Monopolio del servicio del taxi
Me voy a permitir comentar la carta de Héctor Almaraz, que aparece en este Foro del lector. Dice que la autoridad municipal de Torreón ejerce el monopolio más descarado al controlar las tarifas de los taxis y no permitir la competencia de otras empresas, como Uber. Esta es una tontería grandísima, y me disculpo por utilizar este calificativo, pero no encuentro algo que defina mejor lo escrito por Héctor Almaraz. Sólo viviendo aislado de la sociedad, en lo más alto de un cerro, se puede pensar así. Cualquiera de los tres niveles de gobierno - municipal, estatal o federal- tiene la obligación de regular los servicios que se prestan en el lugar que rigen.
Para dar algunos servicios, como por ejemplo la televisión, el radio o las carreteras es imprescindible contar con una concesión otorgada por la autoridad correspondiente.
Es bien sabido que en Torreón y hasta hace poco tiempo el servicio de transporte público, como el que prestan los taxis, sólo lo podía prestar quien tuviera una concesión municipal. Por lo que informó El Siglo de Torreón la semana pasada, parece que ya se va a regular el servicio de Uber, y que esta empresa transnacional ya no podrá hacer lo que le venga en gana, aunque no se le exigirá contar con concesión sino únicamente cumplir con algunos requisitos que le impondrá el municipio. Ignoro si en Saltillo se le haya permitido operar, pero si así fuera, lo estaría haciendo al más puro estilo pirata.
Hubiera sido deseable que a Uber se le tratara igual que a cualquiera que da el servicio público de transporte, porque es válido tener varias maneras de conseguir pasajeros, ya sea por un telefonazo, recogiéndolos en la calle o por medio de señales de humo, pero el hecho de que Uber lo haga por medio de una aplicación que se instala en un celular no debe de excluirlo de ser considerado como prestador de un servicio público. En varias ciudades de México, ya los mismos choferes de Uber han protestado en contra de esta empresa, y en algunos países se le prohibió continuar operando.
Miguel Ramírez,
Torreón, Coahuila.
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Motivo de orgullo
En Pakistán existe la ley de la blasfemia, que permite acusar de forma anónima cualquier persona, teniendo el acusado que demostrar su inocencia. La ley se utiliza sistemáticamente contra las minorías religiosas e incluso contra muchos musulmanes que cuestionan esa interpretación radical del Islam. El resultado es un clima de miedo que perpetúa el sometimiento de los cristianos, a los que algunos quisieran ver expulsados del país.
Pero a pesar de todas las dificultades los cristianos se sienten parte integral de Pakistán y desempeñan un importante papel en el ámbito asistencial o en la educación, sin discriminar a nadie por causa de la religión. Y sobre todo, son y se sienten parte de la Iglesia. Una parte importante, de la que el resto puede y debe sentirse orgulloso por su valiente testimonio de fe. Un orgullo que Ayuda a la Iglesia Necesitada invita esta Navidad a completar mediante la oración y el sostenimiento económico.
Enric Barrull Casals,
Girona, España.