Por lo menos lo intentamos
Entonces la historia de años terminó con una frase: “al menos lo intentamos”.
Cuantas veces no hemos escuchado esta frase, en el trabajo, familia, amigos, pareja, etcétera, por fortuna o desgracia, frente a tales circunstancias de cierre de ciclos, hacen falta argumentos para que el otro, llámese empleado, amigo, esposo, novio, novia, asuma que hay que seguir.
Sería bueno considerar un profundo agradecimiento por lo menos, en todas las relaciones arriba mencionadas, ambas partes invierten, tiempo dinero y esfuerzo.
Queda claro que toda experiencia deja un aprendizaje, sin embargo ante la pérdida, éste no se ve a corto plazo, sino que se tiene que vivir todo un proceso para entender, por qué ha venido esa experiencia a su vida y qué ha venido a enseñarle.
Cuando se trata de una relación laboral o sentimental, que ha durado más de un año, se vive casi un duelo.
En este duelo aparecen y desaparecen personajes, consejos van y vienen, pero quien no está listo para cerrar aún, tampoco está listo para escuchar consejos.
Finalmente tiene todo el derecho a elegir cómo vive su duelo, cómo cierra el ciclo, cómo se derrumba y se vuelve a construir y en algún momento aprenderá a transitar en la emoción de otra manera.
He escrito transitar, porque eso es lo que podemos hacer, reconocer cómo vamos del júbilo a la tristeza, del gozo a la apatía, del sinsabor a la alegría.
Así, reconociendo nuestra insoportable y sensible humanidad aprendemos a vivir y reconocer las emociones, a bailar y transitar con ellas, cuando asumimos que esta es la vertiginosa vida emocional.
¿Quién nos enseña a conocer el cerebro emocional?, la educación básica en las últimas décadas no lo ha hecho, los padres de las recientes generaciones tampoco, salvo algunas excepciones, entonces, ¿por qué pretendemos que: los niños, adolescentes y adultos conozcan qué hacer con la experiencia emocional?
¿Quién nos dice qué se puede sentir o no, frente a una pérdida, independiente del ámbito? Porque luego, hay quienes afirman que si la pérdida es de pareja, sí hay que llorarle, hasta quedarse ronco, pero si es de amistad, no tanto, y de trabajo hay muchas oportunidades esperándote afuera.
Y no, tienes el permiso de llorarle, gritarle, patalearle a cualquier experiencia que asumas como pérdida, tienes la oportunidad de reconocer tu experiencia emocional y tienes la posibilidad de vivir las pérdidas y ganancias de la manera que más te resuene.
Suéltate, despéinate y vive intensamente.
Lily de Haro,
Comarca lagunera.