Negro de coraje
Si hemos visto la capa aural de Peña Nieto durante el informe de María Elena Morera, la presidenta de Causa en Común durante la clausura del reciente foro sobre seguridad, veríamos que imperaba el color rojo en sus diferentes matices, color que indicaría diferentes sentimientos nada gratos para sí mismo. Y es que, lo que María Elena Morera le informó sin tapujos, no fue para menos. Una persona enfadada emite desde su cuerpo un color rojo oscuro, en forma de chispas o destellos que se desplazan alrededor de su cuerpo; del enfado puede pasar a la irritabilidad, a la rabia, a la frustración y a la ira, lo que haría que también el color verde oscuro hiciera su aparición, y también el color gris oscuro, que indica un dejo de tristeza o desesperanza
Todas estas vibraciones irregulares golpean el campo magnético que producen en el sujeto sensaciones desagradables que muchas veces se somatizan; y todo esto pasó, en el caso de Peña Nieto, cuando la presidenta de Causa en Común fue poniendo de manera inclemente y con valentía inusual en estos casos, uno a uno los puntos sobre las íes, y dijo al máximo mandatario cuánto son dos por dos en materia policial, apoyando su informe con cifras y estadísticas comprobables.
Dijo Morera, entre otras cosas: “Esta masacre para nosotros sí la consideramos de proporciones bélicas, los asesinatos, las desapariciones, las violaciones a los derechos humanos, los secuestros las extorsiones, los robos, ya se hicieron parte de la vida misma de los ciudadanos”, ¡Por supuesto que la verdad duele!, y más que se la digan en público y frente a medios de comunicación.
La reacción de Peña Nieto, con gesto adusto, formal, tieso, titubeante a veces, con un tono entre la severidad y la solemnidad pero con un dejo de preocupación, fue la que se esperaba: el intento retórico a manera de justificación con explicaciones diversas entre las que destacó el bullying que, supuestamente la sociedad civil hace a los cuerpos policíacos. Justificación para la ineptitud y la corrupción siempre va a haber, y Peña Nieto echó mano de todo: que los policías no están bien pagados, que trabajan mucho, que arriesgan su vida, que no están capacitados, que no pasan la prueba de confianza, que esto y esto otro; citando incluso a los celadores de los penales de alta seguridad, quienes dijo, actúan a favor de los internos no por ser corruptos sino por intimidación.
No sé de qué se queja el mandatario si en sus manos ha estado (y aún está) el cambio del statu quo de las corporaciones policíacas, dado que los priistas en el congreso, además de ser mayoría en el congreso, tienen la malicia y el poder para persuadir a otras bancadas a sumarse a iniciativas diversas. ¿Por qué no resolver de una vez por todas, el problema del “Mando único”, o por qué no legislar en torno a la capacitación de los diversos cuerpos policíacos y la vigilancia de su operatividad en los estados de la república? ¡Cómo!, si ni siquiera hay fiscales anticorrupción; así que si la cabeza anda mal, ¿cómo quieren que el cuerpo ande bien? Y cuando digo “cabeza”, no me refiero sólo a la del Presidente de la República, sino a todas las cabezas cupulares en las diversas instancias del poder, incluyendo los gobernadores, magistrados, procuradores de justicia, ministerios públicos, y un sinnúmero de gente que ocupa cargos jerárquicos y percibe sueldos millonarios.
La incomprensión de la sociedad civil hacia los cuerpos policíacos tal vez sea injusta, pero es producto de la percepción basada en los hechos, sin prejuicios. Así de simple. La sociedad, décadas atrás sentíase protegida por la policía; hoy en día se siente amenazada porque ha sido ofendida en sus derechos civiles, ya mediante la coacción, el cohecho, el abuso de la fuerza y otras conductas más propias de un delincuente que de un servidor público.
Héctor García Pérez
Comarca Lagunera