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ENFOQUE REGIONAL URBANO

Pregones y pregoneros

RAUL MUÑOZ DE LEON

"¡Camote tatemado! ¡Ahí está la "raíz"! Era la voz inconfundible de don Jesús, que desde muy temprano todos los días anunciaba su mercancía, la que transportaba en un carrito hechizo con...

...una rueda grande adelante y dos traseras más pequeñas, deteniéndose en cada esquina, dando tiempo a que la gente saliera de sus casas a comprar el producto que ofrecía. Su grito significaba la señal de que era hora de levantarse, meterse a la regadera y prepararse para ir a la escuela.

No necesitábamos de reloj; las mamás decían: ¡Ándale hijo, ya se oyó el pregón del señor del camote! Báñate, cámbiate y ven a desayunar que es hora de estudiar y aprender. Muy puntual era don Jesús: pasaba siempre a las siete de la mañana y nos despertaba con su grito comercial. Claro que las mamás compraban el tubérculo y lo servían con leche; rico y nutritivo postre mañanero que disfrutábamos con avidez, como complemento alimenticio. Obviamente no lo comíamos todos los días, acaso una vez al mes; pero ¡sabroso sí que lo era y lo sigue siendo! Recuerdo que Hilario decía: "esta vida es un camote, y lo mejor es comerlo con leche". ¿Porqué?

La mayor parte de mi infancia y adolescencia viví por la avenida Aldama; nací en una casa ubicada por esta calle entre Degollado y Patoni; luego nos cambiamos a una casa en la esquina de Patoni y Aldama; después, por la misma Aldama, en el 313 sur, entre Patoni y Escobedo; más tarde, en el número 315, a un lado de la casa del Capitán Centeno, quien vivía en el 317. Posteriormente nos fuimos a una casa de la avenida Mina sur entre Urrea y De la Llave, cerca del Callejón Madero, que tenía una placa que claramente decía Callejón Dionisio Reyes, quien fue precursor del movimiento revolucionario en nuestra Ciudad. De aquí, regresamos a la avenida Aldama, en la casa número 419 sur, frente a donde nací; y finalmente, por la calle Escobedo, entre las avenidas Hidalgo y Mina, de donde partí en 1962 a la Capital de la República a hacer la carrera profesional en la Facultad de Derecho de la UNAM.

Mis amigos y vecinos de aquella época, que al mismo tiempo eran compañeros de escuela, Manuel Gómez, Pepe Ortiz, Mario Sánchez, Pilo Guevara, Poncho Amador, el Güero Centeno, Quico Salas, Pepe Medina, entre otros, aunque algunos vivían por la Rayón, por la Degollado o por la Patoni, decíamos que don Jesús tenía un carro convertible, pues un día vendía en el mismo carro camote, otro día barbacoa, con su grito que lo identificaba: "¡cabeza de res, "marchanta ahí está la barbacoaaaaa...! A mediodía y hasta avanzada la tarde, sobre todo en los días calurosos de verano cambiaba de "giro mercantil", y entonces su mercancía eran las paletas de hielo de varios sabores, esquimales, barritas de nuez, los yoyos, surtiéndose en Paletería Nenita, negocio de don Roberto Fernández Vitela.

No era el único vendedor ambulante que pregonaba su mercancía. Igualmente lo hacía don Javier, a quien le faltaba un brazo, y que con voz resonante gritaba: ¡El Siglo! La Opinión! ¡Entérese de las noticias importantes y escandalosas! ¡Se fugó el Capitán Fantasma! ¡Traen a Gómez Palacio, el cadáver del Gral. J. Agustín Castro, quien murió en la ciudad de México! ¡La Opinión! ¡El Siglooooo...! Compre sus revistas favoritas: la Familia Burrón, El Pepín: el Pato Donald, Porky, El Pájaro Loco, El Ratón Mickey, y las revistas de los seudohéroes de entonces Superman, Red Ryder, Hopalong Cassidy, Dick Tracy, Roy Roger, El Llanero Solitario, Tarzán el Hombre Mono; y para los adultos Jueves de Excélsior, Revista de Revistas; para las señoras Confidencias, Vanidades, revistas de modas; quienes gustaban de los deportes La Afición, Esto, Box y Lucha Libre, etc. Don Javier era portador y mensajero de noticias, de aventuras, de espectáculos y de actividades deportivas.

