En la actualidad, el Senado tiene 108 curules, de las cuales cinco son de las FARC -una cifra que se incuye en la Ley- y se mantendrán hasta el año 2025. (ARCHIVO)
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), como movimiento político para buscar el poder sin armas en el país, tendrán que enfrentarse a poderosas maquinarias electorales, y a una extrema derecha hostil que difícilmente perdona.
El camino de las FARC como partido político se empezó a despejar el pasado 26 de abril con la aprobación en el Congreso de Colombia de la ley que garantiza la participación de este movimiento en todos los procesos electorales en este país a partir de las elecciones de 2018.
El Senado de Colombia aprobó el proyecto Ley de Participación en Política de las FARC, “con la que se regula parcialmente el componente de reincorporación política del acuerdo final para la terminación del conflicto (armado) y la construcción de una paz estable y duradera" en el país.
En la actualidad, el Senado tiene 108 curules, de las cuales cinco son de las FARC -una cifra que se incuye en la Ley- y se mantendrán hasta el año 2025, cuando se regresa a 103 senadores y termina el periodo de transición política.
Estos significa que las FARC, una vez que la Organización de las Naciones Unidas certifique que entregaron la totalidad de las armas registradas, pueden empezar hacer política en todo el territorio nacional con las garantías que ofrece la Constitución de Colombia de 1991 para el ejercicio electoral.
Los comandantes de las FARC aprovechan que sus combatientes están concentrados para entregar las armas para hacer pedagogía sobre el Acuerdos de Paz, firmado con el gobierno en noviembre pasado, y socializar propuestas frente al futuro como partido político.
Los máximos jefes de las FARC visitan de forma permanente las zonas de concentración, en diferentes regiones de Colombia, para presentar y escuchar propuestas sobre su nueva plataforma política y electoral para los próximos años.
El comandante de las FARC, Jesús Santrich, comentó a Notimex que las bases del nuevo partido serán sus actuales combatientes y milicianos en el campo y en la ciudad.
Pero las FARC también tiene claro que deben diseñar una estrategia para hacer alianzas con amplios sectores políticos de izquierda, independientes y otros sectores sociales como organizaciones campesinas y comunales, en donde la organización ha tenido presencia e influencia en sus 52 años de vida armada.
“Haremos política sin armas, sin mentiras, sin corrupción, con la fuerza inequívoca de la razón y de las alianzas”, fue el mensaje que entregó el comandante de las FARC, Iván Márquez, durante el Congreso Nacional de Paz, que se realizó a finales de abril pasado en Bogotá, la capital colombiana.
Pero será el Congreso Nacional de las FARC, que está previsto para agosto próximo, el escenario para definir el nombre del movimiento, programa político y estrategias para las elecciones del Congreso y presidenciales de 2018, así como las que se realizarán en 2019 para elegir gobernadores, alcaldes, y concejales.
El congreso de las FARC deberá definir estrategias para enfrentar un escenario político-electoral muy polarizado con una extrema derecha que se prepara para dar una “batalla a fondo”, para sabotear la implementación de la paz en plena campaña electoral.
Los asesinatos a dirigentes sociales cercanos a las FARC, o simplemente por ser de izquierda y defensores del Acuerdo de Paz, están en aumento y aparece el “fantasma de un genocidio”, como el que vivió Colombia entre 1985 y 1995, cuando fue exterminado el naciente partido de izquierda Unión Patriótica.
Las FARC durante 52 años hicieron política con armas y en camuflado, pero ahora deberán hacerla sin fusiles y de civil y la historia en Colombia y América Latina han demostrado que “no es lo mismo hacer política con armas y sin armas”.
Los ejemplos están cercanos: en El Salvador con el “Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que en su primera experiencia electoral 1994, consiguieron 15 Alcaldías y 21 escaños en la Asamblea Legislativa, pero tuvo que pasar más de dos décadas para llegar a la Presidencia del país con candidato propio.
Pero el FMLN se convirtió en partido político con un importante apoyo de masas y de opinión pública, que por ejemplo, hoy las FARC no tienen en Colombia. Las FARC llegan a la firma del Acuerdo de Paz con una aceptación entre los colombianos de menos del 1.0 por ciento.
En el plano interno, Colombia tiene la experiencia electoral de los movimientos armados que firmaron la paz entre 1989 y 1991, pero que con el transcurso de los años, desparecieron como fuerzas políticas autónomas y con un ideario propio.
En el escenario electoral desaparecieron movimientos como el M19, EPL, PT, Quintín Lame, Renovación Socialista, y sus máximos dirigentes se fueron diluyendo en otras propuestas políticas de izquierda, de centro y en algunos casos se fueron a militar con la derecha o la extrema derecha.
En 2017, solo dos excomandantes insurgentes que firmaron la paz en ese periodo de 1989 y 1991, mantienen un protagonismo político como son: Antonio Navarro, hoy congresista del Partido Verde, y Gustavo Petro, precandidato a la Presidencia de Colombia, por el movimiento Progresista.
En este escenario difícil y complicado que le espera a las FARC como movimiento político y al propio Acuerdo de Paz, es que el congresista de izquierda, Iván Cepeda, dijo: “No vamos a permitir que se debilite, que se le haga daño o que se intente hacer fracasar el proceso de paz. Nada nos va a detener por la paz de Colombia”.