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Todo por una carta

Va de cartas a cartas, de amor, de cobros de estado de cuenta, e incluso de baraja, o de cerveza, fue de la carta enviada del encargado de las relaciones sociales pro imposición presidencial en ese entonces antes de la sucesión presidencial, Emilio Lozoya, y quien fue también Director de Pemex.

Dentro de su habilidad logro nada más $10,000.00 (diez millones de dólares) para inventarios, para su bienestar y pro campaña que durante 6 años que su pastor Peña Nieto permanecería en su encargo presidencial.

El donante Odebrecht, empresa brasileña, después de descubrirse este enjuague y al ser llamado a declarar Lozoya como todo buen delincuente, negó rotundamente su participación, lo más raro del caso es que mando una carta al ese entonces titular de Fepade, Santiago Nieto Castillo, a fin de que lo exonerará de todo delito (o de toda sospecha), carta bastante sustentada y avalada tal vez por su pastor, Peña Nieto.

Contrario a lo anterior Santiago Nieto, soltó en su perjuicio “la sopa” y esto le costó la “chamba” pero eso no fue lo peor, sino que pasó a ser indiciado por la violar el código de ética y revelar secretos bastantes comprometedores, o sea, por “indiscreto”.

El señor Lozoya, como dijo ser “inocente”, cual seria la intención de enviar la carta para liberación de su travesura, existe la contradicción de que fue o no fue. Lo claro es que existe la empresa que depositó los dólares a su nombre en diversas cuentas y en diversos países, lo que no pensó el señor Nieto, que no hay que “tirarle patadas al pesebre “y hoy por hoy debe de enfrentar procesos de carácter penal, por dejar en evidencia a Peña Nieto y sus secuaces.

Todo por una carta, a ver como tapan el pozo, pero en este México no hay imposibles, es como tapar el pozo de la Casa Blanca mexicana.

Gerardo Rimada Salazar

Torreón, Coahuila.

La educación para el amor

Una finalidad esencial de los padres y profesores es la educación de los hijos alumnos. Además de reflexionar sobre qué es la educación, también hay que averiguar el para qué de esa tarea.

Porque el proceso de la educación es complejo y delicado y requiere un gran derroche de recursos humanos y materiales, para buscar un “más” y un “mejor” en el ser humano, para llegar a ser más libre y más responsable. Pero ¿para qué ser más libre? La respuesta nos la da A. Bengsch diciendo que “el amor es el acto supremo de la libertad”. Así que frente a la libertad de tener, tan fomentada por el consumismo, está la libertad de querer, la libertad para amar.

Sin amor no es posible entender esa realidad compleja de la educación, con el mejor servicio del que educa y la mejor preparación para el servicio durante la vida de quien se educa. La calidad del servicio depende del desarrollo del amor y de la libertad de una persona.

Arturo Ramo García

Teruel, España

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