Renovar las esperanzas
Lo único que nos queda cada año es renovar las esperanzas, a pesar de los amargos sabores de boca que podamos tener de las experiencias sufridas. A veces, imaginamos que nuestra ciudad se va convirtiendo en un pueblo más que será olvidado por la historia para convertirse en un fantasma que solamente vegetará hasta el final de los tiempos.
Ahora que se cambia de etapa, nos tendremos que conformar con una calle glamurosa llena de restaurantes y bares y de las sillas voladoras que nos habrán de llevar a un cerro donde existe una iglesia que no tiene nada que verle. Podemos imaginar que las obras del Boulevard Revolución traerán la modernización del transporte, si es que logran convencer a los transportistas de ese cambio, lo mismo que integrar a Gómez en el intento, que hasta ahora, nuestros vecinos no han demostrado ese interés.
Los que viajan notan que en otras ciudades el auge comercial se ve. Hay movimiento y posibilidades de hacer negocio. En esta ciudad, a pesar de la época, sientes que los comercios están vacíos, que falta ese movimiento que implica la derrama económica que no se da y entonces tienes que luchar por subsistir.
La vida se encarece cada vez más y los servicios se muestran pésimos, lo que podría traducirse en que cada vez cuesta más caro vivir con menos calidad de vida. Como que hemos ido perdiendo el orgullo de ser quien somos y se nos van acabando las opciones para volver a ser lo que hemos sido.
Porque esta región siempre fue pujante; primero la agricultura, que le arrancó al desierto sus productos, el algodón y la uva, la sandía y el melón; la industria metálica, la lechera, fuimos centro comercial de importancia y ahora como que nos deslizamos a dejar que nos invadan de fuera y no se logre suplantar el desarrollo antiguo por el desarrollo moderno.
Viajas todos los días por la ciudad para darnos cuenta de que le falta lo básico, el asfalto de sus calles y una buena red de drenaje. ¿Cómo podrás convencer al mundo exterior de que ésta es una ciudad digna de tomarse en cuenta para el futuro y para el presente? Vine, vi y mejor me fui, han de decir los inversores; nos hemos quedado a medias, por los negocios inmediatos y fáciles. Lo que hicieron nuestros padres se desmorona entre nuestras manos. Nuestro orgullo está por los suelos, hasta el Santos, con tan magnifico estadio, se ha ido convirtiendo en un equipo de perdedores que se contenta con ir salvando el descenso.
Y de perdedores son los servicios que se nos ofrecen porque el público, lo que busca es que esté barato, y nos tenemos que abaratar, sacrificando la calidad, hacer como si fuera y no es; todos conformes.
Como si fueran, por ejemplo, las universidades que no se ven su peso crítico en este devenir de nuestra historia, o por lo menos, no lo he notado. La universidad es donde se genera la ciencia, la cultura, la investigación, la profusión de las artes. Con tanta universidad, es muy poco el ruido que se hace. La cultura que nos han impuesto los medios masivos de comunicación es la que prospera. Al mexicano, al parecer, no se le considera apto para pensar; mejor así tranquilitos, conformándose con lo que le quieran dar los canales abiertos. Que el pueblo sea agradecido con las migajas que caen de la mesa de los grandes, los que se llevan los sueldos y los presupuestos por no hacer nada nuevo, con mantener lo que hay, a partir de los mínimos presupuestos.
La culpa es de todos, del ciudadano por no hablar, por no exigir, por no proponer, por no hacer, por no reponer. Se robaron los bustos de la Alameda y todos nos conformamos; nadie ha exigido que se repongan y a nadie le ha interesado poner una escultura más en la ciudad. No sé, a lo mejor no somos una ciudad que aspire a ser otra cosa que lo que está dejando de ser. Aguantarnos con lo que nos den. Ya dejamos de pensar que un día Santa Claus nos traerá la industria necesaria para reactivar la actividad económica a la que estábamos acostumbrados.
No hay que ser malagradecidos, tenemos Camerata, escuela de música, museos, actividades culturales, bibliotecas, centros comerciales. Aunque nos cueste trabajo vivir, vivimos. Deja de pensar en tu viaje anual y se ajustará el presupuesto. Lo mejor en este mundo, para no sufrir, es no desear.
Por: José Luis Herrera Arce