La justicia para ‘El demonio’
En Coahuila, (Monclova), sigue la justicia dando palos de ciego; la más reciente pifia la cometió el magistrado Óscar Arón Nájera Davis, Presidente de la Sala Colegial Penal en el delito de homicidio calificado y confeso por Jesús Valdés Martínez, quien por el asesinato del sacerdote Joaquín Hernández Sifuentes, había sido sentenciado a (lea bien) ¡cuatro años! Y fue decretada su libertad condicional. ¿Y sabe por qué? Porque no se integró debidamente su expediente. Esta ineptitud e ineficiencia se traduce en franca impunidad, y deja entrever los hilos de la posible corrupción en el campo de la justicia penal.
Ahora, la nueva noticia es que un jovenzuelo que a sus trece años acuchilló 30 veces a una niña de 11 años de edad, en fecha 21 de abril de 2016, por lo que fue encerrado temporalmente en las celdas preventivas del C4, y luego puesto en libertad con la recomendación de que la madre lo tuviese en custodia en su propio domicilio. ¡Cómo si la madre pudiera hacerlo!
El mozalbete asesino de niñas, siguió jugando con su navaja, y en agosto de este año, amenazó a otras niñas y atacó al policía que trató de detenerlo; pocos días después, asaltó e hirió a un joven. A las autoridades ya no les quedó otro remedio que encerrarlo preventivamente; pero se desconoce cómo será aplicada la justicia en este caso, dado que el agresor, que ya ha dado muestras de criminal de altos vuelos, es menor de edad.
La información precedente nos hace reflexionar en tres aspectos: el acto criminal como comportamiento aprendido, el vacío de la ley aplicable en esos raros casos de menores criminales, que no menores infractores, pues en los primeros hay excesos de maldad, incluso planeación del delito; mientras que en los segundos, hay robos, peleas, pero no hay privación de la vida humana, al menos no deliberadamente; por último, el papel de los padres y de la sociedad en la educación de la niñez.
Referente al primero y tercer aspectos, es evidente que como sociedad hemos fallado en la educación de nuestros hijos, la violencia se aprende, eso es indiscutible; y lo único que puede contrarrestarla es la buena educación que debe recibir en el hogar, y tal educación empieza desde la primera infancia; por otra parte, no olvidemos que la manifestación de la violencia, el niño la asimila en todas partes: en la televisión, en la radio, en la calle, en la escuela, con sus amigos, y en general en todo su entorno social, y que solamente las instituciones pueden, si no moldear la conciencia del niño, cuando menos frenar el comportamiento inadecuado. Familia, escuela y medios de difusión masiva, incluido el internet (YouTube y Facebook) son determinantes.
En cuanto al acto legislativo, se antoja preguntar: ¿Qué va a pasar con éste pequeño bribón que ya cobró una vida, y según parece va por más, tan pronto lo dejen en libertad? Quizás los magistrados y legisladores no se han percatado que los niños de ayer, ya no son como los de hoy. Diríamos que hay un significativo desfase entre las leyes aplicables a menores y las leyes para delincuentes adultos. Si la adultez empieza a los 18 años, entonces habrá que pensar en cuantas vidas más se llevará este demonio antes de ser juzgado como adulto. Urge hacer las modificaciones pertinentes para que en casos de delitos graves planeados, los jóvenes delincuentes, sean enjuiciados desde los 14 años, que es cuando ya piensan como adultos. (No pensaban hace unas décadas, pero ya lo hacen).
Hay errores que no se pueden compensar. Uno de éstos es el asesinato. Ni todo el dinero del mundo pude consolar a una familia que ha perdido a “su niña” asesinada sanguinariamente por un mocoso de 13 años.
Héctor García Pérez
Comarca Lagunera