A media mañana aparecía don Juan Morales, quien venía de Lerdo con una canasta al brazo ofreciendo higos, duraznos, granadas, claveles y nardos. Las señoras lo apreciaban porque fiaba su mercancía y a veces hasta la regalaba cuando veía que sus potenciales "clientas", no tenían para pagar la fruta o las flores. Hombre de edad ya avanzada era don Juan, seguramente enfermo porque yo veía que caminaba con dificultad, y sin embargo con una pesada cesta rebosante de productos de la parcela, deambulaba por las calles pregonando su mercancía.

De una a tres de la tarde diariamente hacían su aparición por las calles de mi ciudad, dos corpulentos señores, sin camisa, con el pecho descubierto, que "arriaban" dos asnos llevando sobre su lomo costaleras de ixtle cargadas con tierra que traían del río, pregonaban con voz estentórea: "¡Ahí está la tierra de hoja, marchanta, la tierra, burraaaa…"!, y le daban fuertes azotes a los animales con un látigo de hule; o bien gritaban: ¡Tierra pa→ las macetas! Olorosa y fragante tierra del Nazas esparcida en las casas laguneras para nutrir, enriquecer y fortalecer jardines y jardineras.

Por la tarde, los señores que vendían manzanitas rojas cubiertas de azúcar, empotradas en hoyos hechos en un poste de mezquite; los vendedores de algodones de azúcar. En parques, plazas y paseos públicos estaban quienes ofrecían al público naranjas partidas con sal y chile "piquín", coco de agua y jícama también picosos. El comerciante de elotes cocidos; este era su pregón: "Hay elotes, peludotes y grandotes del tamaño de los botes". Muy avanzada la noche, rompía la tranquilidad e interrumpía el sueño de muchos que plácidamente ya dormían, el grito característico de quien pregonaba su producto pronunciando con voz vigorosa: "Pura agüita, pura agüita..." Era nieve de raspa o de "garrafa" servida en "conos" de papel; y al acercarse las personas a comprar el helado, el nevero les preguntaba: "¿con recaudo o sin recaudo?". Se decía que el tal "recaudo" era una porción de droga, probablemente un cigarrillo de mariguana.

Bella época ésta de pregones (divulgación que se hace en voz alta de un hecho, noticia, aviso, etc. Diccionario Larousse) y pregoneros; época saturada de nostalgia y de recuerdos gratos, que trae a la memoria personajes célebres que cubrían el paisaje urbano, característicos por su peculiar forma de vestir, de hablar, de pregonar su mercancía. Época del trompo, del balero, de las "canicas", del yo-yo, de los papalotes, de los "zancos", que nosotros mismos hacíamos con trozos de madera, considerada ya inservible, para jugar competencias y "carreras" en el parque o en plena vía pública: de jugar a la "Lotería", a Serpientes y Escaleras, al Coyote, etc.

Puede considerarse el pregón como el antecedente remoto de la publicidad y de la mercadotecnia, con el que se anunciaba la mercancía a viva voz logrando la atención y el interés de un potencial público consumidor. No necesitó de la radio, de la televisión, de la prensa especializada, del internet, del twitter, del facebook, de las redes sociales, ni de los modernos canales de comunicación para penetrar socialmente con su mensaje y colocar su producto en el gusto de la gente. Además, por no haber intermediarios ni acaparadores, su producto era fresco, barato y de buena calidad.

A propósito de los pregoneros, se platicaba entre amigos el siguiente cuento que pretendía ser gracioso: "Va el señor con una canasta ofreciendo lo que vende, gritando: hay duraznos, ciruelas, granadas y higos. Desde un tercer piso, un tipo perverso lo llama, venga señor, y el vendedor creyendo que le compraría, sube hasta donde está el tipo y al llegar éste le dice: le llamé para decirle que no se dice granadas y higos; sino granadas e higos para evitar la cacofonía. Sin perder la serenidad el vendedor le replica: sólo para esto me hizo subir tres pisos, sin comprarme nada?, pues como será usted cabrito e hijo de la tiznada!". Aprendió rápido la lección.

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