de esta mujeraza? Te veo como la oreja de una vaca, lejos del sexo y muy cerca de los cuernos.

He terminado la caminata inaugural del sábado y regreso a la poltrona, cansado, pero satisfecho. Automáticamente mis ojos se clavan en el capítulo 41 "Enamorarse de una persona joven" con una explicación de buena fe, razonada, de Federico Nietzsche: "Siempre hay un poco de locura en el amor, pero siempre hay un poco de razón en la locura".

Y ya no me levanté por un buen rato; le he dado ya tres lecturas al artículo para entender, analizar, sopesar, conocer y valorar con mi experiencia hasta dónde podría llegar en el intento, pues a mis 80 años hay que ser cautos en ese sentido; es difícil si no es que imposible: que una mujer 30 años más joven que yo se enamore de mis huesos o que finja amoríos para quedarse con mi pensión, lo más probable.

Eso no tendría la menor importancia si ella me permitiera succionar su frescura, su vitalidad y su energía como propone González Cerda, reconociendo que "es un asunto muy espinoso, unas personas estarán de acuerdo y muchas no lo estarán". Consultaré a mi esposa para que me oriente y me diga con cuál equipo le gustaría jugar, el Cruz Azul o el América.

Me anima a lanzarme al ruedo la afirmación del mismo autor: "Se supone que si a un ser humano lo pusiéramos en condiciones perfectas, viviría hasta los 125 años en promedio", con un subrayado: "la edad avanzada no pone límite a la sexualidad". Vamos a ver de qué cueros salen más correas.

De pronto salta un lector exasperado: -los chistes mafufos que ni Pepito contaría, ¿Por qué mancillan esta obra profunda y seria? Y le aclaro: -No fue una arbitrariedad mía por ningún motivo. Es una idea innovadora de don Juan Manuel para darle amenidad al texto y provocar la risa de las personas de edad progresiva y la justifica con un proverbio chino: "el tiempo que uno pasa riendo es tiempo que pasa con los dioses".

Por ese motivo dedica tres páginas del capítulo 36 al tema, afirmando que la risa es una medicina dispuesta y gratuita "de un poder curativo excepcional. Se ha comprobado -sostiene- que la risa favorece la salud física y emocional y constituye además un mecanismo de defensa contra dolencias, ansiedad y depresión, afecciones que se incrementan en la tercera edad".

Por eso sonrío a cada rato sin motivo o con motivo, haya o no enamoramiento.

Se pronuncia más adelante contra los médicos intrusos que invaden la vida de los longevos queriendo controlar su modo de comer y modificar conductas. De pilón son caros: cobran entre 700 y 800 pesos la consulta. Me consta.

Finalmente me quedo con un axioma: "la capacidad intelectual no depende de los años".

Menciona como ejemplos a los filósofos, escritores, artistas, científicos y hombres de estado "que han ofrecido a los demás hombres el mejor fruto de su trabajo después de los 50, 60, 70 y aún más: Leibniz, Kant, Víctor Hugo, Verdi, Wagner, Matisse, Pasteur, De Gaulle, Adenauer, Churchill, Picasso, Goethe, Franklin". No me convenció, en cambio, la versión de que la edad avanzada no pone límites a la sexualidad…

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