Gómez Palacio y Lerdo Violencia Gómez Palacio Buen Fin Gómez Palacio

ENFOQUE REGIONAL URBANO

Raíces de nuestra cultura

RAÚL MUÑÓZ DE LEÓN

Del pensamiento filosófico de Samuel Ramos (El perfil del hombre y la cultura en México) y de Octavio Paz (El Laberinto de la Soledad), se deduce perfectamente el interés que los mexicanos tenemos en el conocimiento de las raíces de nuestra Nación. Sin embargo, para ahondar en tales orígenes, requerimos de una interpretación inequívoca de los monumentos históricos... ...que poseemos acerca de los aborígenes de México. Los estudios antropológicos concuerdan en ubicar en el Anáhuac tres civilizaciones históricas: la teotihuacana, la tolteca y la de las siete tribus nahuatlacas; y otras tres en Yucatán y vecinos centroamericanos: los mayas, los itzaes y los quichés; además, está la civilización mixtecozapoteca, localizada en el estado de Oaxaca.

El maestro Raymundo Guerrero Guerrero de la Universidad Autónoma de Guadalajara, tiene un interesante trabajo sobre el tema que abordamos en este Enfoque y en el cual nos basamos para hacer las consideraciones aquí planteadas. Dice: "Aunque entre los grupos del Valle de Anáhuac y los de Yucatán hay diferencias muy marcadas, es posible también encontrar puntos de similitud: su arquitectura piramidal; el carácter ideográfico de la escritura de ambos , a pesar de que la interpretación de las inscripciones es especulativa o imaginativa, rayando en el subjetivismo de quien hace la interpretación; la semejanza del Quetzalcóatl náhua y el Kukulkán maya, entre otros elementos de coincidencia".

Así, pueden quedar establecidos en relación a las culturas autóctonas, algunos hechos fundamentales:

1º. Los caracteres somáticos de nuestros aborígenes: braquicefalia, ojos pequeños almendroides, pelo lacio y otras similitudes de tipo psicológico, corresponden a un parentesco cercano con los grupos del oriente asiático;

2º. Por lo menos los grupos del Valle de Anáhuac mantenían la tradición de su origen migratorio común desde el norte, y se refuerza la hipótesis de su paso por el Estrecho de Behring de los naturales de América, sin descartar la posibilidad de expediciones marítimas, naturales o en naufragio;

3º. Los sacrificios humanos, los retrasos científicos y técnicos en comparación con sus contemporáneos europeos y otros lugares, señalados a las civilizaciones precortesianas, de ninguna manera son indicativas de tal o cual inferioridad racial, ni menos aún de minoridad cultural: lo único que demuestran es la falta de un desarrollo histórico contingente y desinterés por las técnicas;

4º. En modo alguno los pueblos precortesianos en México, llegaron a formar nada superior, desde el punto de vista político, a simples alianzas ofensivas o defensivas, de tal manera que sólo en sentido figurado puede hablarse de un supuesto imperio azteca.

Por lo que se refiere a la otra raíz étnica de nuestra cultura, la española, hay que hacer notar su mestizaje racial afroeuropeo, porque según consideran sociólogos y antropólogos, ahí está la clave de la ausencia de prejuicios raciales en México, pues mal podrían tenerlos aquellos conquistadores descendientes de celtas, iberos, vascos, fenicios, cartagineses, vándalos, alanos, suecos, visigodos, árabes y otros tantos grupos raciales.

En relación a las características sobresalientes de nuestro mestizaje racial, señalaremos las que creemos más notables:

1ª. El rasgo más saliente de la psicología individual del mexicano, quizá sea su temperamento voluble, resultado probable de la mezcla del dinamismo español y del quietismo indígena, éste último de estilo oriental que no cabe confundir con la mera abulia o la censurable pereza, pues su ocio es más bien una profunda introspección emotiva, mezclada con la contemplación absorta y semirreligiosa del mundo exterior, carácter que se simboliza y expresa en la llamada "gana" y en "el me importa madre" en lo que el mexicano suele basar los motivos de tal o cual conducta, y también los cambios de humor de uno a otro extremo;

2ª. En la actitud del mexicano hacia la muerte se conjugan factores muy complejos, tanto de índole emocional como filosófica; sobresale esa especie de familiaridad con la idea omnipresente de la muerte, con más rasgos aborígenes que hispanos, ese hasta bromear con las imágenes fúnebres, que tiene mucho de rito pagano. Todo esto corresponde a un sentimiento de fragilidad y a una conciencia de zozobra que el mexicano trata de compensar doblemente: en el fondo de su alma con la aceptación fatalista , casi estoica, de la inevitabilidad de la muerte; en la exterioridad, con ese aparente desprecio respecto de la propia extinción.

3ª. La religiosidad es uno de los ejemplos más logrados del mestizaje mexicano: por una parte, las dos culturas que concurren a formarlo son teocéntricas en alto grado. Tanto el español como el mexicano son entusiastas en las manifestaciones externas del sentimiento religioso y en la plasticidad de los símbolos y personajes, así como partidarios de aunar lo profano con lo sagrado, lo que no libra al mexicano creyente del riesgo de no distinguir suficientemente entre la trascendencia divina de su fe católica y la simple superstición o la piadosa credulidad.

En el caso particular de nuestro país, la labor cristianizadora de las órdenes religiosas españolas fue seguida de dos hechos fundamentales: uno, la devoción a la virgen María, que penetró de tal manera en la mentalidad del mexicano, que en las peores confrontaciones nacionales, lo único que une a los mexicanos es la insobornable proclamación de Santa María de Guadalupe como símbolo de la nacionalidad; dos, el mérito de la evangelización misionera vino a ser la labor civilizadora y benefactora de los aborígenes, lo que en el México de la conquista y la colonia dio motivo a pensar que "cristianizar es civilizar".

4ª. Es ya legendaria la delicadeza espiritual del mexicano; como las manifestaciones de esa finura psíquica: el plateresco y el churrigueresco arquitectónicos son la versión mexicana del barroco español; la filigrana abunda en imágenes y joyería; la riqueza melódica de la canción popular y el ingenio cómico del mexicano, son características tan nuestras como se advierte en el sentimentalismo del "corrido" criollo menos recio que el romance español; nuestro lenguaje es a base de rodeos o circunloquios y de la relativización verbal de las magnitudes del tiempo -ese abundamiento de diminutivos, sobre todo en el trato personal- hasta respecto de hombres y cosas imponentes y el uso de términos elásticos para las mediciones del tiempo -el "horita" de un mexicano puede significar ahora, pronto, después o nunca-, rasgos estos últimos que contrastan con la rudeza verbal del español y su franqueza a veces grosera, pudiendo afirmarse por lo tanto, que el lenguaje sutil del mexicano está emparentado con lo enigmático de los orientales. ¿Usted qué opina?

r_munozdeleon@yahoo.com.mx

Leer más de Gómez Palacio y Lerdo

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Gómez Palacio y Lerdo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1307282

elsiglo.mx