‘Háganme suyo’
Desafortunada frase del recién destapado precandidato presidencial por el PRI, José Antonio Meade, cuando fue presentado a los sectores cupulares del partido oficial que ahora gobierna nuestro país. Nadie que se precie de ser honesto, incorruptible, probo, e íntegro puede perder (piso) su ecuanimidad a tan sólo siete horas de ser ungido por el presidente Peña Nieto.
Si José Antonio Meade fue elegido por ser un ciudadano ejemplar y con pensamiento político independiente, para que representara al PRI como candidato, y obviamente con miras a lograr el triunfo electoral, se supone que la parte agradecida deberían ser los priistas, no Meade. ¿Cómo pudo Maede, en su sano juicio, meter un pie en ese estercolero?
Con ese dislate verbal, el incipiente precandidato, ha mostrado sus reprimidas ansias por pertenecer al club de corbata roja, cuyos miembros se enorgullecen de sus tropelías y cínicamente cometen delitos de índole política para beneficio personal y del partido al que pertenecen.
En un pueblo como el mexicano, en donde la picardía es parte de la idiosincrasia, tal frase no puede quedar exenta de la connotación sexual (Soy suyo, hagan de mí lo que quieran), y con ella Meade se pone “de pechito” para sus adversarios políticos, pues está diciendo entre líneas, “haré lo que me pidan hacer”, “Estoy tan agradecido se hayan fijado en mí, que seré un priista ejemplar sin haber militado en el partido, y obedeceré ciegamente las reglas que me dicten”. Por qué no dijo, por ejemplo “Aprecio se hayan fijado en mí para contender por el más alto cargo político”; o todavía más franco: “No milito en su partido, ni en ningún otro, pero agradeceré su apoyo en esta nueva aventura electoral, en la que los representaré con dignidad”; Hay miles de palabras con las cuales se pueden formar frases con las que se puede quedar bien, sin dar a entender que ya le andaba por ser tomado en cuenta por ese partido. ¿Por qué no se había registrado si eso era lo que quería?
Es incomprensible, cómo un hombre que exitosamente ha desempeñado cargos de alta responsabilidad pública y ha salido avante sin necesidad de manchar su trayectoria, (razón por la cual fue elegido), ahora resulta que suspiraba por ser parte de un partido en el que la corrupción y la impunidad le son inherentes. Basta con analizar someramente el desempeño de los gobernadores en los últimos tres sexenios para saber qué clase de priistas tenemos hoy por hoy. Y no digo que los panistas, petistas, verde-ecologistas y morenistas sean diferentes; pues en todos los partidos se cuecen habas, pero los priistas se cuecen aparte.
Es triste ver cómo un hombre cuya historia personal y profesional está sin mácula, se arrodilla frente a un grupo de rufianes que han saqueado al país, y ahora han logrado conseguir un hombre que sucumbió de buenas a primeras al canto de las sirenas, al embrujo del poder presidencial que todo político de vocación tiene, aunque no lo confiese, como uno de sus sueños más sagrados, al que de pronto ve con posibilidades de ver cristalizado. Después de todo, esa desafortunada frase, sólo confirma lo que todos siempre hemos sospechado: Todo político, sin importar el partido en el que milite, lleva un priista adentro; pero no todos lo reconocen y si lo hacen, no lo dicen; tal parece que a Meade le falta malicia para moverse en esos círculos donde hay que andar con pies de plomo, cuidando muy bien lo que sale de su boca.
Reza una cita bíblica (Mat,15:18) “Pero lo que sale de tu boca proviene de tu corazón…” Quizás nunca lo dijo porque nunca tuvo la oportunidad, el coraje o la valentía, pero su boca ha hablado lo que había (hay) en su corazón. Ahora sabemos, porque él mismo lo dijo: Meade es priista de corazón.
Peña Nieto no ha elegido a un ciudadano que pudo contender como candidato independiente, y tal vez, habría ganado. Eligió a un priista confundido, un priista que no sabía que era tal, hasta que el índice bendito (¿o maldito?) lo ungió.
Héctor García Pérez
Comarca Lagunera
