"Nadien"; "almirar"; "consecto"; "diferiencia"; "alderredor"; "haiga"; "íbanos"; "juimos"; "súbansen"; "empréstame"; "gratituo"; "desborrar"; "tualla"; "ójala"; "tráigamos"; "muévamos"; "Hétor"; "Vítor"; "concidencia"; "ginasia", etcétera.
Son algunos ejemplos de los muchísimos defectos y vicios de la dicción, que se usan con mucha frecuencia, afeando el lenguaje y la comunicación, aun por personas que tienen preparación e incluso son profesionistas, empleándose en las relaciones diarias de la vida social. Son vicios que se adquieren desde los primeros años de la niñez, se conservan en la juventud y se mantienen en la edad adulta, y no pueden corregirlos a pesar de haber ido a la universidad; es que la influencia familiar es muy fuerte y lo que aprendieron en la casa difícilmente lo puede superar la escuela.
Un caso muy concreto es el del señor, contador público, que se desempeñaba como oficial mayor de una organización política y tenía a su cargo la administración del salón de actos que se rentaba para bailes y fiestas, frecuentemente terminados en riñas entre los asistentes, causando la molestia y escándalo de los vecinos; cuando el líder de la organización le pregunta como controlaba el desorden, el encargado tranquilamente le contestó: "tráibanos polecías. . .".
La Dicción consiste en emplear las palabras para formar oraciones, sea de manera hablada o escrita. Hay buena dicción cuando el empleo de dichas palabras es correcto y acertado en el idioma a que éstas pertenecen. Dicción etimológicamente deriva del latín dictio, dictionis, que equivale a manera de hablar.
De los vicios o defectos de la dicción los más comunes son los vulgarismos: palabras o expresiones que se utilizan popularmente de forma incorrecta, que representan un error en el uso adecuado del lenguaje, las personas que los usan son consideradas de poca educación y cultura, se le toma como un lenguaje soez y son mal vistas cuando los usan en voz alta; ejemplos: a la mejor, por a lo mejor; aburrición por aburrimiento; a´i tá por ahí está; calcamanía, por calcomanía; Grabiel por Gabriel; nadie de nosotros por ninguno de nosotros; satisfacido por satisfizo; mallugado por magullado; cirgüela por ciruela; copear por copiar; cambeo por cambio, etc…
La Real Academia de la Lengua Española considera como vicios o defectos de dicción "toda forma incorrecta o impropia de construcción o empleo de vocablos, que muchas veces pueden llegar a ser difíciles de interpretar, provocando que la idea original se pierda y produce que la expresión central se vuelva ambigua o imprecisa". Estos vicios o defectos pueden deberse a la falta de práctica de la lectura; en efecto el hábito de la lectura enriquece el vocabulario y enseña a usar correctamente los términos que forman el bagaje lingüístico de las personas.
Se sabe de personas que ejercen una profesión universitaria o tecnológica; son médicos, arquitectos, abogados e incluso maestros que supuestamente son los que mejor preparados deben estar en cuestiones del lenguaje; alternan en los círculos sociales; gozan de buena presencia y ganan simpatía y el aprecio de la gente; son carismáticos, poseen inteligencia, talento y capacidad; en fin, son excelentes personas, pero al hablar y escuchar de ellos una defectuosa dicción, se diluye en un momento todo mérito y cualidad que los caracteriza.
He conocido personas que, siendo de origen rural, lograron mediante esfuerzos y sacrificios, realizar una carrera y alcanzar un título, ejerciendo su profesión con relativo éxito, superando las carencias y obstáculos de la vida campirana, pero en materia de lenguaje no pudieron eliminar de su cotidiano vocabulario, vicios de dicción como el "fuistes", "comprastes", "vivistes", o peor aún el "oyites", "venites", "mirates" y todas las formas verbales de segunda persona del singular en tiempo pasado; y no lo lograron por la penetrante influencia de la familia que moldea al niño y lo marca para la vida futura.
