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ENSAYO SOBRE LA CULTURA

José Luis Herrera Arce

¿POR QUÉ LA CULTURA ES ELITISTA?

Desde el siglo XIX, la discusión ha sido que hay una cultura elitista y otra popular; han puesto una frontera entre los dos tipos de expresiones como si no se pudiera disfrutar de uno y otro lado cuando se cultiva un gusto por las expresiones estéticas o se provoca un interés por desarrollar el intelecto.

¿Cuál es la razón porque en las clases populares no exista un consumo de la llamada alta cultura o por la curiosidad que puede provocar la filosofía y la ciencia? La respuesta, para mí, es sumamente sencilla: nadie se ha preocupado por exponerlos a la influencia de estas expresiones culturales, ni en su casa ni en la escuela ni la sociedad. La cultura se hereda, se mama, se aprende desde los primeros años, siempre y cuando se tenga la oportunidad de exponerse a ella.

En el siglo XX, se ha hablado mucho de la industria cultural, y como la sociedad de masas vino a bajar la calidad de los productos culturales que consumían las personas a través de los medios masivos de la comunicación. Las cosas no tienen que ser necesariamente así; insisto, se debe a las influencias. Los medios encontraron más fácil comerciar con los productos chatarra que invertir en formar un gusto por expresiones de mayor calidad. Con el tiempo, se comprobó que entre más rústicas fueran las expresiones, menos se batallaba para incrustarlos en el gusto social. La música se redujo al ritmo, a las letras que a nadie sorprendía y que lo único que tenían que hacer era repetir las temáticas anodinas que producían el úsese y el deséchese.

En muchos casos, ni siquiera hacía falta dominar la rima, porque al parecer, eso no lo notaba nadie. La gente se fue conformando con menos, y por lo tanto, se le fue dando menos.

En décadas pasadas, existían islas donde uno podía encontrar productos de buena calidad. Estaciones culturales que transmitían música clásica como la XELA, series históricas o programas con mayor interés de calidad. Bajo el principio de que todo tiene que dejar ganancias con las mínimas inversiones, se ha venido deteriorando la estética y los públicos con menos recursos se vieron cada vez más imposibilitados para acercarse al mundo de la llamada alta cultura.

No le interesa, simplemente, porque jamás le han dado la oportunidad de ser educado en ella. De que el interés puede surgir es muestra las escuelas de música que han estado creciendo en el país donde los jóvenes se entregan a los instrumentos sinfónicos y ya están familiarizados con la música clásica. Si se sigue cultivando en ese sentido, cada vez habrá más jóvenes capaces de entregarse al mundo del arte como una necesidad de expresión y no meramente como un modo de sobrevivir y nada más.

Mucha gente le criticó a José Vasconcelos, que en los tiempos de la presidencia de Álvaro Obregón, se halla empecinado en publicar los libros verdes con las obras clásicas y distribuirlas en las barriadas. Si la gente no tenía para comer, menos iba a despertarse el interés por ese tipo de lecturas. Tomando en cuenta que la literatura chatarra, como los pasquines o los periódicos sensacionalistas también tienen un costo, muchas veces semejantes a lo que les pudiera costar una edición popular, la crítica cae bajo su propio peso. Como si puede comprar un tipo de producto y otro no; en el interés consiste la diferencia. El amarillismo ha comprobado que es una gran industria que deja millones de pesos si se puede hacer a un lado la moral, la ética y la ley.

Hoy, los organismos culturales, para obtener públicos y presumir de populistas, hacen magnos eventos siguiendo los patrones de la industria cultural. Consiguen públicos, pero no elevan el nivel estético de los ciudadanos.

Vasconcelos dejó los grandes murales en los edificios públicos donde nos podemos ver reflejados en las grandes gestas históricas. A la gente hay que enseñarle a ver; esa es la función de la escuela y de los organismos culturales; a escuchar, a sentir, a desarrollar una sensibilidad, que ya de hecho la tiene y eso se demuestra por las expresiones artesanales que existen en muchos puntos de la República. Los espacios públicos pueden convertirse en esa isla que el pueblo necesita para tener las influencias necesarias y subir de nivel cultural, y con ello, poder expresarse a su vez, gritarle de su existencia a esta sociedad que solamente lo toma como un medio, pero no como un ser humano.

La gente no lee porque no sabe para qué sirve, por las mismas razones tampoco no sabe para qué sirve escuchar buena música o ver un cuadro o admirar una escultura. En Torreón, sólo interesó el bronce para robárselo. El hombre tiene todo el derecho del mundo de salir de la subsistencia, en donde lo han mantenido y lo quieren seguir manteniendo.

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