Una administración ratonesca
Se necesita no tener un gramo de vergüenza para hacer lo que 76 funcionarios hicieron durante los últimos 18 meses de ejercicio, como funcionarios de distintas dependencias: Robar. Sí, eso dije, porque robar es apropiarse de lo que no les corresponde.
Pareciera que la administración federal actual es una auténtica cueva de ladrones, una camarilla de rufianes, una caterva de pillos, una verdadera mafia del poder, en la que todos hurtan lo que quieren sin el menor recato, sin freno moral, sin barrera ética. No tienen conciencia del daño que ocasionan a su propio país. Son la encarnación del egoísmo puro, la mentira descarnada, la delincuencia taimada, la ambición desmedida.
Si como mexicanos, nuestra madre es la patria; entonces nuestros gobernantes son huérfanos. Son apátridas, no tienen madre. Son parásitos (chinches, pulgas y piojos) del pueblo, sanguijuelas que succionan sin pudor los bienes que el sistema ha puesto a su alcance. Algunos actúan motu proprio; otros, impelidos por su autoridad inmediata superior; algunos se confabulan y traman el atraco en el ejercicio de la corrupción y bajo la sombra de impunidad; otros más, (gobernadores, alcaldes y funcionarios de segundo y tercer nivel de cualquier instancia gubernamental), idean las más sutiles formas de esquilmar el erario público, y como hormigas, llevan a sus cuentas bancarias poco a poco los recursos destinados a obras y servicios públicos, arruinando y empobreciendo con esas acciones ilícitas y vergonzantes a la ciudadanía, a la que moral y éticamente están obligados a servir a cambio de un salario. Pero no, no se conforman con su paga excesiva, quieren más y más; y como decía mi abuela, no tienen llenadera.
Usted pensará que el gobierno siempre ha sido así, y tal vez no esté equivocado, pero la diferencia con respecto a gobiernos de hace medio siglo es que ahora son más descarados, más cínicos; lo cual dice mucho de la ética laboral, ética profesional, o simplemente ética, (como fundamento de la moral), en cuanto norma o comportamiento socialmente aceptado; y que, por lógica incluye mínimamente los valores de honestidad, justicia, decencia, honradez, y otros más que dan “valor” a la persona como tal; en contra posición a quien carece de valores, lo que hace que las personas tengan comportamientos contrarios a la moral; por lo que las decisiones que toman, en el ejercicio de su cargo, se orientan hacia actos que van en perjuicio del bien común.
Cuando los líderes de un grupo social se corrompen, siempre hay un menoscabo moral que trasciende y afecta el tejido social, contaminando la base, la célula de la sociedad. Pensará usted, que la corrupción empieza en la familia y que los padres somos responsables de ello, en cuanto que somos artesanos de la conciencia individual de cada uno de nuestros hijos; y en eso tiene razón, pero ni somos todos ni tampoco los únicos culpables. El niño no sólo aprende de sus padres; también lo hace de sus compañeros de escuela, en la calle, y en internet por medio de la televisión y de su celular.
Cierto. La moral es relativa en tiempo y lugar; pero hay valores humanos de carácter universal, que no se pueden transgredir sin ser sancionados por la propia sociedad. Robar en ningún lugar del planeta es socialmente aceptado, ni siquiera aunque robe poquito, como dijo Hilario Ramírez un politiquillo que ganó la alcaldía de San Blas, Nayarit: “si robé, pero poquito”
Robar poquito o robar mucho es el mismo delito. No puede haber una mujer medio embarazada; o está o no está; así, en la acción de robar, se es ladrón o no se es; y tal parece que en el sexenio que está por terminar hay muy pocos políticos que puedan decir con sinceridad: “No he robado”.
Héctor García Pérez
Comarca Lagunera