Lo dicho hasta aquí no significa, de ninguna manera, que sólo sea la gente del campo la que presenta errores de dicción, lo mismo sucede con algunas personas del medio urbano; he tenido la fortuna de conocer a mucha gente que superó el defecto de su lenguaje y logró una dicción perfecta, inclusive uno de ellos llegó a ser profesor y tener a su cargo un taller de lectura y redacción para estudiantes del nivel de preparatoria, desempeñándose con bastante aceptación, lo cual es motivo de satisfacción; lo que permite concluir que lo de la dicción buena o mala, es un asunto muy personal y corresponde a cada quien enmendar o corregir lo que no está bien.
El propósito del presente Enfoque es señalar los principales vicios en los que incurrimos en nuestra expresión oral y escrita, con la finalidad de evitar su uso en la manera de hablar o de escribir. Hay que usar el lenguaje correcto aunque se trate de una conversación de amigos; es, precisamente, en los diálogos coloquiales donde con más frecuencia se cometen los errores de la dicción, que debemos superar para hacer clara y fluida la comunicación. Locutores de radio y televisión, profesionales del micrófono, comúnmente incurren en estos dislates.
Claro que el carácter ingenioso del mexicano hace burla de sus propias deficiencias lingüísticas, y surge el cuento, el chiste o la broma que provocan la risa y festividad; como el cuento de aquel que le reclama a su dama en estos términos: "Dime porqué te "juites"
y sin avisar, me "dejates";
porqué, dí, me "abandonates",
¿acaso por tres días que no "comites"?
Y el caso del otro que reflexionaba acerca de la vida y su situación personal y familiar, y decía filosóficamente: Mientras "cómamos", "duérmamos" y "quiéramos", no tenemos por qué preocuparnos. . .
Este carácter festivo se expresa también en la música folklórica, como la canción popular que se escuchaba por los años cincuenta o sesenta del pasado siglo: "Cuando andábanos
cortando rábanos:
unos comíanos,
y otros dejábanos. . .!".
La literatura y, específicamente la poesía, no escapan a la composición irónica y pícara, que demuestran los defectos en el hablar popular. "La Chacha Micaila" y "Porqué me quité del vicio" son claros ejemplos de este tipo de poemas; pero parece más ilustrativo el "Remigio" de Juan García Jiménez, del cual aquí transcribo un fragmento:
¡Orale Remigio: garre sus tiliches
y como de rayo se me va a l´escuela . . .!
¡Pero ya volando que si li hace tarde
y no sea la cosa que me lo degüelvan. . .!
Con estas "Josefas" vas a la varilla
y aluego te mercas
-pero mita y mita con la chilpayata-
dos cuentos pintados de los de Calleja.
¡Y a ser como gente: a entrarle macizo
con lo que ti venga:
a escrebir la plana, a ler la letura
y a hacer munchas cuentas. . .!
Ya le dije al maistro que le doy premiso
p´arrimarte sobas y darte tus felpas,
si te vas de pinta por los tecorrales
o a pasiar ajueras. . .
¡No ti hagas el sonso ni lo desimules
que ya te conozco toditas tus tretas!
Si no. . .ese chipote. . .¿cómo jué?. . .¿rezando?
¿Y ese tarrascazo detrás de l´oreja?
¡Y esa coronita que pareces cura. . .!:
¡onde están los pelos...!: ¿crés que jue´n l´ilesia?
¡Y aluego ese diente. . . ¡No vas a dicirme
que jue´l siñor maistro que te dio en la jeta!
¿Y esos pantalones. . .? ¡Algame la Virgen,
si no los bía visto. . . ¡cierre esa manera. . .!,
y vaya a su nana que le ponga un parche. . .
no mi ande en la calle con sus indecencias,
Y amos, pero pronto. . . ¡garre sus tiliches
y como de rayo se me va a l´escuela...!
Más en serio, y esto es verídico, un profesor de Derecho, jurisperito él, exponía su clase frente al grupo, y al hablar del Artículo 14 Constitucional, decía: "Nadien" puede ser privado de su libertad, propiedades, posesiones o derechos, sino mediante juicio. . .".
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