FUNCIÓN DE LA EDUCACIÓN EN LA SOCIEDAD
Todas las sociedades se organizan de una forma determinada para lograr sus objetivos; ahora, esas formas de organizarse se reflejan en las constituciones de cada país donde se establece lo legal y lo ilegal. Para llegar a ellas, no se parten de la nada, sino de una ideología que es la concepción del mundo y desde donde se le da una finalidad a la convivencia de los ciudadanos.
Antes de las constituciones, existía la ideología que unificaba a la sociedad y que la hacía aceptar una forma de gobierno o monárquica o teológica. Recordemos que en la Edad Media se discutió mucho quien debía de estar sobre quien: si la iglesia sobre el monarca o viceversa. Las leyes, posiblemente, no todas estuvieran escritas, pero sí gobernaban los usos y las costumbres que se imponían por tradición.
Las leyes se reflejan en todas partes, no solamente nos referimos a las leyes políticas, sino también a la ética y a la moral, que son normativas que impone la religión o la ideología. Podemos suponer que hay otro tipo de leyes, como las gramáticas o aquellas que rigen a las tecnologías que producen todas las ciencias, o simplemente las que rigen a la naturaleza y que el hombre ha descubierto de una u otra y manipula para su beneficio personal.
El individuo, cuando nace, va a convivir en un conglomerado social ya hecho. Desde el principio, se le inculca una serie de comportamientos mediante los cuales se desea que se integre a la sociedad. La primera gran educadora es la madre. En su defecto, quien la supla en la época de la crianza. Después vendrá la familia, la escuela, la iglesia, los medios de comunicación y cualquier otra influencia que impacte en los modos de comportamiento. Hay un proceso educativo institucionalizado que se enfrenta a otros que simplemente se dan sin orden ni planeación alguna. Todas persiguen un fin: integrar a la persona, a la sociedad, aceptando los intereses que se le presentan como valores esenciales para conseguir los fines de la comunidad. Los sistemas de educación no institucionalizada, como los que representan los medios de comunicación masiva, imponen sus propios intereses, por ejemplo, el consumo, como valores indispensables para sobresalir en sus grupos de referencia.
Pero centrémonos en los sistemas de educación institucionalizada. Es la propia sociedad, a través de sus representaciones, la que tiene que idear un modelo que vaya en sintonía a los parámetros que impone la propia ideología que ha dado forma a nuestra nación. Tiene que tener muy consciente los valores que debe de inculcar y que son indispensables para conseguir los fines de la comunidad. Por ejemplo, para los aztecas, uno de los valores más importantes era el de la guerra, que estaba sustentado en su religión, donde Huitzilopochtli era un Dios solar que necesitaba sangre humana para vivir. El niño era educado como guerrero, con todo lo que eso implicaba, y de esta forma, se acoplaba a los fines propios del imperio.
En la Edad Media, donde la iglesia se convirtió en uno de los poderes esenciales de la sociedad, se partía del hecho de que el hombre tenía que salvar su alma y por ello en el proceso educativo el núcleo principal era la religión y todas las materias que de ella se desprendían, como la teología, la defensa de la fe, las oraciones, la obediencia al poder central que era el Papa.
En los tiempos actuales, lo que no tenemos son las ideologías, puesto que hemos perdido la confianza en todas. Desprendido de lo anterior, también perdimos la brújula educativa. ¿Para qué educamos? Los aztecas, y la religión católica tenían muy bien identificado su sentido de ser, y para ello educaban. Podríamos decir que la industria y el comercio tienen muy bien identificado el sentido de ser de los clientes que buscan, el que consume, y por ello, han utilizado los medios de comunicación masiva para promover el consumo como un sentido de ser, en todas sus manifestaciones. El hombre es lo que tiene.
En la sociedad moderna, ¿cuál es el sentido de ser? ¿En la sociedad mexicana? Tendríamos que tener una utopía mínima que perseguir y siento que ya no la tenemos. Las revoluciones, a veces, arrojan nuevos lineamientos a seguir. Ya ha pasado el tiempo de las revoluciones. Lo primero que tendríamos que definir es lo que queremos ser como nación, para saber qué tipo de ciudadano, de hombre, de ser humano, es necesario para lograr nuestro cometido (Continuará).
Por: José Luis Herrera Arce