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EL SÍNDROME DE ESQUILO

EL CENTAURO EN LA GUERRA

VICENTE ALFONSO

"En México, las instituciones que procuran la justicia gastan más dinero en propaganda que en cumplir sus fines. Poco hacen contra los poderes fácticos, suprainstitucionales, que potencian la complicidad entre la clase política y el crimen organizado, juegan con uno u otro partido y tienden a convertir la 'transición democrática' en una farsa injusta", advertía hace quince años Sergio González Rodríguez en un libro que las autoridades acusaban de alarmista e impreciso. Partiendo de los feminicidios ocurridos en Ciudad Juárez, el periodista hacía el retrato de un México que, tras un letargo de ochenta años, se daba cuenta de que no sería sencillo superar las inercias heredadas del régimen priista. El libro advertía, entre otras cosas, sobre el creciente poder del crimen organizado y sobre la inminente aparición de narcogobiernos. Alertaba también, en estos términos, sobre la existencia de fosas clandestinas en todo el territorio nacional: "El país alberga ya un gran osario infame, que fosforece bajo la complacencia de las autoridades". Hablo, por supuesto, de Huesos en el Desierto (Anagrama, 2002), volumen de más de trescientas páginas que consolidó la carrera de Sergio González Rodríguez, y donde están cifrados, como en una piedra de Rossetta, los temas que conformarían su posterior obra literaria y ensayística.

Egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Sergio González Rodríguez no era un desconocido en el momento en que se publicó Huesos en el Desierto. Había ganado notoriedad diez años antes por un libro que, hacia 1992, resultó finalista del Premio Anagrama de Ensayo: El centauro en el paisaje, título que alude a Alfonso Reyes, quien solía decir que, por su carácter híbrido, el ensayo es "el centauro de los géneros". Se trata de un libro que revela a un lector muy acucioso de los clásicos. Un libro que sorprende por la riqueza de sus reflexiones y por su estilo bien logrado.

A su manera, González Rodríguez era también un centauro. Una mixtura. Como en su momento lo hicieron Gabriel García Márquez, Federico Campbell, Vicente Leñero, Tomás Eloy Martínez y lo sigue haciendo Elena Poniatowska, Sergio supo amalgamar dos oficios que en los currículum vitae suelen citarse juntos, pero en la realidad son muy difíciles de conjugar: la literatura y el periodismo. Reportero y novelista, cronista y crítico literario, González Rodríguez escribía sus libros desde una perspectiva muy poco común: la del reportero que sabe dónde cosechar datos esenciales y después puede armar con ellos textos impecables que se sostienen por sí mismos y son capaces de dialogar con otras épocas. Así, leerlo significa no sólo tener acceso a información fresca y cuidadosamente seleccionada, también es aprender a ver la realidad más allá de la engañosa superficie.

"La lectura de los periódicos me inspira pensamientos negros", escribió González en Huesos en el Desierto, en un párrafo que continúa: "Una de las intuiciones más certeras -e inquietantes- de Leonardo Sciascia fue cuando afirmó que en los periódicos se encuentra toda la realidad, aunque ésta aparezca tras un velo que siempre deja entrever lo que sucede. Por tanto, se debe leer entre líneas y tener memoria".

Leer entre líneas y tener memoria. Don Sergio sabía hacer ambas cosas y deseaba que sus lectores también supiéramos hacerlo. Como explica en los párrafos finales de Huesos en el Desierto, al horror y a la nada sólo puede oponerse la capacidad de recordar: "Así, recordar se volvió para mí un mandato. Algo bastante difícil de cumplir (…) aunque en estos tiempos parezca excesivo y hasta impropio recordar".

Con la publicación de Huesos en el Desierto, el erudito y amante de los clásicos puso su pluma al servicio de temas tan urgentes como dolorosos. El centauro se fue a la guerra. Así, en El Hombre Sin Cabeza (Anagrama, 2009) hizo un certero análisis de la ola de sangre que siguió a la llamada 'guerra contra el narco' iniciada por Felipe Calderón; en Campo de Guerra (Premio Anagrama de Ensayo 2014) denunció la elevación, con el pretexto del combate contra el terrorismo, del discurso bélico en todo el mundo, y en Los 43 de Iguala (Anagrama, 2015) diseccionó lo ocurrido la noche del 26 de septiembre de 2014 en Guerrero.

Sergio González Rodríguez murió el pasado 3 de abril. Al conocer la noticia de su muerte me puse a releer algunas de sus páginas. En El Centauro en el Paisaje he encontrado esta frase que bien puede explicar por qué decidió escribir sobre el horror: "Si uno aspira a un paraíso, debe triunfar antes sobre la catástrofe, hacer de ella una vía de libertad".

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Escrito en: El síndrome de esquilo

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