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ENFOQUE REGIONAL URBANO

RAUL MUÑOZ DE LEON

Elocuencia mexicana; México, país de oradores

"Frente a un mundo nuevo, la vida de los seres humanos debe ser más justa y equilibrada. Sólo el verbo luminoso, la palabra sincera, elocuente y amable puede hacer más placentera la convivencia social"...

"cuando la bruma sea más espesa, más útiles serán los instrumentos de navegación..." "el arma o instrumento por excelencia de la vida social es el lenguaje. Con él los seres humanos han construido sus civilizaciones y sus culturas".

"Aunque sea efímera la existencia de la palabra, no hay cosa más bella que un discurso apasionante y sincero de un orador elocuente, que en pleno éxtasis nos haría exclamar con Goethe: detente un momento, eres tan bello".

"Hay quienes niegan todo valor a la oratoria considerándola un arte menor o sin importancia, o un arte decadente. Sólo los que tienen la lengua de trapo, la garganta obstruida y el pensamiento cerrado a la libre expresión, pueden desdeñar el arte excelso de la oratoria".

"Debemos distinguir la oratoria incongruente, sin ideales o propósitos elevados y la oratoria constructiva, artística, símbolo de expresión de ideas generosas. Mientras haya mundo habrá oradores, es decir, existirá una fuerza espiritual que tratará de manifestarse en las mejores condiciones posibles. El hombre es un instrumento que canta, y nada más hermoso que un buen discurso que combine en las bellas formas del lenguaje, con la nobleza de una idea".

"La oratoria es un poderoso vehículo de masas con las cuales hay que mantenerse en relación, ante los reclamos de la convivencia social. Arte para muchedumbre, fuerza estética que liga a grandes grupos y los encamina a la realización de un propósito".

Los anteriores párrafos son parte del proemio de un interesante libro escrito por don Andrés Serra Rojas, y editado por Librería de Manuel Porrúa, en 1966. Catedrático universitario, conferencista, político, funcionario público, representante de México en el extranjero, el maestro Serra Rojas presenta en "Antología de la Elocuencia Mexicana" una selección de conceptuoso discursos pronunciados por notables y elocuentes personajes en momentos decisivos de nuestra vida pública que permiten afirmar categóricamente que México es Tierra de Oradores.

Esta colección consta de 41 piezas oratorias y abarca un largo período de la historia política mexicana, de 1900 a 1965, que contiene discursos alusivos a acontecimientos, a protagonistas, o a situaciones que de alguna manera influyeron en el desarrollo y evolución de México. Sin importar la ideología, filosofía social, militancia política, adhesión partidista o religiosa, Serra Rojas presenta, por ejemplo, los discursos de dos rivales y antagonistas en el campo de la filosofía política que asumieron posiciones contradictorias en el histórico debate relativo a la autonomía de la Universidad Nacional Autónoma de México: Antonio Caso y Lombardo Toledano.

"Niños: tenéis en vuestras manos un libro. La historia de cada una de sus hojas es una historia de martirios; por cada una de sus letras, háse empapado en sangre la tierra. Bendecidlo, porque es como el altar del sacrificio. Algún día sabréis que la historia de esa porción de papel que tenéis en las manos, es la del género humano, es la historia del progreso y de la civilización...". "Los niños de ayer, los niños que han sufrido por vosotros, los que no tuvieron un libro entre sus manos, ni una patria sobre su cuna, ni un Dios sobre su cielo, pasaron ignorantes y tristes. Jamás los olvidéis". (Fragmento del Discurso La Niñez y la Escuela, pronunciado por el maestro Justo Sierra el 31 de enero de 1874, en la ceremonia de entrega de premios a los alumnos de las escuelas lancasterianas).

José López Bermúdez, Luis I. Rodríguez, Antonio Carrillo Flores, Adolfo López Mateos, José Muñoz Cota, Alejandro Gómez Arias, Jaime Torres Bodet, Salvador Azuela, Ezequiel Padilla, Narciso Bassols, Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morín, Enrique González Martínez, José Vasconcelos, Antonio caso, Nemesio García Naranjo, Querido Moheno, José María Lozano, Francisco Olaguíbel, Luis Cabrera, Belisario Domínguez, Jesús Urueta, Justo Sierra, entre otros muchos: puros gigantes de la elocuencia que cubrieron con su voz prodigiosa y su abierta intelectualidad escabrosos y delicados períodos de la vida nacional, iluminando con su recio pensamiento la ruta del país. Fue su elocuencia la que marcó el rumbo y el camino. Veamos:

"La verdad es esta: durante el gobierno de don Victoriano Huerta no sólo no se ha hecho nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República es infinitamente peor que antes; la revolución se ha extendido en casi todos los Estados; muchas Naciones, antes buenas amigas de México, rehúsanse a reconocer su gobierno, por ilegal; nuestra moneda encuéntrase despreciada en el extranjero; nuestro crédito en agonía; la prensa entera de la República amordazada o cobardemente vendida al gobierno y ocultando sistemáticamente la verdad; nuestros campos abandonados; muchos pueblos arrasados, y por último, el hambre y la miseria en todas sus formas amenazan extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada Patria... el pueblo mexicano no puede resignarse a tener por Presidente de la República a don Victoriano Huerta, al soldado que se amparó del poder por medio de la traición y cuyo primer acto al subir a la presidencia fue asesinar cobardemente al presidente y al vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular..." (Párrafos del Discurso Palabras de un Muerto, valientemente pronunciado en la tribuna del Senado el 7 de octubre de 1913, por el Dr. Belisario Domínguez, senador por el Estado de Chiapas. Unas cuantas horas después de leído este discurso, su autor fue asesinado).

Jesús Urueta, uno de los más notables oradores que ha tenido la República, intensamente mexicano y revolucionario idealista, pronunció un discurso en la Velada organizada por los estudiantes de Jurisprudencia en honor de Juárez, la noche del 18 de julio de 1901, en el que dijo: "Benito Juárez no está bajo su lápida mortuoria convertido en ceniza; está dentro de nuestras almas convertido en idea, en sentimiento, en aspiración. Cariño a la Patria, deseo de libertad, sacrificios por el deber, luchas contra el mal, recuerdos de dolor y de gloria, todo eso es Juárez. ¡Sublime transformación del hombre! Juárez en su ataúd, descansaba. Se le creía muerto. Allí acudieron sus discípulos de patriotismo y de infortunio, y en vez de sentir la dolorosa agonía de la esperanza, sintieron brotar en sus almas una esperanza nueva... Entonces fue cuando Guillermo Prieto, infundiendo en la frase toda la esperanza vital de su infinito anhelo, gritaba: "¡De pie, señor, de pie!" y a ese grito poderoso como un conjuro, se hizo el milagro: el muerto sacudió el sudario y se puso de pie en la conciencia nacional".

Discursos que brotaron en un incendio de pasiones, de luchas y de intereses, reguladas siempre por un supremo ideal que sirva de enseñanza a la juventud, como es nuestra misión más patriótica: servir a México con nobleza y desinterés. Así los jóvenes podrán brillar con su elocuencia en los fastos de la historia, exclamando como el orador ateniense: allí aprendí, en el Areópago, oyendo y repitiendo, dice finalmente Serra en su Antología.

R_munozdeleon@yahoo.com.mx

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