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IDENTIDAD

HIGINIO ESPARZA

En los años 70 del siglo pasado emigré de Torreón a Gómez Palacio como reportero de El Siglo de Torreón y a partir de entonces surgió un sentimiento de arraigo en esta ciudad duranguense-aquí tengo casa propia con jardines y baños y un impuesto predial al corriente- y paralelamente una inclinación para apoyar actividades encaminadas a subrayar la vida propia de esta urbe con mis colaboraciones periodísticas.

Ciudadanos y autoridades en turno se empeñaron a su vez en destacar la importancia de la ciudad ante Durango capital y la vecina Torreón, resaltando con frecuencia los atractivos de la localidad que no desmerecen y son los cimientos de una identidad a la que nos urge fortalecer.

Suman más de 45 las representaciones tangibles y naturales de un pasado singular y un futuro de certidumbres que enorgullecen a los gomezpalatinos como son sus monumentos, casonas señoriales, edificios históricos que aún siguen de pie y otros lamentablemente desaparecidos, además de sus plazas y mercados, tiendas comerciales, basílica, parroquia y capillas; restaurantes creados para satisfacer antojos y paladares exigentes, sus vialidades, carreteras, una casa de la cultura con sus salas de arte y biblioteca y un paso a desnivel en el crucero ferroviario del kilómetro 11 40 de intenso movimiento vehicular entre las tres ciudades -Lerdo, Gómez Palacio y Torreón.

Del añorado pasado se recuerda a la desaparecida Compañía Jabonera la Esperanza de la cual fue imposible rescatar por indolencia sindical y oficial sus crisoles de bronce fabricados en Detroit, EUA, sus silbatos accionados con vapor y el ancla de metal cincelada a martillazos al rojo vivo, unos y otra procedentes de un barco encallado en las costas mexicanas.

Se traslucía ya el interés de los laguneros para crear industrias y empleos en Gómez Palacio, como lo fue en su época la Compañía Mantequera, otro de los íconos de mejores épocas que se esfumó por cuestiones rentables y falta de mercado.

Motivo de agrado también lo fueron los talleres de la Casa Redonda con una plataforma giratoria para facilitar la reparación de las máquinas de vapor dañadas en el camino. Ni huellas quedaron, sólo los testimonios gráficos que se conservan en los museos y difunden las publicaciones especializadas.

Hablando de emblemas aportados por la naturaleza, Gómez Palacio se identifica por el Cerro de Calabazas, el Cerro de la Cruz y el histórico y legendario Cerro de la Pila, escenario de las batallas libradas a cañonazos por las fuerzas del general Francisco Villa para tomar a Torreón. Su presencia desde la conformación orográfica del planeta Tierra forma parte fundamental del reconocimiento de una ciudad que se empeña en despuntar en el panorama regional, nacional y extranjero.

La estatua ecuestre del jefe de la División del Norte que se levanta en la cima cobijada por el cielo azul lagunero, las dos esculturas que adornan el parque ubicado en las márgenes del Nazas -una del general Villa y la otra del general Felipe Ángeles- y el monumento que perpetua la memoria de los iniciadores de la Revolución Mexicana localizado en un jardincito de la colonia El Campestre, son testimonios de la participación clave de Gómez Palacio en aquel movimiento armado, impulsada principalmente por su posición estratégica. Al Cerro de la Pila la conocen historiadores y narradores del país y de fuera interesados en estudiar la vida y vocación guerrera del llamado Centauro del Norte y por ese motivo a la ciudad se le conoce como cuna de la Revolución.

Del mismo modo operan los patios ferroviarios con una vía central que une de sur a norte a la República Mexicana, un parque industrial donde se asientan fábricas importantes que envían sus productos a otras partes del país con la leyenda "Hecho en Gómez Palacio" y dentro de ese sector fabril las instalaciones de Petróleos Mexicanos con sus oficinas y depósitos de distribución a gran escala; del lado sur el Club Campestre próximo a cumplir los cien años y la estrella similar a la texana que desde el Cerro de Calabazas orienta a los viajeros del espacio aéreo y a los que no salimos de tierra.

Héctor Moreno Robles y Alfonso Amador Salazar, en su libro dedicado a Gómez Palacio con motivo de su primer centenario, ilustrado con gráficas a todo color y descripciones puntuales de cada caso, expresan un reconocimiento "a sus hombres y mujeres que hicieron posible su pasado exitoso y por consecuencia su futuro promisorio". A largo de las páginas explayan sus sentimientos de afecto a la población donde han desarrollado exitosamente sus respectivas actividades profesionales, uno fotógrafo con recorridos por los cinco continentes y el otro empresario en el campo de las artes gráficas y editor de obras literarias de reconocidos autores.

El licenciado en Derecho y escritor muy conocido en el entorno comarcano, Héctor Raúl Avendaño, por su parte, y a través de la columna dominical "Plaza Pública" que se publica en El Siglo de Torreón, se afana en difundir la riqueza cultural e histórica de la ciudad y sus relatos sobre sitios insignia refuerzan el prestigio citadino alcanzado en niveles diversos. Lo mismo se refiere a las fiestas del primer centenario como a los bailes populares que se celebraban en las calles desde entonces ya tomadas abusivamente por los taxistas y sus referencias a la plaza de armas -plaza Juárez a partir de 1910- son de lectura placentera y anecdótica: "…hubo necesidad de colocar una cerca de alambre alrededor del jardín para proteger (a los árboles recién plantados) porque los burros que andaban sueltos y se metían a los prados causando destrozos".

Don Pablo Machuca, precursor de los relatores e historiadores nacido en Jerez, Zacatecas, pero avecindado en Gómez Palacio desde joven, cierra estas líneas: El último tranvía. A las doce horas del 8 de marzo, manejado por el motorista Alfredo Chacón Valencia, salió de la terminal de Torreón el último tranvía suburbano para rendir en Gómez Palacio y ya nunca más (los trenes eléctricos) volvieron a circular…

Explica más adelante: ..los motores eléctricos (de los tranvías) duran más que los de combustión interna, no producen smog ni hacen tanto ruido, las ruedas de acero duran más que las llantas y nunca se ponchan.

Pasado y presente, en consecuencia, consolidan la identidad de Gómez Palacio y una excelente colaboración proviene de la Universidad Lasalle con una publicación intitulada. Memoria Gráfica Íconos de Gómez Palacio, dada a conocer el miércoles 29 de marzo en el centro de convenciones "Francisco Zarco", con un diseño de gran colorido fotográfico realizado por el alumno Gerardo Cobián. Otra contribución proviene del Centro de Investigación Histórico y Urbano y la que nos entrega mes a mes el escritor Manuel Ramírez López a través de sus crónicas municipales.

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