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ENSAYO SOBRE LA CULTURA

José Luis Herrera Arce

SOBRE LOS MEDIOS

DE COMUNICACIÓN

En las últimas décadas, los medios de comunicación han sido severamente impactados por los cambios en las tecnologías que han abierto infinidad de posibilidades que antes no teníamos. De cuatro o cinco opciones de televisión, ahora, con el telecable o las parabólicas, contamos con más de cien o doscientas con diferentes especialidades. De 15 estaciones de radio, se han multiplicado a 30, y con los canales de música que el mismo cable o parabólica ofrecen, existen más de 50.

La multiplicidad de opciones ha complicado la inversión publicitaria. Antes era posible escoger entre cinco canales de televisión o 15 estaciones de radio que más o menos tenían un público meta definido. Hoy es imposible saber a dónde se ha ido tu público, sobre todo teniendo en cuenta que con el Internet surgieron las redes sociales y espacios como YouTube que te ofrecen opciones muy personalizadas de encontrar esparcimiento sin que te cueste mucho dinero.

El problema para los canales tradicionales, los llamados de televisión abierta, es tener que competir con emisoras cuya calidad los supera por mucho, sobre todo, en el ramo de los contenidos que ofrecen opciones que la televisión nacional o regional nunca pensaría en ofrecerte, por ejemplo: cómo funciona una fábrica, cómo se transforma un automóvil, la vida de los animales, programas sobre turismo o programas altamente especializados de los comúnmente llamados culturales: un ballet, una ópera, que en México sólo pasan en los canales auspiciados cien por ciento o por la universidad o por el gobierno.

Los canales privados se han dedicado a divertir o entretener a los, según Emilio Azcárraga, "jodidos"; o sea, que se hace una televisión para una mentalidad de 8 a 12 años, porque se supone que las personas de bajo nivel económico no ha tenido la oportunidad de cultivar su mente y por lo tanto no entenderían mensajes un poquito más complicados.

Que se le da a esa gente, el chiste de doble sentido, la telenovela, los partidos de futbol, el noticiero que explota la noticia como una mera mercancía que muchas veces es pagada por un postor, como es el caso de la noticia política. La música comercial, es el sencillo que más que nada se basa en el ritmo y en las letras donde abundan los lugares comunes y los temas supuestamente prohibidos o sensacionalistas, como lo son algunos periódicos que se dedican a rebajar la dignidad humana con el fin de conseguir público morboso que consuma sus páginas.

Con esas características, es imposible que los medios de comunicación mexicana compitan con las producciones extranjeras, y no porque no tengan la calidad técnica, que la tienen, sino porque no les interesa superar la calidad temática o despertar conciencias para que se vuelvan conflictivas deseando aquello que no pueden tener.

Entiendo que los medios son un negocio y que la fórmula ha sido invertir poco para sacar mucho. Si sólo eso fuera, habría que aceptarlo, pero esta acción ha tenido sus consecuencias y la principal ha sido afectar el nivel cultural y educativo del mexicano, y su misma salud moral y ética. La televisión ha cultivado el consumismo vendiendo la premisa que para ser feliz hay que tener.

Además de eso, nos ha alejado de nuestras raíces, puesto que no es la ventana que sirva para ver la diversidad de expresiones artísticas y culturales con las que contamos, la riqueza de expresiones de todos tipos, y mucho menos nos platica de nuestra historia. En los sesenta y setenta, se hicieron buenas series con este contenido, se dejaron de hacer y ni siquiera se repiten. Las nuevas generaciones las desconocen totalmente. Por eso, muchas veces dejamos que los extranjeros nos menosprecien, por sentirnos nada y desconocernos.

Los legisladores se han dejado corromper permitiendo que los medios hagan su agosto sin que se sientan obligados a darle a la nación nada.

Lo que más asquea es que son pagados con nuestros impuestos a través de la publicidad política que es una de las más caras y las más abundantes. Nos obligan a financiar un producto chatarra que en nada alimenta nuestras neuronas ni nuestro espíritu. Es como si nos obligaran a consumir producto chatarra porque es un negocio en un sistema de la libre competencia y no importa el daño que produzca, sino los réditos que deja.

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